Vivir en el que permanecemos mutuamente con el Señor en el espíritu, Unpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-9118-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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¿Qué significa permanecer en el Señor? Nuestro Señor era Dios, quien se hizo hombre para ser el postrer Adán. Puesto que Adán pecó, otro Adán era necesario para efectuar la redención. El primer Adán pecó, pero el postrer Adán vino para redimir. Sólo el postrer Adán podía redimirnos porque todos somos descendientes de Adán. El primer Adán pecó, lo que hizo que todos nosotros, los pequeños Adanes, cayéramos en pecado. Por consiguiente, el postrer Adán vino para redimirnos. Sin embargo, hay algunos que no desean recibir a Jesús, pero todo aquel que esté dispuesto a recibirlo será redimido. Damos gracias y alabamos al Señor que aquí hoy todos estamos dispuestos y le hemos recibido; por consiguiente, hemos sido salvos. Como nuestro postrer Adán, Él nos ha redimido.
En ese sentido el cristianismo tiene la razón. Sin embargo, el cristianismo no está dispuesto a ir adelante y ver que este postrer Adán ahora ha llegado a ser el Espíritu vivificante. Él no sólo es el postrer Adán; más aún, Él ha llegado a ser el Espíritu vivificante. El postrer Adán tenía como meta la redención, mientras que el Espíritu vivificante tiene como meta impartir vida. Su redención en la cruz es objetiva para nosotros, pero Su impartición de vida debe ser subjetiva para nosotros. Por consiguiente, como Espíritu vivificante Él ha entrado en nosotros. En 2 Timoteo 4:22 se nos dice: “El Señor esté con tu espíritu”. Hoy en día el Señor está en nuestro espíritu. Romanos 8:9 dice: “Si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros”. Luego continúa diciendo: “Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. Nosotros tenemos a Cristo; por consiguiente, le pertenecemos a Cristo y estamos unidos a Cristo. Luego, el versículo 10 dice: “Pero si Cristo está en vosotros”. Estos pocos versículos mencionan el Espíritu de Dios, luego el Espíritu de Cristo y luego a Cristo. Nunca piensen que éstos tres son tres entidades diferentes. Más bien, estos tres se refieren a la misma Persona. El Espíritu de Dios es el Espíritu de Cristo, y el Espíritu de Cristo es Cristo. Después de leer todo el contexto, veremos que hoy en día nuestro Dios, nuestro Salvador Cristo, es el Espíritu consumado.
Si el Señor Jesús no hubiese pasado por la muerte y resurrección, entonces no existiría la “historia” del Espíritu vivificante. Si Él no hubiese pasado por la muerte y resurrección, sólo existiría la historia del postrer Adán. Si Dios no se hubiese hecho carne, no existiría la historia del postrer Adán; sólo existiría la historia de Dios. Dios existe en tres etapas: antes de Su encarnación, Él era la historia de Dios; después de encarnarse para ser un hombre, Él era la historia del postrer Adán; y después de Su muerte y resurrección, Él llegó a ser la historia del Espíritu.
Sin embargo, es triste que hoy el cristianismo recibe a Cristo únicamente en ciertos aspectos. Uno es el aspecto de que Él era Dios antes de llegar a ser carne. Otro es el aspecto de que Él era el postrer Adán al hacerse carne para ser un hombre. Ellos también reciben a Cristo en los aspectos de que Él es nuestro Salvador en Su muerte y resurrección, en Su ascensión a los cielos y en el hecho de que Él está sentado en el trono. Sin embargo, Cristo no se detuvo allí. Por medio de la muerte y resurrección, Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Hoy en día nuestro Salvador ha sido consumado para ser el Espíritu. Después de Su resurrección, Él permanece en resurrección y ha entrado en nosotros. Él está en resurrección y vive en nosotros. Esto es completamente una historia del Espíritu. Hoy en día Él es el Espíritu. Éste no es otro Espíritu que está aparte de Dios. Dios es Espíritu y el Señor Jesús llegó a ser el Espíritu vivificante, pero esto no significa que el Espíritu de Dios y el Espíritu vivificante son dos Espíritus diferentes. Los dos Espíritus son un solo Espíritu. No sólo eso, sino que el Dios Triuno tiene el aspecto de ser el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero esto no equivale a decir que Dios es el Espíritu y que el Espíritu Santo es otro Espíritu.
Dios es Espíritu, y desde la eternidad Él es Espíritu. El título el Espíritu de Dios aparece desde Génesis 1:2. Allí dice que el Espíritu de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Según la esencia, Dios es Espíritu. Sin embargo, aunque Dios era Espíritu antes de Su encarnación, Él no tenía relación alguna con el hombre y no tenía historia alguna de hombre. Primero que todo, un día Dios fue engendrado en María por obra del Espíritu Santo. Después de completarse la concepción, Él, con la naturaleza divina, nació para ser un Dios-hombre que posee tanto divinidad como humanidad. En ese momento la Biblia comenzó a usar el título el Espíritu Santo para referirse al Espíritu de Dios. El título el Espíritu Santo no se usó hasta que el Señor Jesús fue concebido para nacer. Este título no se usó en el Antiguo Testamento. El primer registro del Espíritu de Dios se encuentra en Génesis 1; el primer registro del Espíritu Santo se encuentra en Mateo 1. Mateo 1 nos muestra que Aquel que fue concebido en el vientre de María y nació de ella era del Espíritu Santo. Él no tiene pecado y es santo; Él es el Santo. Desde este momento el Espíritu de Dios comenzó a tener una relación con el hombre.
El Señor vivió y obró en la tierra por treinta y tres años y medio, y finalmente Él murió en la cruz para efectuar la redención. Luego, Él resucitó de los muertos a fin de llegar a ser el Espíritu vivificante. Antes de que Dios se encarnara, Él era Espíritu. Incluso después que llegó a ser carne, Él aún no podía considerarse como el Espíritu vivificante. Que Dios imparta vida en el hombre no es algo tan sencillo. Él tuvo que pasar por muchos procesos. Como Espíritu divino, Él no podía entrar de forma directa y repentina en el hombre a fin de darle vida. Aún había muchos problemas en el hombre, muchos problemas que no habían sido solucionados. Primero Dios tuvo que llegar a ser hombre, pasar por el vivir humano e ir a la cruz para dar fin a todos los problemas del hombre, tales como el pecado, el mundo, Satanás, la carne y la vieja creación. Si no se hiciera frente a estos problemas ni se les diera fin, entonces Dios no podría impartir vida en el hombre. Suponga que usted desea colocar algo en un vaso. Si el vaso está sucio, usted primero debe lavarlo e incluso esterilizarlo; de otra forma, el contenido colocado en el vaso se contaminaría. Si Dios no solucionara todos nuestros problemas, Él no podría impartir Su mismo ser a nosotros como vida. Aunque Dios es Espíritu, si no pasaba por la encarnación, la muerte y la resurrección, Él no tendría la manera de impartir vida a nuestro interior. Fue únicamente por medio de Su encarnación, muerte y resurrección que Él pudo solucionar todos los problemas. Por consiguiente, fue al completarse todos estos procesos que Él llegó a ser el Espíritu vivificante. Él no es meramente el Espíritu de Dios o el Espíritu Santo, sino el Espíritu vivificante. Él avanzó de ser el Espíritu de Dios a ser el Espíritu Santo, y luego de ser el Espíritu Santo a ser el Espíritu vivificante. Éstos no son tres Espíritus sino un solo Espíritu. Para este entonces, Él no solamente había llevado a cabo la creación como Espíritu de Dios, Él no sólo había efectuado la redención por medio del Espíritu Santo, sino que más aún Él, como Espíritu vivificante, llevó a su consumación la nueva creación de Dios, la cual es la iglesia.
En esta consumación, Dios es el Espíritu vivificante. Hoy todos nosotros estamos en la nueva creación de Dios, la cual es la iglesia. Esto no quiere decir que no seamos los que fueron creados, ni tampoco significa que no hayamos sido redimidos. Más bien, quiere decir que hemos pasado por la creación y la redención y ahora estamos en la nueva creación, la cual es la iglesia. Lo que necesitamos aquí es el Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante es el Espíritu Santo, y el Espíritu Santo es el Espíritu de Dios. Hoy este Espíritu vivificante es el Dios Triuno. Romanos 8:10 dice: “Cristo está en vosotros”, y 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor esté con tu espíritu”. El Señor que está en nosotros es el Espíritu vivificante. Este Espíritu vivificante es el Dios Triuno mismo, pero éste no es el Dios que no había pasado por la encarnación, la muerte y la resurrección. Debido a que Él ha pasado por la encarnación, la muerte y la resurrección, Él ahora está en nosotros como Aquel que fue procesado. En Génesis 1 Él no había pasado por el proceso, pero hoy en día en las Epístolas del Nuevo Testamento, Él es un Dios procesado. Él es el Dios Triuno quien pasó por la encarnación, la muerte y la resurrección. Hoy Él es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu.
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