Cristo en Su excelenciapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3291-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El hecho de que el Padre sea glorificado en la glorificación de Su Hijo Jesús es algo que está estrechamente ligado con la vida divina. De entre los millones de personas que existieron hace dos mil años, el Señor Jesús fue el único que tenía la vida y la naturaleza divinas dentro de Él con el propósito de expresar a Dios. El énfasis dado a la vida y la naturaleza divinas no es tanto en capacitarnos para hacer obras, sino en capacitarnos para vivir y expresar la vida que se halla en nosotros. Si usted es chino y posee la vida y la naturaleza de un chino, espontáneamente expresará unas características que son propias de un chino. Si usted es japonés y tiene la vida y la naturaleza japonesas, entonces usted expresará los rasgos característicos de un japonés. En otras palabras, lo que usted exprese dependerá de la vida y la naturaleza que tenga en su ser. El Señor Jesús tenía en Su interior la vida y la naturaleza de Dios, y no le fue necesario hacer cosa alguna, sino que simplemente vivía a Dios y le expresaba en Su vivir. Sin embargo, en ese tiempo Dios aún se hallaba oculto en la carne del Señor Jesús y, por lo tanto, era imprescindible que el Señor quebrantase Su carne por medio de la muerte, tal como una semilla tiene que ser plantada en la tierra a fin de que la vida que está encerrada en ella quebrante la cáscara y pueda ser liberada. Eso es gloria. Por consiguiente, el Señor Jesús oró al Padre Dios pidiendo que lo pusiese en la tierra de muerte y que lo resucitara de entre los muertos. De esta manera el Padre Dios sería liberado del interior del Señor Jesús, y la vida y naturaleza del Padre Dios serían manifestadas, lo cual es la glorificación del Hijo por el Padre.
Debido a que el Señor Jesús tiene en Él la vida y la naturaleza divinas, Él también puede dar esta vida y naturaleza a aquellos que Dios escogió, predestinó y dio a Él. En otras palabras, así como el Señor Jesús tiene la vida y la naturaleza divinas para expresar a Dios, nosotros, los que fuimos escogidos por Dios y dados al Señor Jesús, también tenemos la vida y la naturaleza divinas para la expresión de Dios. Debido a que el Señor Jesús nos ha dado la vida eterna que se halla en Él, todos nosotros tenemos la vida y la naturaleza de Dios. Según la Biblia, la meta de haber creído en el Señor no consiste en solamente recibir el perdón de los pecados, sino que es mucho más que eso: consiste en obtener la vida eterna. El perdón de los pecados es solamente el procedimiento; no es la meta. Sin embargo, a menos que seamos perdonados de nuestros pecados, Dios no podrá darnos Su vida eterna. Cuando esta vida eterna entra en nosotros, tenemos una unión orgánica con Cristo. Nada que carezca de vida puede tener una unión orgánica con nosotros, o sea, que sólo las cosas vivientes, las cosas que poseen vida pueden entrar en una unión orgánica con nosotros. Si una piedra entra en nuestro estómago, ésta permanecerá allí tal como es, porque no tiene vida. Sin embargo, si ingerimos alimentos orgánicos como pescados, carnes o frutas, estos serán asimilados por nuestro cuerpo y entrarán en una unión orgánica con nosotros, y finalmente llegarán a ser nosotros mismos.
El Señor Jesús dijo que Él no sólo era el pan de vida, sino que también era el pan vivo, lo cual quiere decir que cuando nosotros lo ingerimos, este pan continúa viviendo en nosotros. El Señor Jesús está lleno del suministro orgánico, y cuando le recibimos en nuestro ser, Él con Sus funciones y operaciones orgánicas, vive y se mueve dentro de nosotros. Así es cómo el Señor nos da la vida eterna, la cual se halla en Él.
Cristo es viviente; Él es el Espíritu, y está en la Palabra. Es mediante nuestra predicación que Él se infunde en otros. Cuando Cristo entra en nosotros, los que hemos sido escogidos por Dios, Él nos imparte la vida eterna. De esta manera llegamos a ser la multiplicación y el agrandamiento de Cristo. Esta multiplicación y agrandamiento son gloria.
La oración registrada en Juan 17:21-24 es muy misteriosa, y contiene muchas veces la preposición en: “Tú, Padre, estás en Mí”, “Yo en Ti”, “que también ellos estén en Nosotros”, y “Yo en ellos”. Al final es difícil saber exactamente quién está en quién. Todos nosotros, los que hemos creído en el Señor, estamos en Dios y también estamos en el Señor Jesús. Dios está en el Señor Jesús; el Señor Jesús también está en Dios; y nosotros estamos en Ellos. En el versículo 22 el Señor dice: “La gloria que me diste, Yo les he dado”. Esta gloria es simplemente la vida y la naturaleza de Dios para la expresión de Dios. Los incrédulos no tienen esta gloria; mas nosotros, los que hemos creído en Cristo, somos los únicos que tenemos esta gloria. Debido a que el Señor Jesús tiene en Su interior la vida y la naturaleza divinas, cuando nosotros creemos en Él, Él imparte en nuestro ser Su vida y Su naturaleza; por lo tanto, todos tenemos esta gloria. En el versículo 23 el Señor añade: “Yo en ellos, y Tú en Mí”. Nótese que el orden que se registra aquí es distinto. Anteriormente teníamos al Padre en el Hijo y al Hijo en el Padre, para que todos los creyentes estuviesen en el Padre y en el Hijo. Luego el Señor dijo que Él había dado a los creyentes la gloria que el Padre le dio a Él, o sea, que Él había impartido a los creyentes la vida y la naturaleza del Padre, dando como resultado que Él esté en ellos. Después de decir esto, el Señor concluyó diciendo que Él está en nosotros, y que el Padre está en Él.
El versículo 24 dice: “Padre, en cuanto a los que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo”. ¿A qué lugar se refiere la palabra donde? La respuesta “tradicional” dada por la mayoría de los cristianos es que ese “donde” se refiere al cielo. Ellos dicen que después de morir el Señor resucitó y ascendió al cielo, y es por eso que Él oró al Padre para que los millones de personas que le fueron dados a Él también fuesen llevados al cielo. Como Él está en el cielo, entonces todos deberían ir al cielo. Esta es la enseñanza tradicional del cristianismo. Sin embargo, aquí la Biblia revela que ese “donde” no se refiere al cielo, sino a estar en Dios. A eso se debe que el Señor Jesús nos diga en Juan 14:6: “Yo soy el camino ... nadie viene al Padre, sino por Mí”. El Señor no dijo “nadie va al cielo”, sino “nadie va al Padre sino por Él”. El pensamiento del Señor en Juan del 14 al 17 no es el de ir al cielo; lo que Él deseaba en Su corazón era introducir a los creyentes en el Padre, así como Él está en el Padre.
Según la revelación presentada en la Biblia, aquí la oración del Señor Jesús nos dice que Él está en el Padre y que Él tiene la vida y la naturaleza del Padre para expresar al Padre. Ahora Su oración es pedirle al Padre que lo siembre en la tierra de la muerte y lo resucite a fin de liberar la vida del Padre y así poder entrar en aquellos que han creído en Él. Una vez que la vida y la naturaleza eternas entran en los creyentes, ellos estarán en el Padre tal como Él está en el Padre. Los creyentes estarán con El dónde Él está. ¿Dónde está el Señor? El Señor está en el Padre. ¿Dónde están los creyentes? Ellos también están en el Padre. Originalmente no estábamos en el Padre, pero ahora sí lo estamos. Debido a que el Señor Jesús ha puesto la vida y naturaleza eternas dentro de nosotros, ahora tenemos en nuestro ser la vida y la naturaleza del Padre Dios. Esto es lo que quiere decir que el Padre está en nosotros, y nosotros en el Padre. De esta manera, así como es el Señor Jesús, así también somos nosotros; dondequiera que está Él, allí también estamos nosotros. El Señor Jesús está en el Padre, y nosotros también estamos en el Padre. El Padre está en Él y el Padre también esta en nosotros. El Señor Jesús tiene la vida y la naturaleza divinas, y nosotros también tenemos la vida y la naturaleza divinas. Por eso el Señor Jesús finalmente dijo: “Para que vean Mi gloria que Me has dado” (17:24). La gloria que Dios le dio al Señor Jesús es la vida y la naturaleza divinas para la expresión de Dios. Antes de ser salvos no teníamos esto, pero ahora que somos salvos, hemos obtenido la vida y la naturaleza divinas para expresar a Dios. Es en esta expresión que vemos la gloria que el Padre le dio al Señor, la gloria que disfrutamos día tras día.
Todos los que hemos sido salvos, tenemos la vida y la naturaleza divinas para expresar a Dios. Además, somos lámparas luminosas en medio de una generación torcida y perversa, donde resplandecemos como luminares, enarbolando la palabra de vida (Fil. 2:15-16). Todos los que tenemos la vida y la naturaleza divinas somos hijos de Dios sin mancha en medio de esta generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecemos como luminares en este mundo oscuro enarbolando la palabra de vida. Este es el Señor Jesús que está siendo glorificado desde nuestro interior.
Tal como dije anteriormente, después de ser salvos muchos jóvenes se han convertido en luminares del Señor Jesús que resplandecen en la presencia de sus padres y de sus parientes y que inconsciente e involuntariamente enarbolan la palabra de vida, quien es el Señor Jesús mismo. Este es Cristo que se glorifica en ellos.
Pablo escribió el libro de Filipenses cuando se hallaba encarcelado y a ello se debe que él dijese: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo” (1:20-21). ¿Qué quiere decir que Cristo sea magnificado en nuestros cuerpos? Pablo no solamente tenía en su interior a Cristo como su vida y su naturaleza, sino que más aún expresaba a Cristo externamente en su vivir. Por lo tanto, cuando Pablo estaba a punto de ser martirizado, él seguía manifestando la grandeza ilimitada de Cristo, y así la gloria de Dios fue expresada en forma grandiosa en su cuerpo. Éste era Cristo que estaba siendo magnificado en su cuerpo.
En Colosenses 1:27 Pablo dice que hay un misterio en nuestro ser, y éste es Cristo en nosotros. Verdaderamente es un misterio que Cristo esté en nosotros; es por eso que muchas veces ya no nos enojamos en absoluto aun cuando la gente nos injuria; antes bien, estamos contentos y llenos de gozo. Esto es realmente una historia misteriosa, de hecho esta historia es el Señor Jesús como la vida eterna. Este misterio en nosotros es Jesucristo como nuestra esperanza de gloria. Cuando Cristo regrese, Él estará en la gloria, y Él nos transfigurará y nos introducirá en la gloria. Esa será nuestra glorificación junto con Él. “Este misterio ... es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria”.
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