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Tener comunión con el Señor para la mezcla de Dios con el hombrepor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6534-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 2 de 5 Sección 3 de 5

LA COMUNIÓN AÑADE EL ELEMENTO DIVINO
AL ELEMENTO HUMANO

Cuando una persona es poseída por un demonio, la función de su mente, parte emotiva y voluntad es anulada. Pero cuando Dios se mezcla con una persona, Él no anula el elemento humano. Dios desea que la mente del hombre, su parte emotiva y su voluntad cooperen con Él. Por lo tanto, cuanto más espirituales seamos, más rica será nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Una persona espiritual es más humana, porque su elemento humano ha sido enriquecido con el elemento divino. Dicha persona es movida por el Espíritu. Además, Dios fluye por medio de tal persona y se mezcla con ella. Por consiguiente, lo que ella dice o hace es conforme a la norma apropiada de humanidad. Su personalidad no es anulada; más bien, es fortalecida.

Según la biografía de Andrew Murray, vemos que su mente, parte emotiva y voluntad fueron enriquecidas, si bien él también fue firme y decidido. Sus pensamientos tocaron la mente de Dios, sus afectos tocaron la parte emotiva de Dios y su voluntad tocó la intención de Dios. Lo mismo sucedió con otros gigantes espirituales. Ninguno de ellos perdió su naturaleza humana, sino que simplemente dejaron de ser independientes de Dios. La verdadera comunión no hace que una persona deje de existir; al contrario, ella llega a ser más activa. Sin embargo, ya no hace las cosas por sí misma, sino que depende de Dios y discierne el sentir de Dios en todo lo que hace.

Una persona aletargada que duerme todo el tiempo es cobarde y no puede ser espiritual. Alguien que es espiritual debe ser sensato y cuerdo. Tendrá pensamientos ricos, sentimientos fervorosos y una voluntad fuerte y resuelta. Dependerá de Dios, y su revelación, perspicacia y entendimiento no serán independientes de Dios; más bien, él mismo se sujetará a Dios, dependerá de Dios y permitirá que Dios se mezcle con él. Así, el elemento divino estará presente en su mente, parte emotiva y voluntad, por lo que su hablar, decisiones y sabiduría serán el hablar, las decisiones y la sabiduría de Dios.

Dos hermanos pueden ser inteligentes, pero uno de ellos puede tener el sabor de Dios mientras que el otro no. Dos hermanas pueden enojarse, pero una de ellas expresa a Dios mientras que la otra expresa su carne. Un anciano puede reprender duramente a alguien, pero los demás perciben el sabor de Dios. Podemos discernir la diferencia en casos así.

No debemos pensar que cuando tenemos comunión con Dios, nuestra persona deja de existir. Si una persona deja de existir, es probable que esté poseída por un demonio. Cuando aprendemos a tener comunión con el Señor, aprendemos a usar apropiadamente nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad y a sujetarlas a Dios. Si un pensamiento hace que una hermana se sienta interiormente seca, vacía o inquieta, ella debe rechazarlo y pensar en algo diferente. Si otro pensamiento le trae a ella luz y consuelo, debe recibirlo porque está relacionado con la vida. Si un hermano que está listo para dar un mensaje se siente incómodo interiormente, ésa es la prohibición de Dios. Él debe buscar al Señor hasta que se sienta radiante y refrescado. Debemos poner esto en práctica aun cuando escojamos los himnos para una reunión.

Cuando tenemos comunión con el Señor no dejamos de tener pensamientos. Al contrario, estamos llenos de pensamientos. Sin embargo, no dependemos de nuestros pensamientos, sino del sentir de vida en nuestro espíritu, el sentir que Dios nos da. Cuando sujetamos nuestros pensamientos al sentir que tenemos en nuestro espíritu, estamos sujetando nuestra mente a Dios y estamos mezclándonos con Él. Asimismo nuestro amor por otros debe ser conforme al sentir de nuestro espíritu. No es que no tengamos sentimientos; al contrario, estamos llenos de sentimientos, pero éstos están sujetos al sentir de nuestro espíritu. Lo mismo se aplica a nuestra voluntad. Nuestro espíritu debe ser la parte predominante de nuestro ser. Si nuestro espíritu está sujeto a Dios, todo nuestro ser también lo estará. Es de esta manera que tocamos la presencia de Dios en nuestro andar. Esto es lo que significa vivir en comunión. Así, todo lo que digamos y hagamos contendrá el elemento divino, expresará a Dios y suministrará vida. Ésta es la lección más básica que nosotros, como quienes desean ser usados por Dios, debemos aprender.

PERMITIR QUE DIOS FLUYA
A TRAVÉS DE CADA PARTE DE NUESTRO SER

El significado apropiado de tener comunión es que Dios entra en el hombre como vida por medio de Su fluir a fin de que el hombre se mezcle con Él. Dios es Espíritu, y nosotros tenemos un espíritu humano. El Espíritu entró en nosotros a fin de ser nuestra vida. Antes de la caída del hombre, el espíritu humano era su órgano dominante, pues lo gobernaba y dirigía. Su mente, su parte emotiva y su voluntad, con sus diferentes funciones, estaban bajo la dirección de su espíritu. Asimismo, las acciones de su cuerpo estaban bajo la dirección de su espíritu. Aunque el Espíritu no moraba en él, su espíritu humano era capaz de comunicarse con Dios; y aunque Dios estaba fuera de él, podía dirigir el espíritu dentro del hombre. Por consiguiente, el hombre vivía delante de Dios y estaba bajo el control de Dios. Desde la perspectiva humana, esta condición parece ser lo suficientemente buena. Es por ello que muchos cristianos creen que la obra salvadora de Dios simplemente consiste en llevarnos de regreso a la condición humana original. No se les ha ocurrido que la salvación de Dios va más allá de simplemente llevar al hombre de vuelta a su condición original. El propósito de Dios es ser uno con nosotros al entrar en nuestro espíritu, al morar en nuestro espíritu y al mezclarse con nosotros. Es así como Dios desea dirigir y gobernar todo nuestro ser. No sólo eso, sino que además Él desea extenderse desde nuestro espíritu a cada parte de nuestro ser.

Dios en Su obra de salvación no sólo desea gobernarnos, sino también mezclarse con nosotros. Esta mezcla empieza con nuestro espíritu y continúa hasta que alcanza cada parte de nuestro ser. Dios primeramente entra en nuestro espíritu para ser un solo espíritu con nosotros. Luego, a partir de nuestro espíritu se extiende a nuestra alma, es decir, a nuestra mente, parte emotiva y voluntad. Dios se mezcla con nuestra mente, parte emotiva y voluntad de tal manera que nuestra mente expresa Sus pensamientos, nuestra parte emotiva expresa Sus sentimientos, y nuestra voluntad expresa Sus decisiones.

Tener comunión con Dios es permitir que Él opere y actúe libremente en nuestro espíritu de modo que pueda alcanzar nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. A fin de extenderse, es menester que nuestra mente, parte emotiva y voluntad estén sujetas a nuestro espíritu. Dios ya se ha mezclado con nuestro espíritu y se ha unido a él formando así un solo espíritu (1 Co. 6:17). Por lo tanto, cuando nuestra mente, parte emotiva y voluntad están sujetas a nuestro espíritu, también están sujetas a Dios. Si permitimos que nuestro espíritu nos gobierne, es decir, si permitimos que dirija nuestra mente, parte emotiva y voluntad, el Espíritu entonces fluirá a cada parte de nuestro ser. Este fluir es la comunión. Cuando tenemos comunión con Dios, permitimos que Él fluya de nuestro espíritu a cada parte de nuestro ser.

Cuando nuestra mente, parte emotiva y voluntad hacen algo que no está bajo la dirección de nuestro espíritu, nuestra comunión con Dios se interrumpe. En cuanto el fluir se detiene, la comunión se pierde; y una vez que perdemos la comunión, perdemos la presencia de Dios. Esto es algo muy serio. Debemos estar con temor y temblor para no permitir que nuestra mente, parte emotiva y voluntad pase por encima del gobierno de nuestro espíritu. El Espíritu puede fluir libremente en nuestro ser cuando nuestra mente, parte emotiva y voluntad están sujetas al gobierno de nuestro espíritu. Como resultado, nos mantendremos en comunión con Dios y disfrutaremos de Su presencia, y Dios se mezclará con nosotros y se extenderá a cada parte de nuestro ser interior. Además, Él fluirá de nuestro ser, y el elemento de Dios se manifestará en nuestro vivir y en nuestro andar. En ese momento, el elemento divino estará mezclado con nuestro elemento humano.


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