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Levantarnos para predicar el evangeliopor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8726-2
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 7 Sección 2 de 6

EL SEÑOR YA HA EFECTUADO LA OBRA
DE SEMBRAR Y AVENTAR

Cuando llevábamos a cabo la obra de habla china en los recintos universitarios estadounidenses, descubrimos algo maravilloso. Parecía que cuando íbamos a segar donde no se había sembrado semilla alguna, había racimos de fruto. En una reunión de habla china dedicada a predicar el evangelio a los nuevos estudiantes en la Universidad del Sur de California, había de cincuenta a sesenta personas, y ninguna rechazó el evangelio. ¿Quién sembró la semilla? Puedo testificar que hace cincuenta años en China, en los primeros días de mi servicio al Señor, era muy difícil predicarle el evangelio a un estudiante universitario. Los estudiantes universitarios de aquel tiempo se consideraban a sí mismo como personas de la edad moderna. Idolatraban la ciencia y rechazaban la “superstición”, así que nadie estaba dispuesto a escuchar el evangelio. No obstante, bajo el arreglo soberano de Dios, después de los ocho años de la Guerra de Resistencia contra los japoneses, la situación cambió por completo. Los estudiantes universitarios comenzaron a estar abiertos al evangelio, y hubo muchos que lo recibieron. Cuando reanudamos nuestra obra en aquel entonces, yo viajaba mucho de Pekín a Shanghái. En cierta ocasión cuando predicamos el evangelio en la Universidad Chiao Tung de Shanghái, setecientos estudiantes y profesores asistieron a la reunión. Todos los hermanos y hermanas vistieron túnicas del evangelio y sirvieron de distintas maneras, tales como servir de ujieres para los invitados, conducirlos a sus asientos y hablar con ellos después de que el mensaje fue dado. Más de trescientos setenta fueron bautizados. ¿Quién hizo esto? Tal vez pareciera que el Señor no había sembrado. ¿Quién hubiese pensado que Él había sembrado tanto de manera escondida?

Cuando vine a los Estados Unidos por primera vez, según lo que pude observar, los chinos que venían aquí para emprender estudios avanzados eran muy orgullosos, pues pensaban que ellos eran superiores a otros. Cuando les predicábamos el evangelio, sencillamente nos ignoraban. Hoy en día los chinos que vienen a los Estados Unidos para continuar su educación vienen en grupos y multitudes, así que ya no son especiales y, como resultado, su actitud es distinta a la de sus antecesores. Cuando los invitamos para que vengan y escuchen el evangelio, vienen de inmediato. Hace poco, los santos de habla china en tres localidades cercanas a Dallas predicaron el evangelio. Había un total de ciento veinte estudiantes que asistieron a las tres reuniones. Todos eran chinos. Sin duda alguna esto es obra del Señor.

Por lo tanto, no podemos decirle al Señor: “No sembraste y no aventaste, así que es irrazonable que nos pidas que seguemos y recojamos”. Aparentemente, Él no siembra; en realidad, es posible que nosotros sencillamente no sepamos que Él ya ha sembrado. Incluso cuando Él vivía en la tierra, dijo: “He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Jn. 4:35). Luego, dijo: “La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que lance obreros a Su mies” (Lc. 10:2). Esto comprueba que el Señor ya había sembrado la semilla que se convirtió en la mies que requería obreros para segarla. Hoy en día, éste es el caso aún más.

EL SEÑOR CONTROLA LA SITUACIÓN MUNDIAL
PARA LA PROPAGACIÓN DEL EVANGELIO

Realmente adoro al Señor porque he estado en Su obra por más de cincuenta años. Los primeros treinta años estuve entre los chinos, así que conozco muy bien la situación del mundo de habla china. En los Estados Unidos, según lo que he observado, la atmósfera en la sociedad china y sus constituyentes han cambiado por completo. Esto no está en manos de usted ni en las mías. No hay forma en que podamos cambiar la situación. Es obra del Señor. Por lo tanto, dije en el mensaje anterior que basándome en mis observaciones, mi entendimiento de la historia y mis cincuenta años de estudio de la situación mundial y las noticias mundiales, llegué a una conclusión: aparentemente, el evangelio no tiene nada que ver con la situación mundial; en realidad, según la historia, la situación mundial está completamente bajo el control de la mano del Señor con miras a la propagación del evangelio.

Varios eventos en la historia nos muestran claramente que la situación mundial está en manos del Señor. Él es el Señor de los cielos y la tierra, y el trono es Suyo. En el trono Él lleva a cabo la administración universal y rige sobre todo el universo. Daniel 2 dice que Él “depone a reyes y hace que los reyes asciendan” (v. 21). Podemos ver en el Antiguo Testamento que cualquier nación que Él levantaba, esa nación ascendía; y cualquier nación que Él hacía caer, esa nación caía. ¿Cuál es el propósito que Dios tiene al gobernar el universo y regir sobre las naciones de la tierra? Todos tenemos que contestar que es plenamente con miras a la propagación del evangelio.

Cuando Colón navegó los mares y encontró un nuevo continente, eso fue un gran evento en la historia mundial. Sin embargo, muy pocos vieron que era una acto efectuado por Dios a fin de preparar un lugar para el evangelio, por una parte y, por otra, para servir como refugio a fin de dar protección a los creyentes que eran perseguidos. Durante varios siglos los creyentes que estaban bajo persecución, tales como los puritanos, no podían encontrar un lugar seguro donde permanecer en Europa, así que escaparon al nuevo continente. Hoy en día nosotros también somos refugiados. De otro modo, ¿quién estaría dispuesto a abandonar su tierra natal para venir a los Estados Unidos? Por lo tanto, los Estados Unidos verdaderamente es un refugio. Damos gracias y alabamos al Señor porque de entre los seis continentes existe este pedazo de tierra, una tierra de abundancia y libertad, que sirve como refugio para los hijos de Dios.

Actualmente, los Estados Unidos no es una nación de una sola raza. Más bien, es una nación compuesta de “refugiados” de muchas razas. Los primeros en llegar fueron los puritanos, quienes prepararon el camino para la fundación de una nueva nación. El resto de nosotros, los que llegamos después, somos los “refugiados que disfrutan”. Soy un cristiano de cuarta generación. Asistía a la Iglesia Bautista con mi madre cuando era pequeño. Tenía contacto frecuentemente con los misioneros occidentales, así que desde mi corazón sentía agrado por los Estados Unidos. No obstante, nunca pensé acerca de venir a los Estados Unidos. Sin embargo, finalmente vine. Ciertamente me gusta este país, pero de todos modos extraño mi tierra natal. Me parece que muchos de ustedes también son así.


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