Verdad, la vida, la iglesia y el evangelio las cuatro grandes columnas del recobro del Señor, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3645-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La cuarta verdad de gran trascendencia en la Biblia es la dispensación de Dios. La forma sustantivada del verbo dispensar es dispensación. Desgraciadamente, la manera en que esta palabra ha sido usada en la teología del cristianismo ha hecho que pierda su significado. Cada vez que mencionan esta palabra, los teólogos la usan para referirse a los diferentes métodos por los que Dios se relaciona con el pueblo. Así, cada dispensación denota una manera particular en que Dios se relaciona con Su pueblo. Cuando los teólogos chinos tuvieron que traducir esta palabra, encontraron dificultades y únicamente la tradujeron como “era”, para indicar que Dios se relaciona con las personas de manera distinta en diferentes épocas. En realidad, este término en la teología latina e inglesa denota el plan de Dios, que no es otra cosa que la administración divina. Sin embargo, cuando usamos este término hoy en día, no nos referimos al plan o administración de Dios sino a la dispensación, o impartición, de Dios. Por consiguiente, para mayor claridad, no usamos el término dispensación sino impartición.
Según el plan de Dios, Él no solamente se hizo carne, sino que también se imparte a Sí mismo en Su pueblo escogido. ¿De qué manera Dios se imparte a Sí mismo en el hombre? Primeramente debemos ver que la muerte del Señor Jesús no solamente significa que se le puso fin. Ciertamente el Señor murió, pero también resucitó. Su resurrección fue un nuevo comienzo. Su muerte puso fin a todo lo relacionado con la vieja creación, pero el Señor no se detuvo allí. Después de acabar con todo, hubo un nuevo comienzo: la resurrección. Pedro nos dice que mediante la resurrección todos fuimos regenerados (1 P. 1:3). Pablo dijo que por medio de la resurrección, el Señor Jesús, como el postrer Adán, fue hecho Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Esto significa que en la resurrección, Cristo llegó a ser Espíritu vivificante a fin de entrar en todos los que creen en Él.
El Espíritu vivificante entra en nosotros primeramente para regenerarnos. La regeneración es Dios mismo que se imparte a Sí mismo en nosotros. Ser regenerados es nacer de Dios. Una vez que nacemos de Dios, recibimos en nosotros la vida de Dios, que es Dios mismo. Podemos comparar esto al hecho de que cuando un padre engendra a un hijo, el padre se imparte a sí mismo en el hijo, de modo que la vida y naturaleza del padre están también en el hijo. Puesto que el padre es humano, el hijo también es humano. De la misma manera, cuando Dios se imparte en nosotros, nosotros somos regenerados con la vida y la naturaleza de Dios, y llegamos a ser hijos de Dios (Jn. 1:12-13; 1 Jn. 5:1)
El Espíritu vivificante entra en nosotros, en segundo lugar, para santificarnos, y, en tercer lugar, para transformarnos. La santificación es para que seamos apartados y la transformación es para que tengamos un cambio de naturaleza. En cuarto lugar, Dios nos conforma a la imagen de Cristo, y, quinto, él nos glorifica para que nosotros podamos entrar en la gloria. La regeneración, la santificación, la transformación, la conformación a la imagen de Cristo y la glorificación son las cinco etapas en las que Dios lleva a cabo Su obra de impartirse en nosotros. La iglesia hoy en día debe permitir diariamente que el Señor realice la obra de santificación, transformación y conformación a la imagen de Cristo. Al final de los tiempos, cuando el Señor Jesús regrese otra vez, Él nos glorificará, es decir, Él brotará de nosotros como gloria (Fil. 3:21). Entonces entraremos en Su gloria. Esto será la era del reino, la cual durará por mil años. Después de esto, la Nueva Jerusalén aparecerá como la expresión máxima de la impartición de Dios. Esta expresión es Dios y el hombre que llegan a ser una sola entidad: Dios como la vida y naturaleza internas del hombre, y el hombre como la expresión externa de Dios. Esta expresión es gloria, y esta gloria es el resultado de la mezcla de Dios y el hombre; y esta mezcla tiene a la Nueva Jerusalén como su expresión máxima y final.
Estos cuatro puntos principales —la creación de Dios, la caída del hombre, el hecho de que Dios se hizo carne y la impartición de Dios— son las verdades principales en la Biblia; ellas abarcan desde la creación de Dios hasta la Nueva Jerusalén, desde Génesis hasta Apocalipsis. Aunque son las verdades más cruciales, no son difíciles de comprender, pues tanto los jóvenes como los viejos pueden entenderlas con facilidad. Debemos predicar a otros estas verdades como evangelio. Cuando salgamos a predicar, si otros nos entiendan o no, dependerá de cómo hablemos. Si hablamos de una manera clara, sencilla y lógica, todos podrán entender lo que decimos; pero si hablamos de una manera torpe y ambigua, nadie nos entenderá. Por consiguiente, si en nuestro interior sentimos la carga de que el recobro del Señor se propague a todo lugar, veremos que no es suficiente predicar el evangelio superficial de la cristiandad, sino que, más bien, debemos anunciar a las personas las verdades de mayor trascendencia en la Biblia como evangelio. Por esta razón, debemos estudiarlas diligentemente.
Cuando hablemos con nuestros familiares o amigos, no necesitamos predicarles todo de una sola vez, sino que podemos hablarles en diferentes ocasiones, de una manera clara, poco a poco, quizás una vez por semana. En un sentido general, el nivel educativo de las personas hoy en día es más elevado que antes, y la habilidad que tiene la gente para razonar y pensar de manera lógica es más avanzada y más rica que en el pasado. Más aún, la mayoría de las personas tiene algunas ideas filosóficas y son capaces de plantearse toda clase de preguntas en cuanto a la vida humana, preguntas que requieren un nivel más elevado de razonamiento psicológico. Si únicamente hablamos de paz y prosperidad, las personas no se sentirán contentas porque no estarán satisfechas. Sin embargo, si les predicamos estas cuatro verdades cruciales, las personas las apreciarán, debido a que dichas verdades se ajustan a su condición interna, despierta su interés y los lleva a reflexionar sobre la vida humana, así como también les provee las respuestas más elevadas en cuanto al verdadero significado de la vida humana. Si alguien es salvo de esta manera, su salvación será excelente.
Creemos que ésta es la única manera de lograr que el Señor regrese y de satisfacer la necesidad de la sociedad humana en su actual condición de vanidad en la que se encuentra. La civilización y el progreso de la sociedad han traído como consecuencia una continua sensación de vacío dentro del hombre, que únicamente las verdades elevadas del recobro del Señor podrán llenar. Por consiguiente, debemos de llevar la carga de estudiar diligentemente la verdad, al grado en que podamos exponerla y anunciarla. Esto es lo que verdaderamente significa predicar el evangelio. Esto es predicar el evangelio elevado. Pablo dijo que Dios le había dado la comisión de predicar el evangelio y de enseñar la verdad (1 Ti. 2:7). De igual manera, esta comisión nos ha sido dada a nosotros hoy. Espero que todos podamos recibir esta comisión, y activamente prediquemos el evangelio y enseñemos la verdad.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.