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Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4619-1
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CAPÍTULO QUINCE

CONOCER EL PODER
DE SU RESURRECCIÓN

En este mensaje continuaremos examinando Filipenses 3:10, uno de los versículos más importantes del Nuevo Testamento. Este versículo habla de cuatro cosas: conocer a Cristo, conocer el poder de Su resurrección, conocer la comunión de Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte. Por lo tanto, en este versículo se incluyen estas cuatro cosas: Cristo, el poder de Su resurrección, la comunión en Sus padecimientos y el ser configurados a Su muerte.

No son muchos los cristianos que tienen un entendimiento apropiado del poder de la resurrección de Cristo ni de la comunión de Sus padecimientos. Muchos incluso saben muy poco de Sus padecimientos, pues sólo saben que Él padeció durante Su crucifixión. Sin embargo, este versículo habla de padecimientos, no de un padecimiento. Conocer a Cristo, conocer el poder de Su resurrección, conocer la comunión de Sus padecimientos y ser configurados a Su muerte, todo ello, está relacionado con nuestra experiencia de Cristo. Si hemos de experimentar a Cristo, debemos conocerle. Conocerlo a Él depende de la medida en que conozcamos el poder de Su resurrección y la comunión de Sus padecimientos. Por consiguiente, conocer el poder de Su resurrección y la comunión de Sus padecimientos es vital a fin de conocerle.

El Nuevo Testamento revela claramente que la resurrección, sobre todo la resurrección de Cristo, está relacionada con la muerte. Sin la muerte, la resurrección no es necesaria y, por tanto, no tiene la oportunidad de manifestarse. A fin de conocer el poder de la resurrección, es necesario que entremos en una situación de muerte y permanezcamos allí. Puesto que es necesario estar en la muerte a fin de conocer el poder de la resurrección, debemos entender primeramente qué significa estar en la muerte.

UNA VIDA CRUCIFICADA

Para entender esto, debemos examinar la vida del Señor Jesús tal como se halla escrita en los cuatro Evangelios. Los Evangelios no son simplemente un relato que contiene historias, lecciones, enseñanzas o ejemplos, sino el relato de una persona que es nuestra vida. Según el relato de los Evangelios, Su vida fue una vida crucificada. Cristo no sólo fue crucificado cuando fue puesto en la cruz, sino que aun antes de ello, Él vivió bajo la cruz. En otras palabras, Él continuamente llevó una vida crucificada. Esto significa que Él siempre se entregó a la muerte de cruz a fin de ser terminado. Así pues, Cristo fue continuamente crucificado; sin embargo, Él vivía.

Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. En este versículo hay tres palabras muy significativas: “ya no [...] mas”. Por consiguiente, Pablo dijo: “He sido crucificado con Cristo, así que ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí”. Ser crucificado es ser terminado e inmolado. Aunque Pablo había sido crucificado juntamente con Cristo, él continuaba viviendo; no obstante, no era Pablo quien vivía sino Cristo. Las palabras “ya no [...] mas” es la vida cristiana.

LA NECESIDAD DE DOS VIDAS

El misterio de la vida cristiana está relacionado con el hecho de que tanto Cristo como nosotros poseemos dos vidas, la vida divina y la vida humana. Cristo era Dios, pero un día se hizo hombre. Como Dios, Él poseía la vida divina; y como hombre, poseía la vida humana. Por lo tanto, Jesús era un Dios-hombre, una persona que poseía la vida divina y la humana. Ahora les pregunto: ¿Era la intención de Dios que Cristo en Su vivir expresara la vida humana o la vida divina? La respuesta es que Dios deseaba que Cristo expresara la vida divina en Su vida humana. Para entender esto, nos ayudará hacer otra pregunta: ¿Era la intención de Dios que Cristo expresara Su humanidad o Su divinidad? La respuesta a esta pregunta es que Dios quería que Cristo expresara la divinidad en Su humanidad por medio de la vida divina. Dios únicamente puede ser expresado mediante la vida divina. Por ejemplo, un gato no puede expresar un pájaro porque un pájaro sólo puede ser expresado mediante la vida de un pájaro. De la misma manera, la vida humana no puede expresar a Dios. Esperar que Dios sea expresado mediante la vida humana es como esperar que un gato pueda expresar un pájaro. Un gato no puede expresar un pájaro porque no posee la vida propia de un pájaro. Asimismo, un hombre no puede expresar a Dios si no posee la vida de Dios. La intención de Dios era que Cristo lo expresara mediante la vida divina. Sin embargo, Dios quiere expresarse en el hombre. Dios no está satisfecho expresándose únicamente en Sí mismo. Dios ama al hombre y desea expresarse en él.

Una vez más, usemos como ejemplo la relación entre el esposo y la esposa. Todo esposo desea ser expresado, no en sí mismo sino en su esposa. Por lo tanto, el secreto para ser una buena esposa es que ella sea la expresión de su esposo. Por ejemplo, a mí me encanta comer empanadas chinas. Sin embargo, no me gusta decir esto; sino que prefiero que mi esposa lo diga por mí. Eso muestra que yo deseo ser expresado por medio de mi esposa. Si ella no me expresa a mí, yo me siento desilusionado y descontento. Así como un esposo desea expresarse, no en sí mismo, sino en su esposa, también Dios desea expresarse, no en Sí mismo, sino en el hombre. Éste no es un concepto mío, sino un concepto de la Biblia, donde se asemeja la relación entre Dios y el hombre a la relación entre el esposo y la esposa. Las esposas necesitan aprender un secreto: conocer lo que está en el corazón de sus esposos y expresarlo. Si a su esposo le gustan las empanadas chinas, no simplemente les cuente a los demás que a él le gusta esa comida; en vez de ello, diga: “A nosotros nos gustan las empanadas chinas”. Esto complacerá muchísimo a su esposo. Cada vez que mi esposa dice esto, mi corazón salta de gozo. Esto muestra cuánto deseo expresarme por medio de ella. De igual manera, Dios desea expresarse en el hombre.

A fin de que Dios pueda expresarse en el hombre, se necesitan dos vidas, una vida que lo exprese a Él y otra vida que le sirva de canal para esta expresión. Eso significa que una vida es necesaria para expresar a Dios y otra para ser el canal. Al escuchar esto, algunos dirán: “Eso no es lógico porque expresar es lo mismo que ser el canal, y ser el canal es lo mismo que expresar”. Sin embargo, hay una diferencia aquí; es imposible que la vida humana exprese a Dios, así como es imposible que la vida de un gato exprese un pájaro. Es imposible que la vida del hombre exprese a Dios, así como es imposible que la vida de un gato exprese un pájaro. Únicamente la vida divina, la vida de Dios, puede expresar a Dios. Sin embargo, Dios desea que esta expresión se lleve a cabo en el hombre. Aunque la vida humana no puede expresar a Dios, ella es necesaria para que se lleve a cabo dicha expresión. Como ya hemos mencionado, el Señor Jesús poseía dos vidas: la vida divina y la vida humana. La vida divina expresaba a Dios y la vida humana llevaba a cabo dicha expresión.

Hemos visto que únicamente la vida divina tiene la capacidad de expresar a Dios. También hemos visto que Dios no quiere expresarse en Sí mismo sino en el hombre. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, todos podían ver que Él era un hombre; pero muy pocos se dieron cuenta de que Dios estaba escondido en Su interior. Dios no quería que Jesús se expresara a Sí mismo, sino que expresara a Dios. Por lo tanto, a fin de que Jesús expresara a Dios, Él tenía que negarse a Su vida humana al entregarla constantemente a la muerte de cruz. En otras palabras, Él tenía que llevar una vida crucificada. Aunque continuamente era crucificado, con todo, Él vivía; mas quien vivía no era Él sino Dios. Mientras Jesús llevaba una vida crucificada, dicha vida le proporcionaba a la vida divina la oportunidad de manifestarse para que Dios fuera expresado. El poder de la resurrección de Cristo necesitaba la muerte que ponía fin a la vida natural de Cristo. El Señor Jesús tuvo que entregar a la muerte Su vida natural. Cuando esto ocurría, entonces la vida divina tenía la oportunidad de actuar. Esto nos muestra el poder de la resurrección de Cristo.


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