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Hombre espiritual, El (juego de 3 tomos)por Watchman Nee

ISBN: 978-0-7363-0699-7
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QUINTA SECCION — EL ANALISIS DEL ESPIRITU: LA INTUICION, LA COMUNION Y LA CONCIENCIA

CAPITULO UNO

LA INTUICION

Si queremos entender más claramente acerca de la vida espiritual, tenemos que analizar detalladamente al espíritu y entender todas sus leyes. Sólo habiendo entendido las funciones del espíritu, podremos comprender las leyes por las cuales opera, y al conocer las leyes del espíritu, aprendemos a seguirlo, es decir, a andar por sus leyes, que son vitales para nuestra vida espiritual. No tememos acumular demasiado conocimiento en cuanto al espíritu; nuestra única preocupación es que nos dediquemos tenazmente a ello con nuestra mente.

El evangelio de Dios nos dice que el hombre caído puede recibir la regeneración y que el hombre carnal puede obtener un nuevo espíritu, el cual constituye el fundamento de su nueva vida. La vida espiritual de la que normalmente hablamos es una vida en la cual el creyente vive por el espíritu que recibió cuando fue regenerado. Es lamentable que la mayoría de los creyentes sepan tan poco acerca de las funciones del espíritu y de lo relacionado con él. Tal vez conozcan en terminología la relación entre el hombre y su espíritu, pero no pueden identificar al espíritu en su experiencia. Como ya dijimos, ellos no saben dónde está su espíritu, o piensan que sus sentimientos y sus pensamientos son funciones del espíritu. Debido a esto, es necesario hacer un análisis de las funciones del espíritu, ya que sólo así sabrán los creyentes cómo seguirlo.

LAS FUNCIONES DEL ESPIRITU

Dijimos antes que las funciones del espíritu pueden clasificarse en tres: la intuición, la comunión y la conciencia. Aunque las tres son distinguibles, están estrechamente relacionadas. Sería muy difícil para nosotros hablar de una sin mencionar las otras dos. Por ejemplo, cuando hablamos de la intuición, espontáneamente incluimos la comunión y la conciencia. Así que, aunque estamos analizando el espíritu, debemos hacer un estudio muy detallado de sus tres funciones. Ya vimos que el espíritu está dividido en intuición, comunión y conciencia; por lo tanto, no nos centraremos en eso. Pero, a fin de andar conforme a nuestro espíritu, tenemos que examinar más ampliamente lo que son la intuición, la comunión (o adoración) y la conciencia, y sus respectivas funciones. Puesto que el espíritu abarca la intuición, la comunión y la conciencia, podemos decir que andar según el espíritu es andar según nuestra intuición, nuestra comunión y nuestra conciencia.

La intuición, la comunión y la conciencia son tres funciones del espíritu; no son las únicas y tampoco son el espíritu mismo. Según la Biblia, son las funciones principales del espíritu. El espíritu es simple y llanamente el espíritu; tiene substancia y personalidad, y es invisible. Por ahora está fuera de nuestro alcance comprender la esencia intrínseca del espíritu. Lo que hoy sabemos de su substancia lo sabemos por sus manifestaciones. Nuestro interés no es aprender los misterios fascinantes del futuro; simplemente aspiramos a llevar una vida espiritual. Nos basta con conocer las funciones del espíritu y aprender a andar en conformidad con él. Nuestro espíritu no es material, pero existe independientemente en nuestro cuerpo; aunque no es físico, posee su propia “substancia espiritual”. De otra manera, sería imposible que existiera por sí solo. Esta substancia espiritual contiene varias funciones que cumplen todos los requisitos que Dios tiene para con el hombre. Es por eso que sólo intentaremos examinar las funciones del espíritu, no su substancia.

El hombre es comparado con el templo santo, y nuestro espíritu, con el Lugar Santísimo. Si avanzamos, podemos comparar la intuición, la comunión y la conciencia con el arca que estaba en el Lugar Santísimo. (1) La Ley de Dios estaba en el arca y les indicaba a los israelitas lo qué debían hacer. Dios se revelaba a Sí mismo y Su voluntad por medio de la ley. Igualmente, Dios se nos da a conocer y nos muestra Su voluntad por medio de la intuición. (2) Sobre el arca se encontraba el propiciatorio sobre el cual estaba la sangre rociada. Ahí Dios manifestaba Su gloria y recibía la adoración del hombre. De modo similar, el espíritu de cada persona redimida por la preciosa sangre de Cristo fue regenerado, y en este espíritu adora a Dios y tiene comunión con El. Dios únicamente podía tener comunión con los israelitas en el arca, sobre el propiciatorio. Del mismo modo, El sólo puede tener comunión con los creyentes por medio de su espíritu, el cual fue lavado con Su sangre. (3) De acuerdo con el idioma original, el arca es “el arca del testimonio”, y los diez mandamientos que contenía presentaban a los israelitas el testimonio de Dios. Si ellos cumplían la ley, las dos tablas que yacían en el arca los aprobaban; si no, los diez mandamientos, desde el arca los acusarían silenciosamente. De igual manera, el Espíritu Santo escribió la ley de Dios en nuestra conciencia para que ella dé testimonio a nuestra conducta. Ella aprueba lo que concuerde con la voluntad de Dios, y condena lo que no concuerde con ella. “Mi conciencia da testimonio conmigo en el Espíritu Santo” (Ro. 9:1).

¡Obsérvese cuánto honraban el arca los israelitas! Cuando cruzaron el río Jordán, no tuvieron otra guía que el arca; así que la siguieron sin vacilar. Cuando lucharon en contra de Jericó, lo único que hicieron fue marchar tras ella. Más tarde, cuando no pudieron vencer a los filisteos, e intentaron utilizar el arca de acuerdo a su voluntad, murió Uza cuando trató de sostener el arca con sus manos carnales. ¡Cuánto regocijo hubo entre ellos cuando finalmente prepararon un lugar para el arca! (Sal. 132). Estas cosas enseñan a los creyentes la manera de relacionarse con el arca, nuestro espíritu, el cual consta de la intuición, la comunión y la conciencia. Cuando obedecemos a estas funciones hallamos vida y paz, pero si tratamos de interferir con ellas mediante nuestra voluntad carnal, seremos derrotados. La victoria no dependía de lo que los israelitas pensaran, sino de la dirección que les diera el arca. Nuestra utilidad espiritual no depende de lo que pensemos, sino de la enseñanza que recibamos de la intuición, la comunión y la conciencia.


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