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Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6314-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 17 Sección 4 de 4

DEBEMOS SER RESTRINGIDOS EN NUESTROS AFECTOS
AL TENER CONTACTO CON LAS PERSONAS

El hombre tiene toda clase de sentimientos. Si no visitamos a una persona, es fácil no enojarnos con ella. Las personas se molestan unas con otras cuando se ven con mucha frecuencia. La mejor forma de evitar molestarnos con alguien es dejar de verlo. Después que una pareja se casa, el esposo y la esposa a veces se molestan entre sí debido a que se ven con tanta frecuencia, y algunos matrimonios finalmente terminan en divorcio. Podemos ver este mismo principio cuando tenemos contacto con las personas. Cuando tenemos contacto unos con otros, desarrollamos diferentes clases de sentimientos.

Cuando tocamos por primera vez a la puerta de una casa, es posible que quien vive allí nos abra la puerta, pero muestre un semblante frío y poco amistoso. Sin embargo, poco a poco después de tocar a su puerta varias veces más, terminaremos bautizándolo. De este modo, la relación entre él y nosotros cambia. En lugar de mostrarnos un rostro frío, se mostrará agradecido con nosotros. Sentirá que no sólo mostramos gracia y amor para con él, sino que además le dimos al Señor, la verdad de la Biblia, luz, vida y paz. Además, continuamos visitándolo cada semana, especialmente después de su bautismo. Es natural que en él vayan desarrollándose ciertos sentimientos para con nosotros. Algunas personas han desarrollado sentimientos y afectos particularmente fuertes; incluso algunos han querido darnos todo lo que tienen. Nos han preparado empanaditas orientales, nos han dado diferentes cosas y hasta nos han sugerido ir de picnic con ellos. Por lo tanto, debemos lanzar una advertencia al respeto. Es bueno tener sentimientos, pero dichos afectos no deben surgir de nuestro ser natural. Los sentimientos son aceptables, pero debemos evitar los afectos naturales. Los sentimientos surgen del amor mutuo. Podremos sentir que alguien no es solamente un hombre, sino también un hermano en el Señor, y no sólo eso, somos los que hemos engendrado a este hermano en el Señor. Es cierto que tendremos sentimientos para él. Sin embargo, ahí debe detenerse. No debemos tener un afecto natural por él, pues si éste es el caso, habrá problemas.

En el Antiguo Testamento los sentimientos apropiados pueden ser comparados con el olíbano que se añadía a la ofrenda de harina (Lv. 2:1). Esto es lo que Dios desea. El olíbano es una especie de fragancia, pero el afecto natural corresponde a la miel en la ofrenda de harina, lo cual era algo que Dios no deseaba (v. 11). A Dios le agrada el olíbano mas no la miel. Esto se debe a que el olíbano no se corrompe, pero la miel sí se fermenta. Esto es lo que nos muestra el tipo en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento el amor de Dios puede ser comparado al olíbano, mientras que el afecto natural humano es miel, la cual se fermentará y causará problemas. Por lo tanto, cuando tocamos a las puertas para contactar a las personas, debemos guardar ciertos límites.

No obstante, debemos ser equilibrados; algunos han dicho que por mucho que tocaron a las puertas, las puertas no se les abrieron, y si se abrieron las puertas, los corazones permanecieron cerrados. Sin embargo, otros obtuvieron resultados positivos puerta tras puerta. Según su informe, todas las puertas a las cuales tocaron se les abrieron, o en uno de los nuevos hogares bautizaron a las personas y ahora tienen reuniones. Estas dos respuestas nos muestran dos extremos, es como hablar del clima tropical y el clima polar. De los resultados de nuestro estudio, hemos descubierto que los hermanos y hermanas que están “en los polos” salieron a tocar a las puertas con un rostro helado. Sus rostros eran inexpresivos. Cuando las personas abren la puerta y ven un rostro que parece un iceberg, ¿cómo pueden evitar sentirse aterrorizadas? No debemos tocar a las puertas de esa manera. Cuando salgamos, debemos ser “ardientes”. Incluso antes que las personas vengan a abrirnos la puerta, debemos estar sonriendo y regocijándonos. Entonces cuando nos abran la puerta, las personas se calentarán. De este modo, será normal que tengamos éxito.

Primeramente debemos entrenar nuestro carácter. Si a alguien le resulta difícil “calentarse”, debe mudarse de los “polos” a la zona “ecuatorial” para calentarse con el aire cálido. Si alguien toca a las puertas de esta manera, no habrá ni una sola puerta que no se abra. Éste es el punto principal de lo que venimos diciendo. Cuando salgamos a laborar, bien sea tocando a las puertas o visitando los hogares, debemos calentar a las personas pero no demasiado. Permitir que las personas tengan una relación muy cercana con nosotros no es apropiado, porque cuando esta clase de sentimiento surge, el afecto natural viene después. Los sentimientos son admisibles, mas no el afecto natural.

Cuando somos demasiado cálidos, debemos salir por un momento al frío para enfriarnos. Es correcto tener un sentimiento de amor hacia otros —incluso podemos acompañarlos a un picnic— pero en todo lo que hagamos, debe haber un límite. No podemos caer en el afecto natural. La razón por la cual decimos esto es que debemos avanzar con nuestra obra. Si caemos en el afecto natural, lo que hayamos logrado con todos nuestros esfuerzos pasados se reducirá a la nada. Es por ello que debemos prestar especial atención a este asunto.

(Mensaje dado el 9 de abril de 1987 en Taipéi, Taiwán)


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