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Principios básicos en cuanto al ancianatopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4731-0
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CAPÍTULO QUINCE

LA NECESIDAD DE CONOCER EL YO
Y EL VIEJO SER NATURAL

(1)

Lectura bíblica: Mt. 16:24-26; Lc. 19:23-25; Jn. 12:24-25; Ro. 6:6; 8:13; Gá. 2:20; 5:24; 2 Co. 4:10, 16

En los capítulos anteriores vimos que a fin de conocer lo que es el recobro del Señor, necesitamos conocer a Dios como vida y el contenido de la Biblia como la verdad. También es necesario que conozcamos nuestro yo y nuestro viejo ser natural. Varios versículos del Nuevo Testamento mencionan diferentes aspectos de nuestro ser natural. El yo y el viejo ser natural incluyen la vida del alma, el viejo hombre, las prácticas del cuerpo, la carne, el viejo “yo” y el hombre exterior. Según la Palabra, todas éstas son cosas a las cuales debemos negarnos y que deben ser crucificadas y llevadas a la muerte.

Mateo 16:24-26 dice: “Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque el que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma?”. En estos versículos vemos el yo y la vida del alma.

Lucas 9:23-25, un pasaje análogo al anterior, dice: “Decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. Porque el que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se pierde o se malogra él mismo?”. La frase él mismo que aparece en el versículo 25 reemplaza la frase la vida del alma mencionada en Mateo 16:26. Es por eso que decimos que la vida del alma es el yo.

Juan 12:24-25 dice: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama la vida de su alma la perderá; y el que la aborrece en este mundo, para vida eterna la guardará”. Aquí se menciona otra vez la vida del alma.

Romanos 6:6 dice: “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él para que el cuerpo de pecado sea anulado, a fin de que no sirvamos más al pecado como esclavos”. Este versículo revela que nuestro viejo hombre fue crucificado. Romanos 8:13 dice: “Si vivís conforme a la carne, habréis de morir; mas si por el Espíritu hacéis morir los hábitos del cuerpo, viviréis”. Debemos hacer morir los hábitos del cuerpo.

Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. En este versículo vemos el viejo “yo”, el cual fue crucificado juntamente con Cristo. Gálatas 5:24 dice: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. Aquí se menciona la carne con sus pasiones y concupiscencias.

En 2 Corintios 4:10 dice: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”. El versículo 16 dice: “Por tanto, no nos desanimamos; antes aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. Aquí vemos que el hombre exterior se va desgastando o está siendo consumido.

EN EL RECOBRO DEL SEÑOR NO TIENEN
CABIDA EL YO NI EL VIEJO SER NATURAL

En el recobro del Señor el yo no tiene cabida alguna. El Nuevo Testamento no deja cabida alguna para ninguna parte de nuestro viejo ser. El hablar del Señor Jesús y los escritos del apóstol Pablo muestran que en la economía de Dios nada de nuestro viejo ser debe permanecer. Es preciso que comprendamos que la economía de Dios está totalmente relacionada con la nueva creación. Nuestro viejo ser debe ser desechado.

La mayoría de los cristianos no ha visto que nuestro viejo ser tiene que ser desechado. Muchos maestros cristianos ni siquiera conocen el significado del yo. Como resultado, muchas denominaciones promueven, fortalecen y usan el viejo ser. Esta situación debe afligirnos. El recobro del Señor es diferente del cristianismo denominacional, porque en el recobro del Señor no hay lugar alguno para el viejo hombre, salvo la tumba. Si hemos de conocer el recobro del Señor, debemos saber que nuestro viejo hombre tiene que ser eliminado. Aunque nuestro viejo ser no tiene cabida alguna en el recobro del Señor, en el sentido de la nueva creación sí hay lugar para nosotros en la iglesia. Hay lugar para nosotros como personas regeneradas que están siendo santificadas, transformadas, conformadas y glorificadas; no obstante, debemos ver que no hay cabida alguna para nuestro hombre natural.

El Señor le dijo a Nicodemo: “El que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3:3), y “el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). El reino de Dios en esta era es la iglesia. Por lo tanto, estos versículos muestran que el hombre natural no puede entrar en la iglesia, puesto que necesitamos ser regenerados para entrar en ella. Algunos maestros cristianos no creen que la iglesia sea el reino de Dios en esta era, y afirman que el reino existirá únicamente en la era venidera. Sin embargo, Romanos 14:17 dice: “El reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Este versículo no usa el verbo será en futuro, sino la forma presente es, lo cual comprueba que el reino de Dios está aquí hoy. Además, el contexto de Romanos 14 nos habla de la vida práctica de iglesia en la era presente, y Romanos 12 nos habla del vivir corporativo del Cuerpo. Esto comprueba que la iglesia es el reino de Dios en esta era. Puesto que la regeneración es el camino para entrar en el reino de Dios, el cual es la iglesia hoy, el hombre natural no tiene cabida alguna en la iglesia.

Romanos revela que a fin de participar de la vida práctica del Cuerpo, que en realidad consiste en practicar la vida de iglesia, necesitamos ser transformados. Romanos 12:2 dice: “Transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable y lo perfecto”. La voluntad de Dios es el Cuerpo de Cristo, y el vivir del Cuerpo se lleva a cabo en la vida de iglesia (vs. 3-16). Por lo tanto, necesitamos ser transformados a fin de vivir en la vida práctica de iglesia. La regeneración es nuestra entrada a la iglesia, y la transformación nos permite permanecer y avanzar en la vida de iglesia. En la vida de iglesia todas las cosas viejas y naturales deben ser desechadas. La regeneración y la transformación anulan nuestro viejo ser; no le dan cabida alguna. Cuando el viejo ser haya sido eliminado, podremos practicar la vida apropiada de iglesia, la cual se halla en la nueva creación. Es preciso que veamos esto de manera práctica.

A fin de poder ver el recobro del Señor en vida y verdad, debemos comprender que no hay lugar alguno para nuestro yo y nuestro hombre natural. Muchos cristianos, inclusive los teólogos que estudian la Biblia, no han visto la verdad revelada en la Palabra de Dios, porque su ser natural permanece intacto y vela sus ojos. Esto lo confirmamos en nuestra propia experiencia. Cuando estamos en nuestro ser natural, no vemos la verdad. Estando en nuestro ser natural los conceptos naturales cubren nuestros ojos internos. Cuando comprendemos que nuestro ser natural debe ser desechado, y negamos nuestro yo, recibimos mucha luz en las Escrituras.


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