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Levantarnos para predicar el evangeliopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8726-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 7 Sección 2 de 5

A ENGENDRAR LE SIGUE
EL NUTRIR Y ENSEÑAR

Un niño nacido a término nace después de estar en el vientre de su madre por nueve meses, pero los doctores también saben que un niño nacido después de tan solo seis meses y medio también puede vivir. No obstante, sea que un niño nazca a término o de forma prematura, morirá si usted lo descuida después del nacimiento. El error que cometemos en lo que practicamos hoy en día es que descuidamos de las personas después de bautizarlas, del mismo modo que alguien podría descuidar de un niño después del nacimiento. Engendrar pero no nutrir es nuestra mayor falta.

Después que un niño nace, él tiene que ser nutrido para que crezca apropiadamente. Cuando mi hija menor tuvo su primer niño, tanto mi esposa como yo estábamos muy contentos cuando fuimos al hospital para verlos. Esperábamos que el niño estuviese saludable y gordito. Pero cuando fuimos a la guardería, hallamos que era muy pequeño. Mi esposa y yo nos miramos, pensando: “¿Cómo puede sobrevivir este bebé? ¿Habrá alguna esperanza de que viva?”. Sin embargo, hoy él ha crecido muy bien; es alto y fuerte, y ganó el primer lugar en fútbol escolar. Aunque nació débil, hoy en día está saludable y fuerte porque cuidaron de él apropiadamente y lo alimentaron de modo que creció hasta ser un niño tan grande. En estatura, peso y fuerza, él sobrepasa muchos de su edad. Por ende, el nutrimiento es un asunto muy importante.

Un niño, después de nacer, no sólo debe ser nutrido, sino también instruido. De este modo, él puede crecer y convertirse en un adulto. Por lo tanto, después que una persona es bautizada, lo primero que debemos hacer es concertar un acuerdo, diciendo: “De ahora en adelante te visitaremos frecuentemente en tu hogar, llevando la reunión a ti”. Usted entonces debe ser fiel en alimentarlo, en visitarlo cada semana, cincuenta y dos veces al año, después de su bautismo. Si usted pone en práctica esta manera de proceder, ¿cree usted que esta persona que ha sido bautizada será salva o no? Alguien podría decir: “Él no era salvo cuando fue bautizado, pero fue salvo luego del bautismo mediante nuestro nutrimento y nuestra enseñanza hasta que estuvo claro”. Es posible que él haya estado claro acerca de la salvación sólo después de cierto tiempo, pero su necesidad de llegar a estar claro es meramente el criterio de usted. A los ojos de Dios, no existe tal criterio. La Palabra de Dios dice que si el evangelio es predicado a un pecador, y él lo recibe, se arrepiente, confiesa, cree en el Señor Jesús y también ora, entonces a los ojos de Dios, él es salvo. Su espíritu ha sido regenerado.

En realidad, la verdad acerca de la salvación no es sencilla. Según la Biblia, la salvación es bastante complicada; ésta conlleva un procedimiento, un proceso. Existe la salvación del espíritu (Jn. 3:5-6), la salvación del alma (1 P. 1:9) y la salvación del cuerpo (Fil. 3:21; Ro. 8:23). Si usted me pregunta hoy: “¿Ha sido usted salvo?”, yo tendría que preguntarle qué quiere decir. Mi espíritu ya ha sido regenerado y salvo, mi alma está experimentando la transformación en el proceso de la salvación, pero mi cuerpo todavía es el cuerpo de un viejo hombre chino sin cambio alguno, y aún no ha sido salvo. En esta era podemos recibir la salvación de nuestra alma. La salvación y redención de nuestro cuerpo no se llevarán a cabo hasta que el Señor Jesús regrese. En aquel momento nuestra salvación estará completa.

CONCERTAR UN ACUERDO
CON UNO QUE HA SIDO SALVO RECIENTEMENTE
PARA ESTABLECER UNA REUNIÓN EN SU HOGAR

Cuando alguien escucha el evangelio, se arrepiente, confiesa, ora, invoca el nombre del Señor y recibe al Señor, esto es el comienzo de su salvación. Sin embargo, no podemos detenernos allí. Más bien, tenemos que seguir alimentándolo y enseñándolo, de modo que no permitamos que permanezca en su condición original. De inmediato tenemos que cuidar de él y nutrirlo, de la misma forma que lo haríamos con un niño luego que nace. Si esperamos algunos días para cuidar de un recién nacido, él morirá. Del mismo modo, después que alguien es bautizado, tenemos que hacer una cita con él de inmediato dentro de una semana a fin de establecer cierto día para visitarlo y nutrirlo semanalmente. Esto es concertar un acuerdo con él.

Después de esto, tenemos que conducirlo a que abra su hogar para las reuniones. Esto es un asunto que tenemos que ayudar a otros a hacer. A medida que le hablamos a los nuevos, tenemos que conducirlos a que abran sus hogares para las reuniones. Éste es un paso muy importante que hemos descuidado en el pasado. Anteriormente, nuestro énfasis era meramente contactar y ganar a un individuo. Ahora hemos visto que lo más fiable no es ganar un individuo, sino ganar su familia. El ámbito de ganar un individuo es demasiado estrecho; ganar una familia es algo mucho más amplio. Por ende, después de estudiar mucho durante este tiempo, concluimos que la unidad en la cual debemos ganar personas no es el individuo, sino la familia. También hemos visto que esto está en conformidad con la enseñanza hallada en la Biblia.

En el Antiguo Testamento la salvación que Noé recibió no fue la salvación de un individuo, sino de su familia de ocho personas. El día de la pascua, los israelitas no tuvieron un cordero por persona, sino un cordero por familia. En el Nuevo Testamento el Señor le dijo a Zaqueo: “Hoy ha venido la salvación a esta casa” (Lc. 19:9). El carcelero filipense le preguntó a Pablo: “¿Qué debo hacer para ser salvo?”. Pablo dijo: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y tu casa” (Hch. 16:30-31). Además, en el ejemplo de Cornelio, el ángel le dijo: “Envía hombres [...] y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa” (11:13-14). Estos ejemplos indican que Dios considera la casa, la familia, de un creyente como la unidad completa de salvación.

No llevamos a cabo una obra evangélica adecuada en el pasado porque considerábamos al individuo como la unidad de salvación. Por consiguiente, sufrimos pérdida. De ahora en adelante tenemos que considerar la casa como la unidad. Cuando contactamos a las personas, contactamos no sólo al individuo, sino también a su familia. Cuando llamamos a las puertas, tocamos no sólo a las puertas de los corazones de los hombres, sino también a las puertas de las casas. Necesitamos que ésta siempre sea nuestra meta. Después que una persona sea bautizada, lo que hablemos con ella debería enfatizar la apertura de su hogar para las reuniones. Éste es el secreto que tenemos que aprender con relación al evangelio. Que el Señor tenga misericordia de nosotros en este tiempo de modo que, a través de este secreto, todos nosotros podamos llegar a estar avivados.

En cuanto un hogar se abra para una reunión, necesitamos aprovechar la oportunidad para establecer un tiempo para la siguiente reunión. Cualquier persona que nos abre la puerta de su hogar está dispuesta a hablar con nosotros y desea que volvamos a visitarlo. No importa si tal persona sólo trata de ser educada; siempre y cuando diga: “Regresen cuando tengan tiempo”, eso es suficiente. Debemos sencillamente sujetarnos a esta palabra y aprovechar la oportunidad para establecer un tiempo con él, diciendo: “Sí, no solamente estamos dispuestos a regresar, sino que nos gustaría regresar muchas veces más. ¿Podemos determinar un tiempo ahora mismo?”. De este modo, el tiempo queda establecido. Con un tiempo establecido, ese hogar podría considerarse como uno abierto. Por lo tanto, la primera visita tiene como objetivo ganar una persona en un sentido individual, pero después que ha sido ganada, deberíamos inmediatamente establecer un tiempo para reunirnos de nuevo en su hogar, para abrir su hogar de modo que podamos dar un paso adicional con miras a ganar toda su familia. Tenemos que practicar este asunto hasta que lleguemos a ser diestros.

Recientemente, un hermano de cierta localidad testificó que solamente cerca de setenta personas salieron a llamar a las puertas, pero dentro de unos pocos días ellos visitaron quinientos hogares. Los hermanos de otra localidad cercana visitaron más hogares, sobre mil. Aunque todos oraron, los hermanos no tuvieron la confianza para bautizarlos. No es que esas personas carecían de fe; más bien, los que les predicaron el evangelio no tenían el conocimiento ni la fe. Ésta es nuestra condición lamentable. Siempre estamos a la espera que alguien dé testimonio acerca de una persona, que alguien la recomiende; sólo entonces nos sentiremos con confianza para bautizarla, pues consideramos que ésta es la manera segura de proceder. En realidad, si es segura o no lo es no es algo que depende de los testimonios de otros, sino completamente de la cooperación que rendimos al Señor y de la gracia y misericordia del Señor. Por lo tanto, siempre y cuando una persona crea y ore, deberíamos bautizarla de inmediato. Si usted dice: “Es posible que bauticemos a una persona falsa”, yo le respondería: “Después del bautismo, con el tiempo hallamos que muchos son reales; mientras que, después de cierta demora, hallamos que los verdaderos que ustedes no quisieron bautizar resultan ser falsos”. El bautismo no es un asunto insignificante; es un asunto de vida o muerte. Cómo una persona resulta ser depende de su bautismo. Por lo tanto, necesitamos saber qué hacer y cómo hacerlo apropiadamente. Lo que los chinos consideran como el tiempo ideal para cocinar algo es muy importante. Del mismo modo, usted tiene que aprovechar la oportunidad para bautizar a una persona. Luego, después del bautismo, usted tiene que establecer un tiempo con ella. En cuanto se decida el tiempo de la reunión, el hogar de esta persona está abierto, y entonces se presenta la oportunidad para ganar su familia.


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