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Los de corazón puropor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-2060-3
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Actualmente disponible en: Capítulo 1 de 10 Sección 3 de 3

VOLVER NUESTRO CORAZON A DIOS
PARA SER PUROS DE CORAZON

Si Dios desea obrar en nosotros, pero nosotros no cooperamos con El, El usará algunos medios para que estemos dispuestos a cooperar. Aquí vemos que si deseamos que Dios opere en nosotros, tenemos que cooperar con El; de lo contrario, nos veremos en problemas. Pero, ¿cuál es la manera en que cooperamos con Dios? En primer lugar, esto tiene que ver con nuestro corazón. Si queremos cooperar con Dios y permitirle que trabaje en nosotros, primero que todo debemos volver nuestro corazón a Dios, porque los de corazón puro verán a Dios. En la Biblia, un corazón puro se refiere principalmente a un corazón que desea a Dios. La meta de aquellos que son puros de corazón es Dios mismo. Ellos no desean dinero, posición, ropa bonita ni perfumes caros. Ellos tampoco tienen sus ojos puestos en su cónyuge o en sus hijos. El corazón de ellos se halla completamente entregado a Dios. En Mateo dice: “Bienaventurados los de corazón puro, porque ellos verán a Dios” (5:8); y en Salmos dice: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra” (73:25). Los de corazón puro tienen un corazón tan puro que sólo desean a Dios y nada más que a Dios mismo.

Si los cristianos están dispuestos a permitir que Dios opere en ellos, lo primero que deben hacer es volver su corazón a Dios. Dios no puede trabajar en muchas personas porque su corazón no está puesto en El. No podemos decir que estas personas no desean al Señor, porque verdaderamente sí lo quieren; sin embargo, ellas también quieren algo más aparte del Señor mismo. Las hermanas de mayor edad aman al Señor, pero muchas de ellas también aman a sus hijos, e incluso quieren conseguirles una buena esposa. Hay muchos que, por un lado, aman al Señor, pero por otro, también aman el dinero y buscan ser respetados por los santos. Ellos vienen al salón de reuniones a limpiar las sillas, lo cual muestra que verdaderamente aman al Señor; sin embargo, después de limpiarlas, si los hermanos responsables no les demuestran su aprecio, se sienten molestos. Así que, si decimos que ellos no aman al Señor, seríamos injustos con ellos; pero si afirmamos que ellos aman al Señor, no estaríamos siendo justos delante del Señor. El ser interior de ellos es muy complicado, pero el amor debe ser simple. Una esposa debe amar a su esposo, pero no por el dinero que él le da. De igual manera, los cristianos deben amar a Dios, pero no porque Dios les da dinero. No obstante, muchas personas aman a Dios como Aquel a quien pueden acudir cuando desean algo. Salmos 73:2 dice: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos”. Aun el salmista dijo que por poco resbalaron sus pasos. ¿En qué situación nos encontramos nosotros?

Muchas veces nos quedamos perplejos y nos preguntamos por qué los que son de corazón puro, con frecuencia, no son prósperos, mientras que aquellos que no aman al Señor frecuentemente prosperan. Podemos obtener una clara respuesta a esta pregunta cuando entramos en el santuario de Dios (v. 17). Otras personas solamente obtienen gozo terrenal y paz terrenal, pero los de corazón puro obtienen a Dios mismo. Esto es lo que el de corazón limpio posee. Tenemos que tener en mente que la razón por la que Dios no puede trabajar en nosotros se debe a que nuestro ser interior no está lo suficientemente limpio. Le es difícil a Dios trabajar en nosotros porque nuestro corazón no es puro. Cuando nuestro corazón no es adecuado, nuestra manera de ver las cosas también es incorrecta. Por eso la Biblia dice que cuando nuestro corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado (2 Co. 3:16). Es por este motivo que resulta tan difícil ver la obra de Dios en muchos de Sus hijos. El problema de ellos estriba en si tienen su corazón puesto en el dinero y en su familia, o en Dios mismo. No hay provecho en juzgar a otros, ni tampoco sirve sólo estudiar las Escrituras; lo único que nos beneficia es volver nuestro corazón a Dios. Algunas personas tienen la mitad del corazón vuelto a Dios, mientras que otras tienen el corazón totalmente alejado de Dios. Debemos tener en mente que el grado en que nuestro corazón esté entregado a Dios, determina cuánto podrá realizar Dios en nosotros. ¡Ojalá todos nosotros seamos personas cuyo corazón es puro para con El!


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