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Pláticas adicionales sobre el conocimiento de la vidapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7126-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 15 de 21 Sección 2 de 7

En el aspecto negativo,
se quita el pecado del hombre

¿Cómo vivifica Dios nuestro espíritu? En el aspecto negativo, Él quita el factor que causó que nuestro espíritu fuese sumido en muerte. La muerte es un fruto del pecado. Puesto que la muerte es la consecuencia del pecado, el pecado es la causa de la muerte. A fin de resolver el problema de la muerte, es imperativo que la causa del pecado sea quitada. Puesto que la fuente y causa de la muerte es el pecado, Dios envió al Señor Jesús para que derramara Su sangre por nosotros en la cruz a fin de que nuestros pecados fuesen quitados y nosotros fuésemos limpiados.

En el aspecto positivo,
el hombre recibe la vida de Dios

En el aspecto positivo, Dios puso Su vida en nuestro espíritu por Su Espíritu, el cual vivificó nuestro espíritu, que estaba sumido en muerte. Ahora el Espíritu mora en nuestro espíritu para que nuestro espíritu no sólo sea vivificado, sino también fortalecido. No sólo tenemos al Espíritu, sino también la vida de Dios. En otras palabras, nuestro espíritu no sólo fue vivificado, sino que el elemento de la vida de Dios también le fue añadido. Por consiguiente, a pesar de que fuimos creados sin la vida de Dios, ahora poseemos la vida de Dios en nuestro espíritu.

Algunos maestros cristianos dicen que la salvación consiste en ser recobrados a nuestra condición original antes de la caída. ¿Es correcto decir que la salvación equivale a recobrar lo que Adán perdió, es decir, recobrar al hombre a su condición original antes de la caída? Muchos dicen, predican, creen y reciben una clase de enseñanza que sugiere que Adán sólo se tropezó y que al caer soltó y perdió todo lo que llevaba en las manos. Ellos hablan de esa manera acerca de nuestra salvación, y ésta se presenta meramente como un recobro de las cosas que perdimos cuando nos tropezamos y caímos. Además, se describe nuestro cuerpo como si éste hubiera quedado cubierto de polvo cuando caímos y que, por tanto, la salvación del Señor Jesús consiste en quitar el polvo de nuestro cuerpo.

Este asunto requiere que lo examinemos detenidamente. Cuando el hombre fue creado por Dios, él no tenía la vida de Dios ni al Espíritu en su interior. Sin embargo, antes de la caída él no tenía pecado, y su espíritu humano era viviente, sin ser afectado por el pecado o la muerte. En nuestra salvación la sangre del Señor nos limpia de nuestros pecados, y Dios vivifica nuestro espíritu, quitando la muerte y restaurándonos a nuestra condición original en la creación antes de la caída. Él también puso en nuestro espíritu Su vida y Su Espíritu, de tal modo que ahora un nuevo elemento se nos ha añadido. Quisiera preguntarles: ¿Qué es mejor, la condición de Adán en el huerto del Edén antes de la caída o nuestra condición después de nuestra salvación? Nuestra condición después de nuestra salvación no es simplemente la misma que tenía Adán en el huerto del Edén, sino que es aún mejor porque tenemos un tesoro que Adán no tenía: tenemos la vida de Dios y el Espíritu está en nosotros. Éste es un punto muy crucial. Nuestro espíritu no sólo fue vivificado, sino que además de ello, la vida de Dios y el Espíritu entraron a nuestro espíritu.

Renueva el corazón del hombre

Cuando Dios vivifica nuestro espíritu, al mismo tiempo renueva nuestro corazón. Nuestro corazón está relacionado con el deseo, con la disposición. Nuestro espíritu está relacionado con el poder, con la capacidad. Si Dios simplemente regenerara y renovara nuestro espíritu sin renovar nuestro corazón, nuestro espíritu podría contactar a Dios, pero nuestro corazón no aprobaría esto ni estaría dispuesto a hacerlo. Por lo tanto, cuando Dios nos regenera, al mismo tiempo renueva nuestro corazón para que esté dispuesto a tener comunión con Él y lo reciba cuando nuestro espíritu contacte a Dios.

LA SALVACIÓN QUE DIOS EFECTÚA EMPIEZA
A PARTIR DEL ESPÍRITU HUMANO,
Y LUEGO SE PROPAGA
AL ALMA Y DESPUÉS AL CUERPO

La salvación que Dios efectúa se propaga de adentro hacia fuera. ¿Cuál es el proceso relacionado con esta propagación? En primer lugar, Dios entra en nuestro espíritu para vivificarlo, luego se extiende a cada parte de nuestra alma y, finalmente, se extiende a nuestro cuerpo. La salvación que Dios efectúa empieza a partir del centro y se extiende hasta alcanzar la circunferencia de nuestro ser. El espíritu es el centro del hombre, el alma rodea el espíritu y el cuerpo está fuera del alma. Cuando Dios viene a salvarnos, Él entra en nuestro espíritu. Él vivifica nuestro espíritu en el centro y luego se extiende desde el centro hacia afuera. Cuando lanzamos una piedra en el agua, se forman ondas que se propagan del centro a la circunferencia. Dios “lanza” Su Espíritu, al igual que una piedra, en nuestro espíritu. Una vez que el Espíritu entra en nuestro espíritu, el centro de todo nuestro ser se despierta, y la vida de Dios empieza a propagarse hacia afuera hasta llegar a cada parte de nuestra alma —mente, parte emotiva y voluntad— y, finalmente, se extiende hasta alcanzar nuestro cuerpo. Cuando el Señor Jesús regrese, el poder propagador de la vida de Dios habrá hecho que la vida de Dios se haya extendido plenamente en nosotros hasta hacerla manifiesta. Esto será la transfiguración de nuestro cuerpo.

La salvación que Dios efectúa involucra estos tres pasos de renovación: primero renueva nuestro espíritu; segundo, se extiende hacia afuera para renovar nuestra alma; y tercero, se extiende aún más hasta renovar nuestro cuerpo. Cuando el Señor Jesús regrese, es decir, cuando ocurra nuestro arrebatamiento y transfiguración, nuestro cuerpo será completamente renovado. Por lo tanto, la obra de renovación en la salvación que Dios efectúa opera de adentro hacia afuera.


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