Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7796-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Si leemos cuidadosamente el Nuevo Testamento, veremos que lo ocurrido en estas dos ocasiones, en el día de Pentecostés y en la casa de Cornelio, es llamado el bautismo en el Espíritu Santo. No existe una tercera ocasión. Los otros casos no corresponden al bautismo, sino a la experiencia del bautismo que ya había sido realizado. El bautismo en el Espíritu Santo fue efectuado antes que naciéramos. Lo que necesitamos es simplemente participar de este bautismo que ya se efectuó en el Cuerpo. Cristo murió por todos nosotros una vez y para siempre. Conforme al mismo principio, Cristo como Espíritu introdujo Su Cuerpo en Sí mismo una vez y para siempre.
¿Cree usted que bautizar a las personas en agua simplemente significa sumergirlas en agua? Ciertamente que no. Eso es simplemente una señal física; la realidad de ello es que estamos introduciéndolas en Cristo. A esto se refería Pablo cuando dijo: “Todos [...] hemos sido bautizados en Cristo Jesús” (Ro. 6:3), y “todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Cuando bautizamos a las personas en agua, necesitamos tener fe en nuestro espíritu para comprender que estamos introduciéndolas en Cristo. El bautismo en agua no es más que una señal externa de esto.
La Cabeza ascendida, después de ser investida por el Padre, regresó en la forma del Espíritu. Como Cabeza del Cuerpo, Él fue el Bautizador; y como Espíritu, introdujo el Cuerpo en Sí mismo. El Cuerpo está compuesto por todos los escogidos de Dios, aquellos a quienes Dios marcó en la eternidad pasada. El día de Pentecostés y en la casa de Cornelio, Cristo los introdujo a todos ellos en Sí mismo. Todos fuimos bautizados allí; todos fuimos introducidos en Cristo. Sea que hablemos en lenguas o no, estamos en Cristo. Yo conozco a muchos que nunca han hablado en lenguas, pero tienen plena certeza de que han sido bautizados en Cristo. ¡Aleluya! En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo.
Pero eso no es todo. La primera parte de 1 Corintios 12:13 dice que en un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, pero la siguiente parte del versículo dice que a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. No se trata simplemente de ser bautizados, pues esto ya ha sido consumado. Hoy en día se trata de que bebamos. A todos se nos dio a beber. Esto significa que todos fuimos puestos en la posición correcta para beber. Dios puede ponernos en el lugar correcto, pero no puede beber por nosotros. Somos nosotros los que tenemos que beber. Cristo nos bautizó en Sí mismo como Espíritu, y nos puso en el lugar correcto para que le bebamos como Espíritu. Ahora nosotros debemos beberle invocando: “Oh, Señor Jesús”. Esto queda claro cuando leemos 1 Corintios 1:2: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, los santos llamados, con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Pablo no dijo “con todos los que leen la Biblia” ni “con todos los que hablan en lenguas”, sino “con todos los que [...] invocan el nombre de nuestro Señor”. Conforme a todo el libro de 1 Corintios, invocar el nombre del Señor equivale a beber de Él. Encontramos también prueba de esto en el mismo capítulo que nos dice que fuimos puestos en el lugar correcto para beber. En 1 Corintios 12:3 se nos dice: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable en el Espíritu de Dios dice: Jesús es anatema; y nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, sino en el Espíritu Santo”. Esto significa que cada vez que nosotros decimos: “Señor Jesús”, estamos en el Espíritu Santo, es decir, estamos bebiendo del Espíritu.
Invocar el nombre del Señor equivale a beber del Espíritu. Algunos dirán que esto es simplemente un fenómeno psicológico. Pero intente invocar, diciendo: “Oh Confucio, Oh Platón, Oh George Washington”. Cuando usted invoca esos nombres, nada sucede. Pero cada vez que invocamos el nombre de Jesús, nadie puede negar que experimente dulzura, refrigerio y consuelo. Esto es beber de Cristo el Espíritu. Todos fuimos bautizados, y fuimos puestos en el lugar correcto para beber. Ahora debemos abrir nuestra boca e invocar el nombre del Señor, diciendo: “¡Oh, Señor Jesús! ¡Oh, Señor Jesús!”. Cuando hacemos esto, estamos bebiendo de un solo Espíritu. Entonces experimentamos la realidad de la unidad en el Cuerpo. ¡Alabado sea el Señor! Esto es tan real y tan sencillo. Nunca debemos olvidar que todos fuimos bautizados en Cristo como Espíritu, y que Él nos puso en el lugar correcto para que le bebamos continuamente. Ahora lo que necesitamos no es ser bautizados nuevamente, sino beber de Él cada día. Cuanto más bebamos de Él, más creceremos en Él. Entonces disfrutaremos la realidad del Cuerpo.
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