Hombre espiritual, El (juego de 3 tomos)por Watchman Nee
ISBN: 978-0-7363-0699-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La meta de la obra espiritual no es otra cosa que impartir vida al espíritu del hombre y edificar ese espíritu que tiene vida. Si la meta de nuestra obra no gira en torno al espíritu, la parte mas profunda del hombre, entonces nuestra obra no tendrá ningún valor ni fruto espiritual. Los pecadores no necesitan un cúmulo de pensamientos bonitos sino vida. Los creyentes no necesitan más conocimiento bíblico sino algo que alimente su vida espiritual. Si todo lo que tenemos es párrafos excelentes, ejemplos didácticos, explicaciones profundas, palabras sabias y razonamientos lógicos, entonces lo único que podremos darle a la mente del hombre será ideas para su mente, estímulos para sus emociones y fuerza para su voluntad. Después de mucho esfuerzo, la persona que nos escucha se irá tal como vino, con su espíritu amortecido. Un pecador no necesita mejores razonamientos ni más lágrimas ni resoluciones más firmes; lo que necesita es la resurrección de su espíritu. El creyente no necesita desarrollar su hombre exterior, sino la vida abundante que trae crecimiento a su espíritu. Si limitamos nuestra atención al hombre exterior y nos olvidamos del hombre interior, es decir, el espíritu del hombre, entonces, toda nuestra obra, aunque esté bien hecha y sea completa, con el tiempo estará vacía. Será como si no hubiésemos laborado, y aún peor, ya que habremos desperdiciado el tiempo.
Una persona puede ser conmovida, derramar lágrimas, confesar sus pecados, entender las doctrinas, comprender cuán razonable es la redención, interesarse en la religión, tomar decisiones, arrepentirse, registrarse en la lista de la congregación, leer la Biblia, orar, ser “avivada”, regocijarse y testificar; sin embargo, tal vez su espíritu aún no haya recibido la vida de Dios y puede estar tan muerta como antes. El alma del hombre puede hacer todas esas cosas sin notar si su espíritu está muerto o vivo. No menospreciamos todo eso, pero sabemos que si el espíritu no es vivificado, esas cosas son solamente las ramas y se secarán cuando salga el sol caliente. Cuando el espíritu es regenerado tal vez estén presentes estas expresiones en el alma; sin embargo, en lo más profundo de nuestro ser, recibimos una nueva vida que nos capacita para conocer a Dios y a Jesucristo, a quien El ha enviado. Si el espíritu no ha resucitado para poder conocer a Dios por medio de la intuición, ninguna obra tendrá resultados espirituales.
Tengamos en mente que se puede tener una “fe falsa” y una “regeneración falsa”. Muchos confunden “comprender” con “creer”. Comprender es solamente entender en la mente que una doctrina es lógica y creíble. Creer, en el sentido bíblico, es unirnos al objeto de nuestra fe. Creer que el Señor Jesús murió por nosotros es unirnos a El en Su muerte. Una persona puede entender la doctrina sin creer en el Señor Jesús. Prestemos atención al hecho de que el hombre no es salvo por medio de sus obras, sino por recibir la vida eterna al creer en el Hijo de Dios. El hombre necesita creer en el Hijo de Dios. Muchos “creen en la doctrina de la redención” pero no creen en el Redentor. Muchos han aceptado la validez de la sangre del Cordero, pero no la han aplicado a la puerta de su corazón. ¡La regeneración también puede ser falsa! La vida de muchos que se llaman cristianos se parece a la de los que son genuinamente regenerados. Son muy puros, piadosos y están dispuestos a ayudar a otros; saben orar, leen la Biblia con frecuencia, asisten a las reuniones y son muy estimados. Ellos se esfuerzan por guiar a otros a que crean en Cristo. Sin embargo, aunque poseen todas esas cosas y dicen que el Señor Jesús es su Salvador, les falta algo básico, no conocen a Dios por medio de su intuición. Pueden haber oído acerca de Dios y hasta hablar de El, pero no lo conocen personalmente. “Y las [ovejas] Mías me conocen ... y oirán Mi voz” (Jn. 10:14,16). Los que no conocen al Señor ni conocen Su voz, no son Sus ovejas.
Ya que la relación entre el hombre y Dios comienza cuando aquél es regenerado y se lleva a cabo en su espíritu, es allí donde todas nuestras obras deben centrarse. Si únicamente buscamos un éxito superficial, y nuestra meta es estimular a las personas para que sean fervientes, tarde o temprano veremos que no hay nada de Dios en nuestra obra. Una vez que conocemos la posición del espíritu, nuestra obra debe tener un cambio radical. En vez de laborar sin meta haciendo lo que pensamos que es bueno, debemos tener la meta clara de edificar el espíritu del creyente. Anteriormente hacíamos énfasis en lo natural, pero ahora debemos recalcar las cosas del Espíritu de Dios. El significado de la obra espiritual es simplemente que laboremos mediante el espíritu para vivificar el espíritu de otros. Todas las demás obras no son una obra espiritual genuina.
Si descubrimos que nada de lo que tenemos puede dar vida a otros, veremos cuán inútiles somos. Si no confiamos en nosotros mismos ni usamos nada nuestro, veremos en realidad cuán débiles somos y cuánto poder tienen nuestro hombre interior, nuestro nuevo yo y nuestra vida espiritual. Debido a que vivimos continuamente por la vida del alma, no sabemos hasta qué punto se haya debilitado nuestro espíritu. Si deseamos prescindir de toda ayuda de nuestra alma para depender sólo del poder del espíritu, nos daremos cuenta de que nuestra condición espiritual es pobre. Cuando nuestro propósito no es que otros entiendan con su mente, ni que simplemente sean conmovidos en su emoción, ni que usen su fuerza de voluntad, sino que su espíritu reciba vida, hallamos que nosotros no podemos darles vida a menos que el Espíritu Santo nos use. “Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn. 1:13). Si Dios no los engendra, ¡nosotros no podemos engendrarlos! Llegamos a comprender que toda la obra debe ser llevada a cabo por Dios y que nosotros somos vasos vacíos. Dentro de nosotros no hay nada que pueda engendrar a las personas, ni dentro del hombre hay nada que lo pueda engendrar; sólo Dios puede lograrlo al hacer brotar Su vida desde nuestro espíritu. Por lo tanto, la obra espiritual no es otra cosa que la obra que Dios mismo efectúa. Lo que no es hecho por Dios no puede considerarse una obra espiritual.
Debemos pedirle a Dios que nos revele esto, que nos permita ver el carácter de Su gran obra y que veamos que necesitamos Su gran poder para poder llevar a cabo Su obra. Entonces veremos que nuestras opiniones son necias y es absurdo confiar en nosotros mismos, ya que nuestras obras son simplemente obras muertas. Aunque muchas veces Dios en Su misericordia permite que nuestra obra tenga resultados que van mas allá de lo que merecemos, no debemos pensar que podemos continuar haciendo obras de esa índole. Nuestras obras son inútiles y peligrosas. La obra de Dios no puede llevarse a cabo en una atmósfera ferviente ni en un ambiente atractivo ni con pensamientos románticos ni imaginaciones poéticas ni opiniones idealistas ni sugerencias lógicas ni persuasiones convincentes ni por motivar ocasionalmente la voluntad de las personas para que tengan un celo perdurable. Si la obra espiritual se basa en nuestras imaginaciones y no en la realidad, ningún método producirá resultados. Nuestra obra es verdaderamente espiritual cuando hace que el espíritu del hombre sea regenerado y resucitado y que reciba una nueva vida, ya que eso solamente puede ser hecho por el poder de Dios, el mismo poder que levantó al Señor Jesús de entre los muertos.
Si no comunicamos la vida de Dios, no habrá alabanzas en los cielos. A pesar de que nuestra obra esté llena de razonamientos, emociones y palabras que pueden hacer que las personas tomen una decisión o aun si nuestra obra se opone a los razonamientos, las sensaciones y los estímulos, si ello no procede del espíritu en el cual mora el Espíritu Santo, nuestra obra no impartirá vida al hombre. Aunque el falso poder espiritual pueda producir resultados similares, no puede hacer que el espíritu amortecido del hombre reciba vida. Se pueden haber logrado muchas cosas, pero la meta de la obra espiritual no se habrá obtenido.
Si nuestra meta es impartir vida a otros, debemos usar el poder de Dios. Si utilizamos el poder del alma, fracasaremos. El alma puede estar viva (Gn. 2:7), pero no puede dar vida. “El Espíritu es el que da vida” (Jn. 6:63). El Señor Jesús es “el postrer Adán, [quien llegó a ser] Espíritu vivificante” (1 Co. 15:45). “Por cuanto derramó su vida [o alma] hasta la muerte” (Is. 53:12). Aquellos que son canales de la vida del Señor Jesús, también deben entregar su vida anímica a la muerte y laborar por la vida del espíritu para que los oyentes puedan ser regenerados. De no ser así, la vida del alma, aunque sea hermosa, no tiene el poder para dar a luz. Es imposible extraer poder de la vida natural para realizar cualquier obra espiritual. La antigua creación jamás ayudará a la nueva creación. Si recibimos revelación del Espíritu Santo y actuamos mediante Su poder, nuestra audiencia reconocerá su condición y permitirá que Dios vivifique sus espíritus. De lo contrario, lo que prediquemos llegará a ser un bello ideal que motivará a las personas temporalmente, pero en el futuro nada espiritual sucederá. Quien depende del poder del espíritu puede usar las mismas palabras, pero éstas llegarán a ser vida en los espíritus de los oyentes. Las palabras de aquel que depende del poder del yo no pasarán de ser ideales humanos. Además, la obra que se hace valiéndose del poder del alma hará que los oyentes exijan esos sentimientos e ideales; así que, buscarán a los que puedan proveerles esas cosas. Si uno es ignorante, pensará que eso es un éxito espiritual, ya que ha logrado que muchas personas lo sigan, pero el que tiene conocimiento espiritual, sabe que esas personas no tienen vida en su espíritu, porque su espíritu no ha sido todavía tocado. Esta clase de obra realizada en la esfera religiosa es como el opio o el alcohol para el cuerpo físico. El hombre necesita la vida, no ideales ni estímulos. Por lo tanto, el creyente no tiene otra responsabilidad que consagrar su espíritu como vaso para el uso de Dios y entregar a la muerte todo lo que sea del yo. Dios puede usar grandemente a Sus hijos como canales de vida para que los pecadores reciban la salvación y para que los santos sean edificados; sin embargo, algunos bloquean sus propios espíritus o les dan a otros solamente lo que tienen en sí mismos. Así que la audiencia sólo recibe los pensamientos, los razonamientos y las emociones del obrero. Después de un largo sermón, los oyentes no reciben al Señor como Salvador para que su espíritu amortecido sea vivificado. Si comprendemos que nuestra meta es colaborar para que el espíritu de otros reciba vida, nosotros mismos debemos tener la debida preparación, es decir, si perdemos nuestra alma y dependemos de nuestro espíritu, veremos que las palabras que el Señor habla por nuestra boca “son espíritu y son vida”.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.