Lecciones acerca de la oraciónpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1502-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En una oración apropiada, uno siempre se debe sentir muy cargado al principio, pero se debe sentir cierta ligereza al final. Si al principio de nuestra oración estamos indiferentes y al final seguimos estando indiferentes, si no sentimos ninguna carga ni nos sentimos dicha ligereza, si nos pareciera que no hay ninguna diferencia si oramos o no, debemos saber que nuestra oración no se conforma al estándar. Una oración que se conforma al estándar tiene que ser una oración en la que primero nos acercamos a Dios. Al acercarnos a Él, Su intención entra en nosotros y se convierte en nuestra carga, lo que nos lleva a sentir la necesidad de ir ante Dios a desahogar nuestro corazón descargando dicha carga. Entonces, una vez que hemos orado adecuadamente, inmediatamente nos sentimos interiormente cierta ligereza, porque la carga ya ha sido liberada. Si no se presenta esta condición, nuestra oración no es apropiada.
A manera de ilustración, utilicemos la historia de la salvación de Hudson Taylor, fundador de la Misión al interior de China. En su biografía nos dice que cuando él tenía alrededor de quince o dieciséis años, el día en que él fue salvo su madre había ido a visitar a un pariente a unos ciento veinte kilómetros de distancia. Esa tarde ella sintió una carga muy urgente en cuanto a la salvación de su hijo. Así que, se encerró en un cuarto y oró delante de Dios, derramando el deseo de su corazón. Ella oró hasta que la carga dentro de ella se hubo ido, y se sintió bastante ligera y liberada. Entonces, sabiendo que Dios había contestado su oración, ella agradeció y alabó a Dios. Mientras su madre oraba, Hudson Taylor vio en la sala de lectura de su padre un folleto evangélico con las palabras: “la obra consumada de Cristo”. Estas simples palabras le tocaron y le llevaron a recibir al Señor como su Salvador con todo su corazón. Después de un tiempo, cuando su madre regresó a casa, Hudson Taylor fue hacia la puerta para encontrarse con ella y decirle que tenía buenas noticias para ella. Pero su madre lo abrazó con una sonrisa y le dijo: “Hijo mío, lo supe hace tiempo, y me he estado regocijando por tus buenas noticias durante estas dos semanas”.
En esta historia podemos ver primeramente que la intención de Dios era salvar a Hudson Taylor. En ese tiempo, su madre estaba buscando al Señor y se hallaba en silencio ante Dios. Por tanto, Dios aprovechó la oportunidad para infundir Su intención en ella, haciendo que Su intención se convirtiera en una carga interior en ella, la misma que ella derramó ante Él. Finalmente, dicha carga fue totalmente liberada ante el trono de Dios, y entonces Dios actuó para cumplir esta oración.
Este ejemplo debe convencernos de que esta oración no sólo causó que Hudson Taylor fuese salvo, sino que también causó que su madre entrara más profundamente en Dios y que fuera ganada por Dios de una manera más profunda. No podemos decir exactamente cuánto de la mezcla entre el hombre y Dios se hizo más profunda en ella después de esa oración. Además, esto no sólo fue un asunto donde se salvó un alma. Implícitos estaban también los grandes e inconmensurables asuntos de la autoridad y del beneficio que Dios ganó a través de Hudson Taylor. Éste debe ser el resultado de una oración apropiada.
Una oración apropiada no debe hacer que el hombre se goce por lo que logró o por el resultado obtenido, sino que debe causar que Dios reciba cien por cien de la gloria. Ciertamente es el hombre quien ora, y es Dios quien contesta la oración y la cumple, pero en esto no hay lugar para el hombre. Si después que una oración se cumple, alguien siente que tiene algún mérito por ello, entonces debe saber que algo está mal con su oración, es decir, no ha aprendido las lecciones de la oración a cabalidad. Así que, este principio es muy importante.
En Jeremías 29 Dios dijo: “Cuando se hayan cumplido setenta años para con Babilonia, Yo os visitaré y estableceré Mi buena palabra de haceros volver a este lugar. Porque Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, declara Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros un porvenir y una esperanza” (vs. 10-11). Estas palabras proclamaban la intención de Dios hacia los Israelitas; éstas eran las cosas que Él planeaba hacer. Pero, permítanme preguntarles, hermanos y hermanas, ¿cómo podría Dios llevar a cabo Su intención? Según el principio de Dios, Su intención se debe realizar por medio de la oración del hombre en la tierra. Sin la oración del hombre, el deseo de Dios no se puede lograr. ¿Qué clase de persona puede ser usada por Dios para que ore por Su intención? Solamente hay una clase de persona: aquella que vive ante Dios, que espera ante Él y que permite que Dios sea quien lo inicie todo. Al leer el libro de Daniel, podemos ver que Daniel era alguien que realmente no inició nada ante Dios. Él esperaba ante Dios, poniendo su interés solamente en Dios, y no en sí mismo. Por tanto, él tocó y entendió esta intención particular de Dios y aprendió que Dios haría volver a los hijos de Israel de su cautiverio después que se cumplieran setenta años. Debido a que el deseo de Daniel correspondía a la intención de Dios, él ayunó y descargó este deseo ante Dios en oración. Así, el deseo e intención del corazón de Dios procedió de Él mismo, entró en Daniel, pasó a través de él y finalmente regresó al trono de Dios. Entonces el trono de Dios actuó inmediatamente con respecto a tal situación. Esta acción no fue en absoluto para el disfrute ni la gloria de Daniel, sino para que Dios recibiera la gloria. Éste es un asunto muy significativo. Aunque Daniel oró para que Dios causara que muchos regresaran, Daniel mismo no regresó. Puede ser que finalmente él haya regresado, pero en la Biblia no consta ningún registro claro de esto. Tal pareciera que él había pedido por una cosa y que Dios la llevó a cabo, pero que él mismo no participó del resultado.
Por consiguiente, en cuanto a los principios de la oración, todo nuestro ser, de pies a cabeza, debe ser dejado a un lado. Nosotros mismos no tenemos mucho que ver en la oración. Al principio, es Dios quien inicia todo, en el proceso nosotros solamente cooperamos con Dios y finalmente todo es para la gloria de Dios. En esto consiste la verdadera oración, a saber: el hombre se une a Dios y coopera con Él en la tierra, permitiendo que Él se exprese y que realice Su propósito por medio del hombre. Ésta es la base de los diez principios que tenemos en cuanto a la oración. Mediante la prueba que corresponde a estos diez principios, podemos darnos cuenta de qué clase de oración estamos haciendo. Si aplicamos estos diez principios al orar, nuestras oraciones ante Dios serán puras, sin mucha mezcla del yo en ellas. Pero hoy muy pocas personas en la tierra pueden pasar la prueba de estos diez principios. Esto requiere un aprendizaje muy estricto de estas lecciones. Que Dios tenga misericordia de nosotros para que procuremos fuertemente aprender este asunto de la oración.
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