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Ejercicio de nuestro espíritu para la liberacion de nuestro espíritu, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-3969-8
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CAPÍTULO CUATRO

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
PARA EXPRESAR A DIOS

Lectura bíblica: Ef. 4:6; 5:18b-20

LA RELACIÓN QUE DIOS TIENE CON EL HOMBRE

Efesios 4:6 dice: “Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Aunque las frases sobre todos, por todos y en todos son breves y sencillas, ellas contienen el secreto y el misterio de la relación que Dios tiene con el hombre. Dios no solamente está sobre nosotros, sino que también pasa por nosotros y está en nosotros a fin de ser expresado, manifestado, glorificado y exhibido. Debemos comprender que estas tres frases están en un orden particular. Todos aquellos que han pensado en Dios y creen que Dios existe saben que este Dios está sobre las personas de la tierra. No hay duda de que Dios está sobre todos nosotros. Sin embargo, no muchos han tenido el pensamiento de que Dios pasa por nosotros y está haciendo algo por medio de nosotros. Además, los que somos cristianos sabemos y experimentamos el hecho de que Dios está en nosotros. Para nosotros, Dios no sólo está sobre nosotros y pasa por nosotros, sino que, más que eso, Él está en nosotros y permanece en nosotros, mora en nosotros y se mezcla con nosotros a fin de ser expresado, manifestado, exhibido y glorificado. Nosotros fuimos creados para Dios a fin de cumplir Su propósito, el cual consiste en que le contengamos y expresemos (Ro. 9:21, 23; Gn. 1:26).

Debemos leer las Escrituras a la luz del propósito de Dios, que consiste en que Dios sea expresado por medio de la humanidad. Entonces comprenderemos que aunque Dios es un Dios invisible y que permanece oculto, o sea, un Dios que siempre se esconde (1 Ti. 1:17; Is. 45:15), Él también tiene el deseo de manifestarse y expresarse por medio del hombre. A Dios se le puede ver únicamente por medio de la humanidad. Esto lo demuestra Juan 1:18, que dice: “A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, Él le ha dado a conocer”. Dios no se expresa por medio de Sí mismo ni en Sí mismo, sino que Él se expresa únicamente por medio del hombre y en el hombre. Aunque no sabemos por qué Dios desea esto, sí sabemos que éste es el deseo de Su corazón.

Para entender mejor este asunto, usemos como ejemplo una bombilla. El único propósito de una bombilla es alumbrar; no tiene otro propósito. Si una bombilla no está puesta en el portalámpara de modo que pueda alumbrar, carecerá de propósito y no servirá para nada, puesto que fue hecha específicamente para recibir y expresar la luz. Por otra parte, la electricidad tampoco puede expresarse por sí sola; para poder expresarse, necesita una bombilla, la cual ha sido hecha con el propósito de expresar la electricidad. De manera semejante, Dios no se expresa por Sí mismo; Él necesita de algunas “bombillas”, es decir, personas que fueron hechas con el propósito de expresarlo a Él. Debemos comprender que nosotros fuimos hechos con este propósito. Somos vasos y recipientes que no sirven para ninguna otra cosa que no sea recibir, contener y expresar a Dios. Como seres humanos que somos, debemos saber qué somos y para qué servimos. Es posible que ya sepamos que nosotros, como cristianos, somos los santos, los creyentes e incluso los siervos del Señor y Sus hijos. Sin embargo, es posible que jamás se nos haya ocurrido que somos recipientes y vasos de Dios que fueron hechos específicamente con el propósito de contener y expresar a Dios, así como las bombillas fueron hechas específicamente para contener y expresar la luz. Es preciso que comprendamos que Dios está sobre nosotros, por nosotros y en nosotros, y que Él mora en nosotros, habita en nosotros y permanece en nosotros. Por consiguiente, debemos ser recipientes que contienen a Dios y lo expresan.

EJERCITAR NUESTRO ESPÍRITU
PARA DAR SUSTANTIVIDAD A DIOS

También debemos comprender que la única manera en que nosotros como recipientes podemos expresar a Dios consiste en ejercitar y liberar nuestro espíritu, porque hoy Dios es Espíritu, y este Espíritu divino está en nuestro espíritu humano (Jn. 4:24; Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22). Muchos cristianos que han sido salvos, redimidos y regenerados no se han dado cuenta de que tienen un espíritu humano. Algunos piensan que el espíritu y el alma son sinónimos, y otros dicen que el espíritu es lo mismo que el corazón. Sin embargo, si hemos de captar las cosas espirituales y entender al Dios secreto y misterioso, debemos comprender que tenemos un espíritu (Job 32:8; Zac. 12:1). Sería imposible que creciéramos físicamente si no sabemos que tenemos un estómago y, por ende, nunca lo ejercitáramos ni lo usáramos. Para poder crecer, debemos usar y ejercitar nuestro estómago todos los días al recibir el alimento y digerirlo. Dios nos creó con un estómago con el propósito de que pudiéramos recibir el alimento para nuestro crecimiento. Aplicando el mismo principio, hay un órgano en nosotros llamado el espíritu humano, el cual Dios creó con el propósito de que le recibiéramos.

Nuestro cuerpo humano es muy complicado y se compone de diversos órganos. En particular, tenemos órganos específicos que nos permiten tener el sentido de la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Estos órganos son los ojos, los oídos, la nariz, la boca y el cuerpo. Si usted está en una reunión y trata de usar sus ojos para “escuchar” el mensaje, no creerá que hay alguien que está hablando, porque estará usando el órgano equivocado para percibir el mensaje. Si alguien le está mostrando objetos de diferentes colores, y usted trata de “escuchar” los colores con sus oídos, no creerá en esos colores, porque estará usando el órgano equivocado. Si hay un olor en el salón, y usted no tiene buen olfato porque está resfriado, no percibirá el olor. Usted no puede ver, tocar ni escuchar el olor; sólo puede percibir el olor con su nariz.

Así pues, el principio es que si queremos dar sustantividad a cierta cosa, tenemos que usar el órgano apropiado. No podemos dar sustantividad al color usando los oídos ni dar sustantividad al sonido usando la lengua. De igual manera, Dios es Espíritu; Él es una sustancia espiritual. Dios es muy real, pero si no usamos el órgano correcto para darle sustantividad, Él no será real para nosotros. Puesto que Dios es una sustancia espiritual, nosotros tenemos que darle sustantividad con un órgano espiritual, a saber: nuestro espíritu humano.

Dios nos creó con oídos para que pudiéramos dar sustantividad al sonido, y nos creó con ojos para que pudiéramos dar sustantividad a las cosas visibles; más aún, nos creó con un espíritu (Zac. 12:1; Pr. 20:27). Por tanto, además de los cinco sentidos de nuestro cuerpo físico, tenemos un sentido espiritual, el sentido de nuestro espíritu. Nuestro espíritu no es lo mismo que nuestro corazón o nuestra mente. Nuestro espíritu es el órgano con el cual percibimos, recibimos, contenemos y expresamos a Dios. Una vez que descubrimos que tenemos un espíritu humano, podemos localizar a Dios, porque hoy Dios está en nuestro espíritu. Por un lado, Cristo ascendió y fue exaltado a los cielos, pero, por otro, Cristo el Señor es el Espíritu que está en nuestro espíritu (Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22).


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