CAPÍTULO DIECINUEVE

LA COSECHA DEL ESPÍRITU DIVINO
Y EL ESPÍRITU HUMANO

Lectura bíblica: Ap. 1:10-18, 20; 4:5b; 5:6b; 4:2; 17:3; 21:10; Jn. 4:24; 6:63; 3:6b; 2 Co. 3:17; 2 Ti. 4:22a; 1 Co. 6:17; 12:12-13; Zac. 3:8b-9; 4:2, 6; 12:1

La Biblia no es solamente la Palabra santa, sino también la Palabra divina. En esta Palabra divina tenemos la revelación divina. Sin embargo, debemos entender que esta revelación divina no fue dada una vez por todas. Dios se tardó miles de años para transmitirla de una manera progresiva. En un año Dios dio una pequeña parte de Su revelación divina. Luego, después de cierto tiempo, regresó para dar otra parte. A nosotros esto nos parece demasiado tiempo, pero para Él mil años son como un día. Así pues, Dios dio Su revelación divina progresivamente; con todo, ella es congruente de principio a fin.

EL “CORDERO-PIEDRA”

A muchos cristianos les causa inquietud el libro de Apocalipsis debido a todos los símbolos que contiene. ¿Cómo puede una cara tener siete ojos? Y estos siete ojos están en la cara de un cordero (5:6). Además, se nos dice que los siete ojos son las siete lámparas de fuego (4:5). Los siete ojos ya son bastante misteriosos, pero además de esto vemos que los siete ojos están encendidos y arden. Sin embargo, debemos comprender que casi todos los símbolos del libro de Apocalipsis ya se han mencionado en el Antiguo Testamento. No debemos tratar de ejercitar demasiado nuestra mente, sino regresar a la Palabra pura. Hay una rica mina en el Antiguo Testamento. Si excavamos esta mina correctamente, obtendremos la interpretación apropiada.

Zacarías 3:9 también nos habla de siete ojos: “He aquí la piedra que puse delante de Josué: sobre esta única piedra hay siete ojos. Grabaré su grabadura, declara Jehová de los ejércitos, y quitaré en un solo día la iniquidad de aquella tierra”. Los siete ojos aquí no están en el Cordero, sino en una piedra. En la cruz Dios grabó esta piedra para el perdón de los pecados. Por eso dijo que quitaría en un solo día la iniquidad de la tierra. Esto se refiere a la redención. Sabemos que la piedra es el material apto para el edificio de Dios. Pero antes de edificarnos, el Señor tenía que quitar nuestra iniquidad. Por lo tanto, la piedra llega a ser un cordero. Es por esta razón que los siete ojos de la piedra son los siete ojos del Cordero. En la cruz Dios grabó a Cristo para quitar la iniquidad del pueblo de Dios. Esto no sólo era necesario para la redención, sino también para el edificio de Dios. Cuando el Señor Jesús estuvo rodeado por Sus opositores, les dio a entender que Él mismo era una piedra. Les dijo que la piedra que los edificadores rechazaron había venido a ser la piedra del ángulo (Mt. 21:42). Éste es el “Cordero-piedra”. Él es tanto el Cordero como la piedra: el Cordero es para nuestra redención y la piedra es para el edificio de Dios. La redención tiene como meta la edificación. Por ende, resulta que Él es el Cordero-piedra: el Cordero-piedra que tiene siete ojos.

En el libro de Zacarías, también vemos el candelero con las siete lámparas: “Me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: He aquí, veo un candelero todo de oro, con su tazón encima, y sus siete lámparas sobre él, con siete tubos para cada una de las lámparas que están encima de él [...] Y respondió y me habló, diciendo: Ésta es palabra de Jehová para Zorobabel, diciendo: No por la fuerza ni por el poder, sino por Mi Espíritu, dice Jehová de los ejércitos” (4:2, 6). Al leer estos versículos nos queda claro que las siete lámparas son el Espíritu del Señor. Ahora vemos que por causa del edificio de Dios y el gobierno administrativo de Dios, Su Espíritu es las siete lámparas de fuego que arden.

LA RAMIFICACIÓN DE DIOS

Antes que se mencione la piedra con los siete ojos en Zacarías, leemos acerca del Renuevo: “Voy a traer a Mi siervo, el renuevo. Porque he aquí la piedra que puse delante de Josué: sobre esta única piedra hay siete ojos” (3:8b-9a). El renuevo es la piedra con los siete ojos, los cuales son las siete lámparas. El renuevo está relacionado con el crecimiento y la piedra con la edificación. Cristo no es solamente el renuevo de Jehová (Is. 4:2), sino también el renuevo de la humanidad (11:1; Jer. 23:5; Zac. 6:12). Él es la ramificación de Dios, y también la ramificación de la humanidad apropiada. Su nombre es el Renuevo. Él continuamente ramifica a Dios al extenderse en la humanidad, y esta ramificación produce piedras útiles para el edificio de Dios.

Sé que sencillamente no tenemos este concepto cuando leemos la Biblia. Tenemos un concepto natural y por eso estos versículos nos parecen confusos. Nuestro concepto natural sólo acepta los versículos que más nos gustan. Si usted es una esposa, no recibe nada de Zacarías; pero cuando lee: “Maridos, amad a vuestras mujeres” (Ef. 5:25), se siente alentada y piensa que la Biblia es un libro maravilloso. Éste es el único versículo que algunas esposas pueden ver. Por su parte, los esposos ven otro versículo en este capítulo: “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos” (v. 22). Éste es el versículo favorito de algunos esposos, porque el concepto natural del esposo es que su esposa debe estar sujeta a él. Sin embargo, cuando llegan al Renuevo y a la piedra con los siete ojos, no muestran ningún interés. En nuestra mentalidad natural no tenemos semejante cosa.

Debemos rechazar nuestro concepto natural y orar-leer la Palabra. Fue mientras oraba estos versículos de Zacarías que el Espíritu interiormente me dijo que Cristo es la ramificación de Dios. ¡Él ramificó a Dios desde la eternidad para que entrara en el tiempo! Cristo ramificó a Dios desde el tercer cielo hasta la tierra. ¡Él es el verdadero renuevo! Hoy en día nosotros somos Sus ramas, y lo estamos ramificando a Él. Un día mientras oraba: “Oh el Renuevo de Jehová, el Renuevo de Jehová”, comprendí que esto era la ramificación de Dios, y esta ramificación tiene por objetivo el edificio de Dios, así que Él es también una piedra. Él es tanto un renuevo como una piedra. Cuando llegamos a la Palabra divina, debemos olvidarnos de nuestra mentalidad y orar-leer la Palabra. Entonces el Espíritu nos hablará. Hay muchas cosas en la Biblia que son nuevas para nosotros, y debemos aprender a sumergirnos en todos los aspectos de esta coherente revelación.