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Administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6813-1
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CAPÍTULO SIETE

LA EDIFICACIÓN DE LA IGLESIA
REQUIERE UNA CONSAGRACIÓN ABSOLUTA

En la administración de la iglesia y el ministerio de la palabra, necesitamos conocer a las personas a fin de llevar a cabo una obra de edificación. Además, debemos también prestar atención al asunto de la consagración.

SI NUESTRA CONSAGRACIÓN NO ES CABAL
HABRÁ PROBLEMAS EN NUESTRO SERVICIO AL SEÑOR

Todos saben acerca de la consagración, pero no muchos están conscientes de la manera en que la consagración influye en nosotros. Los problemas que enfrentan algunos servidores quizás se relacionen con su consagración. No nos referimos a las ofrendas materiales. Si Dios ha de llevar a cabo una obra de edificación en la tierra a través de nosotros, la consagración es un requisito fundamental. Sin embargo, esto no es una simple doctrina, sino un asunto muy práctico y personal. La atmósfera impropia que existe entre los servidores es un indicio de que su consagración no ha sido cabal o que es una consagración débil.

Todos nuestros problemas, dificultades y sufrimientos tienen que ver con nuestra consagración. Cuanto más cómodos y relajados deseamos sentirnos, menos consagrados necesitamos estar. Si no queremos pasar ningún sufrimiento, no necesitamos ninguna consagración. No debemos culpar al Señor por darnos sufrimientos. Nuestros sufrimientos son el resultado de nuestra consagración. Algunos dicen que es el Señor quien nos manda los sufrimientos. De hecho, los verdaderos sufrimientos de los cristianos son causados por ellos mismos. Si no deseamos ningún sufrimiento, simplemente no debiéramos consagrarnos. Podemos ser fervientes, predicar el evangelio e incluso ministrar la palabra sin estar consagrados. En el cristianismo podemos ser exitosos sin pasar por ningún sufrimiento. Los desastres naturales y calamidades causadas por los hombres pueden suceder a todas las personas; sin embargo, alguien que no se ha consagrado a Dios, está exenta de muchos sufrimientos.

Pareciera que los apóstoles en la vida de la iglesia primitiva aguardaban los sufrimientos. Si ellos no se hubieran consagrado absolutamente al Señor y hubieran hecho algunas concesiones, no habrían pasado por tantos sufrimientos. Si ellos hubieran cedido un poco, no habrían sido perseguidos por la religión judía ni el Imperio romano. Los sufrimientos que ellos experimentaron fueron el resultado de su consagración. Ellos mismos se causaron esos sufrimientos debido a su consagración. Los sufrimientos que el apóstol Pablo experimentó se debieron a su consagración. Habría sido posible para él amar al Señor y servirle sin padecer dificultades si su consagración no hubiera sido tan absoluta. Pablo dijo: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y de mi parte completo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por Su Cuerpo, que es la iglesia” (Col. 1:24). Pablo se consagró al Señor voluntariamente. Él declaró: “Vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (Gá. 4:19). La disposición de Pablo provenía de su consagración.

UNA CONSAGRACIÓN DÉBIL NOS INCAPACITA
PARA LLEVAR A CABO LA OBRA DE EDIFICACIÓN

En contraste con Pablo, nuestra situación parece revelar que nuestra consagración es más débil cada vez. Tal vez a los ojos de los demás en el mundo seamos excelentes cristianos y eficaces predicadores; sin embargo, somos incapaces de llevar a cabo una obra genuina de edificación en la iglesia debido a que nuestra consagración es débil. Y cuando nuestra consagración se vuelve absoluta, es posible que los santos no la aprueben del todo, prefiriendo que cediéramos un poco en nuestro servicio, o que fuéramos moderados, neutrales y menos dedicados.

Si buscamos ser aceptados por todos, simplemente debemos hacer concesiones en nuestro servicio al Señor. Por lo menos un 70 por ciento de los santos nos aceptarán si servimos de esta manera. En cambio, si nos consagramos absolutamente, serán menos los que nos apoyen, y tendremos más sufrimientos.

En la era apostólica, los apóstoles eran perseguidos por dondequiera que iban; pero en la actualidad, pocos predicadores experimentan persecución. Esto no se debe a que la era haya cambiado o a que el mundo sea más favorable hacia los cristianos, sino a que la consagración de aquellos que sirven al Señor hoy en día no corresponde a la consagración de los primeros apóstoles. En la actualidad, los así llamados servidores del Señor han perdido la consagración propia de los primeros apóstoles. Si todos los servidores del Señor hoy se consagraran como lo hicieron aquellos apóstoles, seguramente experimentarían grandes sufrimientos y dificultades.

Muchos creyentes jóvenes buscan establecer relaciones con miras a casarse y formar una familia; esto es absolutamente necesario. Sin embargo, lo que hemos observado causa que nos preguntemos si dichas relaciones fortalecen o debilitan su consagración. No podemos condenar a los jóvenes, pero ellos deberían considerar si su consagración es fortalecida o debilitada por dicha relación. Es posible que ellos estén considerando el futuro de su servicio, de su carga y de su función; pero ¿tal consideración indica que su consagración se está fortaleciendo o debilitando?


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