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Impartición divina de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6710-3
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PARTICIPAR DEL MANÁ: EL CRISTO CELESTIAL

Después que los hijos de Israel entraron en el desierto, comieron el maná (Éx. 16:14-15; Jn. 6:51). El maná era un alimento celestial que llovía del cielo; no era de esta tierra. Éste es un tipo del Cristo ascendido. El Cristo que está en los cielos viene a nosotros todo el día en forma de alimento celestial. En primer lugar, usted disfruta al Cristo redentor y, luego, al Cristo crucificado. Después disfruta al Cristo resucitado y, finalmente, al Cristo ascendido. El Cristo redentor lo redime; el Cristo crucificado le da el vigor necesario para salir de Egipto; el Cristo resucitado lo capacita para llevar una vida exenta de pecado; y el Cristo ascendido llega a ser su suministro diario para conservarlo viviente cada día. Éste es el Cristo que está en los cielos y que también entra en usted cada día. Todos tenemos esta clase de experiencia. Cada mañana cuando pasamos unos minutos con el Señor, tenemos la clara sensación de que el Cristo que está en los cielos desciende sobre nosotros como la lluvia. Simplemente recogemos el maná para comerlo. El maná es el Cristo ascendido que está en los cielos y que desciende como lluvia sobre nosotros para ser nuestro suministro diario.

PARTICIPAR DEL AGUA VIVA
QUE FLUYÓ DE LA ROCA HENDIDA:
EL CRISTO PNEUMÁTICO

En el desierto los hijos de Israel necesitaban comer el maná, pero también necesitaban algo que beber. Por lo tanto, vemos que el agua viva fluyó de la roca hendida (Éx. 17:6; Jn. 7:38-39; 1 Co. 15:45). Esto representa al Cristo pneumático, al propio Cristo que es el Espíritu. Por consiguiente, tenemos al Cristo redentor, al Cristo crucificado, al Cristo resucitado y al Cristo ascendido. Este Cristo llegó a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Éste es el Cristo pneumático. Este Cristo pneumático llega a ser nuestra bebida, el agua viva, que calma nuestra sed. Es imprescindible que en el libro de Éxodo veamos al Cristo redentor, al Cristo crucificado, al Cristo resucitado, al Cristo ascendido y al Cristo pneumático. ¡Aleluya por este Cristo! Éste es el Cristo que se necesita para la edificación del tabernáculo.

PARTICIPAR DEL TABERNÁCULO
(CON LAS OFRENDAS), DEL CRISTO CORPORATIVO:
CRISTO Y LA IGLESIA

Los hijos de Israel llegaron al monte Sinaí después que experimentaron la Pascua, comieron el maná celestial y bebieron el agua viva, Hoy en día, debido al entorno del cristianismo, a muchos cristianos no les agrada la palabra Sinaí porque fue allí que la ley fue promulgada. Es cierto que la ley fue promulgada en el monte Sinaí; sin embargo, la ley fue sólo una parte de lo que fue dado. También allí fue dado el diseño de la morada de Dios. Los hijos de Israel edificaron un tabernáculo. La ley como testimonio de Dios era sólo una pequeña parte dentro del tabernáculo. Finalmente, aquellas personas que habían sido redimidas, habían participado del cordero y de los panes sin levadura, y del maná y el agua viva, también participaron de las riquezas del tabernáculo con las ofrendas, las cuales tipifican al Cristo corporativo, esto es, a Cristo y la iglesia (Éx. 40:34-38; Jn. 1:14; 1 Co. 12:12). El tabernáculo es sumamente rico.

Ellos no participaron solamente del tabernáculo en sí, sino del tabernáculo con todas las ofrendas. Fíjense en las riquezas exhibidas en todas las ofrendas, y también en las riquezas que estaban dentro del tabernáculo. Tanto por dentro como por fuera, había muchas riquezas en el tabernáculo. Por fuera del tabernáculo y sobre el altar estaban el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado, la ofrenda por la transgresión, la ofrenda voluntaria, la ofrenda mecida y la ofrenda elevada. Todas éstas representan diferentes aspectos de las riquezas de Cristo.

Sin embargo, todas estas riquezas estaban fuera del tabernáculo. Después de disfrutar de todas estas riquezas que están afuera sobre el altar, debemos entrar en el tabernáculo para disfrutar de las riquezas que están adentro. Dentro del tabernáculo estaba la mesa de los panes, el candelero, el altar del incienso y el Arca. Dentro del Arca había más riquezas; allí estaba la ley como testimonio de Dios, el maná escondido dentro de la urna de oro, y la vara de Aarón que reverdeció. ¡Cuántas riquezas! Todos estos elementos son las riquezas que Dios nos está impartiendo según Su dispensación.

Cuando usted disfruta al Cristo que es todas las ofrendas que se presentan fuera del tabernáculo, usted puede entrar en el tabernáculo. Hoy el tabernáculo es la vida de iglesia apropiada. Dentro del tabernáculo, es decir, dentro de la vida de iglesia, se halla el pan sobre la mesa. Esto es mucho más rico que el maná. Luego se halla el candelero con luz resplandeciente. Esta luz es la luz de la vida (Jn. 1:4). Así que, primero usted disfruta a Cristo como su suministro de vida, como su comida diaria y, luego, a partir de este disfrute, usted recibe luz. Cuanto más usted disfruta a Cristo como vida, más recibe usted el resplandor de la luz. En el tabernáculo Cristo resplandece, no como una sola lámpara, sino como siete lámparas. Y estas siete lámparas son los siete ojos del Cordero. Los siete ojos del Cordero son las siete lámparas que arden delante del trono de Dios. Éstos son los siete Espíritus de Dios (Ap. 4:5; 5:6). En la vida de iglesia tenemos el rico disfrute de Cristo sobre la mesa; y luego, a partir de este disfrute, tenemos los siete Espíritus de Dios que resplandecen. Por lo tanto, el candelero proviene de la mesa de los panes. Primero tenemos el pan y luego la luz.

Después de la luz viene el Arca, el testimonio de Dios. En el Arca hallamos un disfrute más profundo. El maná escondido está allí. En Apocalipsis 2 el Señor prometió a los vencedores que les daría a comer del maná escondido (v. 17). Éste no es el maná público que aparecía bajo el cielo abierto, sino el maná escondido dentro de la urna de oro. El maná escondido se hallaba oculto dentro de la urna de oro, la urna de oro estaba oculta dentro del arca, y el arca estaba oculta dentro del tabernáculo. Por lo tanto, vemos aquí tres capas que ocultaban el maná escondido. ¡Cuán profundo es este maná escondido! Algunos cristianos hoy en día disfrutan del maná bajo el cielo abierto; otros disfrutan del pan que está en el Lugar Santo; pero son los vencedores, es decir, los santos que buscan al Señor a lo sumo, quienes entran en el Lugar Santísimo e incluso dentro de la urna de oro, donde disfrutan a Cristo como maná escondido.

Aquí se encuentra un disfrute de Cristo muy profundo que lo fortalece a usted para llevar el testimonio de Dios. El testimonio de Jesús tiene unos requisitos y exigencias bastante elevados. A veces puede parecerle a usted que las exigencias en la iglesia local son demasiado elevadas y que no puede cumplirlas. Sin embargo, junto a este testimonio se encuentra una urna de oro, esto es, la naturaleza divina, que contiene al Cristo escondido para su disfrute. Usted no necesita cumplir los requisitos del testimonio por su propio esfuerzo. El Cristo escondido en la naturaleza divina le proporciona el maná que lo fortalece para cumplir los requisitos del testimonio.

Cuando usted disfrute al Cristo escondido de esta manera tan profunda, experimentará cierto reverdecimiento. ¿Qué significa reverdecer? Significa florecer, desplegar la vida de resurrección. Entonces tendremos la glorificación. El reverdecimiento, el florecimiento, es simplemente la glorificación.

Para entonces, queridos santos, Dios se habrá impartido plenamente en Su pueblo escogido. Todos necesitamos ver esto. Ésta es la impartición de Dios según Su dispensación. Aprecio mucho esta dispensación, pero sin la impartición dicha dispensación no vale nada. Por lo tanto, necesitamos la impartición de Dios mismo conforme a Su dispensación. A lo largo de todos los siglos Dios ha estado llevando a cabo Su dispensación impartiéndose en nosotros. No queremos simplemente aprender acerca de Su dispensación; en vez de ello, queremos disfrutar de Su impartición, de que Él mismo se imparta en nuestro ser.

De este modo tendremos el testimonio interior, el Cristo escondido. Tendremos la vara que reverdeció, la cual florecerá para expresar a Dios. Para este tiempo, el Dios Triuno llegará a ser uno con Su pueblo escogido. Este tabernáculo llega a ser el oráculo de Dios donde podemos disfrutar el hablar de Dios. Las iglesias locales son el oráculo de Dios donde recibimos el hablar de Dios cada día. En el cristianismo difícilmente se escucha la voz de Dios, pero en el recobro el Señor tiene un oráculo. Ésta es la vida de iglesia. Es el lugar donde Dios habla. Inmediatamente después que concluyó la edificación del tabernáculo en Éxodo 40, el Señor llamó a Moisés y le habló desde el tabernáculo (Lv. 1:1). Hoy en día, el tabernáculo es la vida de iglesia apropiada donde, debido al hablar constante de Dios y Su hablar en situaciones específicas, experimentamos cierta infusión. Disfrutamos de Su hablar constante, y Su hablar siempre nos trae Su presencia. Ésta es la bendición propia del recobro del Señor.

Al final del libro de Éxodo se encuentra el tabernáculo como expresión corporativa. Cuando terminó la edificación del tabernáculo, la gloria del Señor descendió, cubrió el tabernáculo con su sombra y lo llenó (40:34-35). Allí se tiene a un pueblo corporativo mezclado con el glorioso Dios. El tabernáculo era un símbolo del pueblo de Israel. En realidad, no era el tabernáculo hecho de madera y de otros materiales que era la morada de Dios; aquel tabernáculo era solamente un símbolo que daba a entender que los hijos de Israel eran la morada de Dios.

Cuando la gloria de Dios descendió sobre el tabernáculo, lo cubrió con su sombra y lo llenó, aquello fue un símbolo de que todo el pueblo de Israel se mezcló con la gloria de Dios y disfrutó dicha gloria. Muchas veces en nuestras reuniones también tenemos la sensación de que la gloria de Dios nos cubre y nos llena. El salón de reuniones se llena de gloria, y nosotros somos saturados de la gloria. Ésta es la impartición de Dios.

Esta clase de infusión de gloria es también la manera en que Dios nos guía. Éxodo 40 nos dice que la gloria que estaba sobre el tabernáculo y dentro de él era la dirección que Dios daba a los hijos de Israel. Cuando la nube de gloria se levantaba, ellos emprendían la marcha; y si la nube de gloria no se alzaba, ellos no se movían (Éx. 40:36-38). La dirección era simplemente la gloria de Jehová. Hoy la dirección del Señor es Su gloria que está con la iglesia. Disfrutar la gloria en la iglesia es la mejor manera de saber con claridad qué debemos hacer o adónde debemos ir. En la iglesia la gloria de Dios resplandece y usted tiene una “autopista” por donde avanzar. Usted ve claramente lo relacionado con su futuro, su destino, su vida humana. El mejor lugar donde podemos estar es en la “autopista” de la vida de iglesia. Lo mejor que podemos hacer es practicar la vida de iglesia. Nuestra dirección y guía es simplemente la gloria del Señor, la cual cubre la vida de iglesia con su sombra y la llena. Mientras usted se mantenga en la vida de iglesia, recibirá la dirección del Señor y estará en la autopista del propósito de Dios. Aquí usted disfrutará del tabernáculo con todas sus riquezas.


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