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Cristo es contrario a la religiónpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-1012-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 14 Sección 3 de 5

LOS HERMANOS DEL SEÑOR

Jesús dijo a las mujeres: “Id, dad las nuevas a Mis hermanos” (v. 10). Aquí vemos un nuevo calificativo: “Mis hermanos”. Los religiosos siempre consideran que lo máximo es ser siervos del Señor, o para usar un término más íntimo, “los hijos del Señor”. Pero el Señor mismo se refirió a nosotros llamándonos Sus “hermanos”. Este es un rasgo de la nueva era. Jesús es nuestro Hermano y nosotros somos Sus hermanos. Aquel día los discípulos iban al encuentro de Su Hermano. En cierto sentido, no iban al encuentro de Su Señor o de su Amo, sino de su propio Hermano. ¿Alguna vez han alabado al Señor de esta manera? ¿Han dicho alguna vez: “Señor, cuánto te alabamos por ser nuestro Hermano”? Temo que si alabaran al Señor de esta manera en cualquier servicio cristiano hoy en día, los religiosos rápidamente los callarían y los calificarían de irreverentes. ¡Aleluya, Jesús nos llamó Sus hermanos! El tiene la vida del Padre y nosotros también. Ya no somos solamente Sus discípulos y sus siervos, sino Sus propios hermanos. Lo que El es, nosotros somos, y lo que nosotros somos, El es. El es el Hijo de Dios, y nosotros también somos los hijos de Dios. El es nuestro Hermano, y nosotros también somos Sus hermanos. Asistimos a la reunión de los hermanos. ¡Qué maravilloso!

CRISTO SE OPONE AL DINERO

Inmediatamente después de haber descubierto que Cristo había resucitado, los religiosos ejercieron su poder: “...He aquí unos de la guardia entraron en la ciudad, y dieron aviso a los principales sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido. Y reunidos los principales sacerdotes con los ancianos, y habiendo tenido consejo, dieron mucho dinero a los soldados, diciendo: Decid vosotros: Sus discípulos vinieron de noche, y lo hurtaron estando nosotros dormidos. Y si esto lo oye el gobernador, nosotros le persuadiremos, y os pondremos a salvo de preocupaciones. Y ellos, tomando el dinero, hicieron como se les había instruido...” (vs. 11-15). Con dinero y por dinero se puede hacer todo. Los religiosos ejercieron su poder para sobornar al pueblo. El poder de la religión actual radica en el dinero. Sin embargo, observe lo que el Señor Jesús dijo a Sus discípulos. El no dijo: “Todo el oro y la plata me ha sido dada. ¡Por tanto, id!” El no dijo eso; tampoco dijo: “Estos religiosos tienen mucho dinero, pero yo tengo más”. ¡No! Antes bien, dijo: “Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id...” (vs. 18-19). En realidad, lo que El estaba diciendo, era: “Vayan con esto. No vayan con dinero, sino con Mi autoridad”. Actualmente en el cristianismo se habla constantemente de dinero. ¡Eso es una vergüenza! Día tras día en la radio, al final de cada programa religioso, se pide dinero. Cristo es incompatible con la religión, y también se opone al dinero. A Cristo no le interesa el dinero, y a la iglesia tampoco debería interesarle.

UNA CONFERENCIA DE TRES VERSICULOS

Nuestra naturaleza y perspectiva religiosa nos hacen pensar que la reunión que efectuó el Señor Jesús con Sus discípulos en el monte de Galilea después de Su resurrección, debía ser muy larga e incluir un mensaje que abarcara varios capítulos de la Biblia. Todos sabemos que después de Su resurrección, el Señor ascendió a los cielos, y podríamos pensar que El tenía que dar muchas instrucciones y reglamentos a Sus discípulos a fin de que ellos las observaran en Su ausencia. Quizás pensemos que El debía dictar los estatutos, credos, doctrinas y requisitos para nombrar ancianos, elegir diáconos, establecer iglesias locales, etc. Yo pensaría que el Señor Jesús debía programar tres semanas de conferencia con Sus discípulos. Pero para nuestro asombro, en lugar de una conferencia de tres semanas, sólo hubo una conferencia de tres versículos, la cual se halla relatada en Mateo 28:18-20: “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todo cuanto os he mandado; y he aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta la consumación del siglo”. Esta fue la primera conferencia después de la resurrección de Cristo, la primera conferencia de la iglesia.


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