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Nuestro espíritu humanopor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-259-8
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CAPITULO NUEVE

CONOCIENDO EL ESPIRITU HUMANO

Lectura bíblica: Ro. 8:6, 4-5

EL SENTIR DEL ESPIRITU

Conocer al espíritu es conocerlo por medio del sentir del espíritu. Hasta ahora, nadie ha visto jamás a la electricidad. La luz de una lámpara no es la electricidad, sino una expresión, una señal de la electricidad. Podemos conocer la electricidad por sus señales y expresiones. También, nadie ha visto jamás la vida física del ser de una persona, pero podemos conocer la vida física por su expresión y por ciertos sentidos. En el mismo principio, el espíritu es muy misterioso. No lo podemos ver, pero podemos sentirlo. No podemos ver la electricidad, pero cuando la tocamos la podemos sentir. De igual manera, podemos conocer al espíritu sintiendo al espíritu. Sentir al espíritu es la forma de conocer al espíritu.

PECADO EN NUESTROS MIEMBROS

Debido a la caída, el cuerpo del hombre fue corrompido por el pecado. El cuerpo físico más el pecado son la carne. Dios creó un cuerpo para el hombre, pero Dios no creó la carne pecaminosa. Lo que Dios creó fue un cuerpo puro. Cuando Adán tomó del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, lo ingirió dentro de su cuerpo. Sabemos que fue ingerido dentro de su cuerpo porque lo comió (Gn. 3:6). Cualquier cosa que comamos es ingerida dentro de nuestro cuerpo. En naturaleza, el árbol de la ciencia del bien y del mal es pecado, debido a que es el árbol no sólo del bien sino del mal. Ya que Adán recibió este árbol dentro de su cuerpo, Romanos 7 nos dice claramente que el pecado está en los miembros del cuerpo (vs. 20, 23). El pecado está en los miembros del cuerpo porque el pecado entró al cuerpo; por lo tanto, el cuerpo está corrompido. Después de ser corrompido el cuerpo se convirtió en la carne. Todas las concupiscencias carnales están en el cuerpo.

LA MENTE, LA CARNE Y EL ESPIRITU

Romanos 8:6 dice: “Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el espíritu es vida y paz” (lit.). La mente es la parte principal del alma y el alma es nuestro mismo ser, nuestro yo. El cuerpo no es el yo ni nuestro ser, sino un órgano exterior. El espíritu no es el yo ni nuestro ser tampoco, sino un órgano interior. Somos un ser, un ser humano, un alma. El alma es un ser con dos órganos: el órgano exterior del cuerpo y el órgano interior del espíritu. Nuestro ser, nuestro yo, es el alma. Es por esto que la Escritura revela que el alma es el yo en Mateo 16:24-26 y Lucas 9:23-25 y que un ser humano, una persona, se llama un alma (lit., Ex. 1:5). Si le llamo a usted un cuerpo, eso es incorrecto. Si le llamo un espíritu, esto también es incorrecto. Un hombre no es un cuerpo ni un espíritu, sino un alma. El alma es nuestro yo, nuestro ser, y la mente es la parte principal de nuestro ser la cual representa nuestro yo. La mente representa el yo, el cuerpo es la carne y nuestro espíritu contiene el Espíritu (Ro. 8:16). En nuestro espíritu está el Dios Triuno (Ef. 4:6; Gá. 2:20; Jn. 14:17) como el Espíritu vivificante todo-inclusivo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; 2 Ti. 4:22;1 Co. 6:17). Dentro de nosotros están estos tres partidos: Satanás como pecado está en nuestra carne (Ro. 7:17,18,20), Dios está en nuestro espíritu y el yo está en nuestra alma que está representada por nuestra mente. Poner la mente en la carne significa ponerse del lado de la carne, cooperar con la carne y ponerse al lado de la carne. Poner la mente en la carne es muerte. Poner la mente en el espíritu significa ponerse de parte del espíritu, cooperar con el espíritu y estar a favor del espíritu. Poner la mente en el espíritu es vida y paz.

DISCERNIMIENTO POR MEDIO DEL SENTIR

La manera de conocer vida y paz es sentir vida y paz. Cuando usted se pone del lado del espíritu, coopera con el espíritu, anda en el espíritu y actúa por el espíritu, y siente vida y paz.

Puede ser que un ejemplo sirva de ayuda para ilustrar qué es el sentir de vida. Cuando era niño, fui a una fiesta. En la mesa había dos clases de polvo blanco y fino: azúcar refinado y sal refinada. Puse mucha sal en cierta comida, pensando que estaba usando azúcar. Cuando puse la comida en mi boca, sufrí. Sentí que el polvo que utilicé no fue azúcar, sino sal. Aunque mis ojos no pudieron discernir la diferencia entre el azúcar y la sal, mi gusto sí pudo. Esta es la forma de discernir el espíritu: por medio de sentir.


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