Espíritu y el cuerpo, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4516-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En 1 Corintios 12:12-14 vemos dos cosas muy importantes: el Espíritu y el Cuerpo. De hecho, el Cuerpo proviene del Espíritu. En 1 Corintios 12:13 dice: “En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. Nosotros, los muchos miembros, en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, y ahora todos estamos bebiendo de este único Espíritu. El Cuerpo ha procedido del único Espíritu, y ahora está bebiendo de este Espíritu.
Siento la carga de que todos los que estamos en el recobro del Señor veamos el Espíritu y el Cuerpo. El cristianismo se ha desviado de la meta porque no muestra ninguna preocupación por el Cuerpo ni se preocupa por el Espíritu como es debido. Muchos han hablado acerca del Espíritu y, desde la segunda Guerra Mundial, se ha hablado mucho acerca del Cuerpo. Pero en realidad a los creyentes no les importa el Cuerpo. Si realmente nos importa el Cuerpo, debemos preocuparnos por la unidad apropiada, la unidad genuina. El Cuerpo es uno solo. Hay una sola Cabeza y un solo Cuerpo, un solo Cristo y una sola iglesia. El Cuerpo no denota un grupo de creyentes que se reúne para cumplir un determinado propósito. Esto sería una reunión social, no el Cuerpo. Cada vez que hablamos acerca del Cuerpo, debemos tener el profundo sentir de que el Cuerpo es uno solo y único. El Cuerpo no sólo es uno en una localidad, sino también en todo el universo. Si participamos en una división y no mostramos preocupación alguna por la unidad del Cuerpo, eso implica que no sabemos lo que es el Cuerpo.
En este mensaje quisiera primeramente decirles algo acerca del Espíritu. Muchos de entre nosotros hemos visto que la religión no es algo positivo; sin embargo, me preocupa que algunos todavía tengan un entendimiento equívoco de lo que significa ser religioso. Muchos de los que dicen a otros que son demasiado religiosos no tienen claro ellos mismos lo que es la religión. La religión es algo relacionado con Dios y con el servicio y la adoración a Dios, pero es completamente ajeno a Dios el Espíritu. Aunque cierta cosa relacionada con Dios pueda ser muy buena, es religión si no está relacionada con el Espíritu. Hablemos por ejemplo de la oración. Si usted ora al Señor sin orar en el Espíritu, su oración no tendrá nada que ver con el Espíritu y, por lo tanto, será religiosa. Lo mismo sucede con el estudio de la Biblia. Si su lectura y estudio de la Biblia no tiene nada que ver con el Espíritu, tales actividades son religiosas. Ser religioso no tiene que ver con hacer las cosas de cierta manera ni con el hecho de ser viejo en vez de ser joven. Ser religioso es hacer algo para Dios aparte del Espíritu. Lo mejor que nosotros hagamos para Dios será religión si no tiene nada que ver con el Espíritu. Siento la carga de que todos los que están en el recobro del Señor tengan claro qué es la religión.
Veamos varios versículos del libro de Hechos que nos hablan del Espíritu. Al comienzo de Hechos, los ciento veinte discípulos no formaron nada, no empezaron nada, no iniciaron nada ni trataron de hacer nada. En lugar de ello, estuvieron orando sin cesar por diez días (Hch. 1:14). Su oración se hallaba absolutamente en el Espíritu. Luego, para su sorpresa, el Espíritu fue derramado sobre ellos, y llegaron a ser personas que se hallaban completamente en el Espíritu. Desde entonces, todo lo que hacían, todo lo que decían y adondequiera que iban, estaba relacionado completamente con el Espíritu. El Día de Pentecostés, cuando Pedro se puso en pie con los once y habló, él no habló sin el Espíritu. Al contrario, Pedro estaba lleno del Espíritu. Cuando Pedro habló a los líderes religiosos en Hechos 4, vemos nuevamente que él estaba lleno del Espíritu Santo (v. 8).
Esteban también era un hombre lleno del Espíritu Santo (6:5). Nadie podía resistir la sabiduría y el espíritu con que hablaba (v. 10). Esteban era una persona que vivía, hablaba y ministraba en el Espíritu.
Por su parte, Felipe predicaba el evangelio en el Espíritu. Felipe no se propuso predicar el evangelio ni tomó la decisión de hacer eso. Él simplemente vivía y andaba en el Espíritu. Por ello, cuando el Espíritu le dijo que se acercara al etíope que estaba en su carro, Felipe corrió hacia él (8:29-30). Después de que Felipe le hubo predicado el evangelio al eunuco y lo bautizó, no tomó la decisión de marcharse. Sin embargo, el Espíritu “arrebató a Felipe” (v. 39). No era Felipe, el evangelista, quien decidía adónde ir, sino que más bien esto dependía de la dirección del Espíritu. El Espíritu fue quien guió a Felipe a predicarle el evangelio al eunuco, y también fue el Espíritu quien arrebató a Felipe después de que éste le hubo predicado.
Es preciso que quede grabado en todos nosotros, y especialmente en los jóvenes, que en el Espíritu no existe tal cosa como un movimiento. El Espíritu debe tomar la iniciativa, el Espíritu debe hacer la obra, el Espíritu debe hablar e incluso el Espíritu debe ser nuestro vivir. Nosotros, quienes estamos en la iglesia, debemos ser completamente saturados del Espíritu y ser absolutamente uno con el Espíritu. De esta manera, todo lo que digamos será el hablar del Espíritu, todo lo que hagamos será una acción del Espíritu y cualquier obra que emprendamos será la obra del Espíritu. En el libro de Hechos no vemos ninguna clase de movimiento. Más bien, vemos la dirección, la obra y el hablar del Espíritu.
Estrictamente hablando, en todo el libro de Hechos sólo se celebró una conferencia, la cual se narra en Hechos 15. Esto es muy diferente de lo que vemos en el cristianismo actual donde se efectúan concilios o conferencias una tras otra para decidir qué hacer y adónde enviar a las personas. En el cristianismo se envía a las personas sólo con base en las decisiones tomadas en una conferencia. Esto es un movimiento. Sin embargo, en el libro de Hechos no vemos este tipo de conferencias. En Hechos los apóstoles no se reunían para discutir asuntos y tomar decisiones. No hacían preguntas tales como: “¿Dónde está la necesidad? ¿Adónde debemos ir? ¿A cuántos debemos enviar?”. No se hacía nada conforme a decisiones de iniciativa humana, sino que más bien todo era conforme al Espíritu viviente. La manera en que Pedro se comportaba y laboraba no dependía de Pedro, sino que se debía al Espíritu Santo. Asimismo, lo que Esteban y Felipe hicieron no era resultado de una decisión tomada en una conferencia. No, ellos estaban en el Espíritu, y el Espíritu tomaba la iniciativa en todas las cosas. Observamos lo mismo en el caso del apóstol Pablo. En Hechos 13 los profetas y maestros de Antioquía no convocaron una conferencia ni discutieron ciertos asuntos. No, ellos oraron y ayunaron, y mientras oraban, el Espíritu Santo les habló, diciendo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (13:2). Una vez más, no vemos que se hubiera discutido ningún asunto ni se hubiera tomado alguna decisión, sino que, en vez de ello, vemos el hablar del Espíritu Santo.
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