Edificación de la iglesia, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7483-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Nuestro Dios es viviente. También es un Dios de propósito y, como tal, no sólo es viviente, sino que también actúa y opera. Hoy todos estamos bajo Su mover y Su operación. La Biblia no es un libro de historias, ni un libro de doctrinas. Al contrario, la Biblia es un libro de revelación, que nos revela que el Dios de propósito vive, actúa y opera. Después de la obra de creación que Dios realizó en Génesis, el hombre creado por Dios fue tentado y cayó. Sin embargo, el Dios de propósito jamás puede ser derrotado. Una vez que Dios establece Su propósito, nadie jamás puede impedirle cumplirlo. No importa cuán astuto sea Satanás ni cuánto intente estorbar el propósito de Dios, Dios simplemente se ríe de él y le dice: “Pequeño Satanás, todo lo que has hecho y todo lo que vas a hacer sólo me ayudará a cumplir Mi propósito. Haz lo que más puedas para derrotarme. Yo soy un Dios de propósito y el Dios eterno. Una vez que me propongo lograr cierto propósito, jamás puedo ser derrotado. Nadie puede impedirme cumplir Mi propósito. Tu mayor esfuerzo por estorbar Mi propósito sólo me ayudará a avanzar más rápidamente. Inicialmente, Yo quizás trabaje sólo superficialmente, pero gracias a tu ayuda Mi obra será cada vez más profunda”. Este pensamiento se revela claramente en las primeras páginas de la Biblia.
Génesis 1 nos dice que Dios creó al hombre (vs. 26-28). Génesis 2 nos muestra el propósito por el cual Dios creó al hombre, a saber, que el hombre recibiera a Dios como su vida y llegara a ser los materiales preciosos para el edificio de Dios (vs. 8-12). Asimismo en el capítulo 2 Eva, la esposa de Adán, fue edificada por Dios (vs. 18-24). Por lo tanto, Génesis 2 revela el propósito eterno de Dios con respecto a la edificación. Luego en Génesis 3 la serpiente se introdujo, y el hombre fue tentado y cayó. Esto tal vez nos desanime. Probablemente después de haber visto el árbol de la vida, los materiales preciosos y la edificación de la esposa en el capítulo 2, no nos alegremos cuando veamos a la serpiente en el capítulo 3. Sin embargo, necesitamos ver que la serpiente es únicamente el trasfondo, no la figura principal. Génesis 3 nos presenta un cuadro no de la serpiente, sino de una persona maravillosa, la simiente de la mujer (v. 15).
En Génesis 3 la serpiente astuta se introdujo y sedujo al hombre que Dios había creado (vs. 1-6). Satanás, la serpiente, estaba contento, pensando que había usurpado al hombre para sí mismo. Dios entonces vino al huerto y le preguntó a Adán si había comido del árbol del conocimiento del bien y del mal (v. 11). Adán respondió culpando a Dios por haber hecho a Eva, y dijo: “La mujer que me diste para que estuviera conmigo, ella me dio del árbol, y comí” (v. 12). Dios no reprendió a Adán ni lo condenó. A Él no le molestó que Adán le echara la culpa; en vez de ello, fue a Eva y le preguntó: “¿Qué es lo que has hecho?”. Ella dijo: “La serpiente me engañó, y comí” (v. 13). Al decir esto, ella también culpó a Dios al dar a entender que Dios debió haber aplastado a la serpiente antes que tuviera oportunidad de tentarla. Sin embargo, Dios tampoco la reprendió.
Aunque Dios les preguntó al hombre y a su mujer qué habían hecho, no le preguntó a la serpiente qué había hecho. Dios nunca le dio a la serpiente oportunidad de decir nada. En vez de ello, le dijo: “Por cuanto esto hiciste, / maldita eres, más que todo el ganado / y más que todos los animales del campo. / Sobre tu vientre andarás, / y polvo comerás / todos los días de tu vida. / Pondré enemistad / entre ti y la mujer, / y entre tu simiente y la simiente suya; / él te herirá en la cabeza, / pero tú le herirás en el calcañar” (vs. 14-15). Es como si Dios le dijera: “Pequeña serpiente, por haber hecho esto, serás maldecida. Ahora Yo voy a derrotarte. Tú entraste en la humanidad por la puerta trasera, por medio de la mujer. No debiste haber hecho esto. Ahora, para avergonzarte, por medio de esa puerta trasera produciré una simiente. Tú entraste a la humanidad por medio de la mujer, pero Yo produciré una simiente a partir de esta mujer. Satanás, tú pensaste que habías obtenido la victoria al entrar en el hombre, pero sólo preparaste tu propia derrota. Únicamente abriste la puerta y preparaste el camino para que Yo viniera y produjera la simiente de la mujer, quien ha de aplastar tu cabeza”. ¡Esto es maravilloso! Cuando llegamos a Génesis 3, debemos decir: “¡Aleluya por la simiente de la mujer! ¡Aleluya porque Él le ha herido la cabeza a la serpiente!”.
Después que Adán y Eva comieron del árbol del conocimiento del bien y del mal, comprendieron que su destino era morir, puesto que Dios le había dicho a Adán que si comía del árbol del conocimiento, ciertamente moriría (2:17). Debido a que Adán y Eva sabían esto, ellos estaban con mucho temor y temblor (3:8). Sin embargo, Génesis 3:15 fue la primera predicación del evangelio. La gente hoy busca la paz, pero Dios no habló de paz cuando predicó el evangelio en Génesis 3:15. En vez de ello, dijo que pondría enemistad entre la serpiente y la mujer, y que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente. Cuando Adán escuchó este evangelio, estas buenas nuevas, él ya no estaba con temor y temblor. Antes de escuchar el evangelio, él culpó a Dios por darle una esposa tan débil. Él puede haber pensado: “Habría sido mejor si Dios nunca me hubiera hecho una esposa; no estaría en esta situación”. Sin embargo, después de escuchar la primera predicación del evangelio, Adán cambió de parecer, y llamó el nombre de su esposa Eva, que significa “viviente” (v. 20).
Génesis 3 presenta un maravilloso cuadro de la simiente de la mujer, quien vendría para herir la cabeza de la serpiente. Sin embargo, este cuadro requería cierto trasfondo. Este trasfondo era la serpiente sigilosa. Sin este trasfondo no podríamos ver con tanta claridad la simiente de la mujer. Si la serpiente no hubiera venido a seducir al hombre, haciéndole caer, probablemente no habría sido posible que la simiente de la mujer fuese revelada. La simiente de la mujer es el Señor Jesús (Is. 7:14; Gá. 4:4). Sin la serpiente y sin la caída del hombre, el Señor Jesús no podría haber sido revelado jamás como simiente de la mujer.
Hoy el Señor Jesús está en nuestro espíritu como simiente de la mujer que hiere la cabeza de la serpiente. Él hirió la cabeza de la serpiente en la cruz, y hoy está hiriendo la cabeza de la serpiente en nosotros. “Escuchad en alta esfera” es un famoso himno escrito por Charles Wesley. La última estrofa de este himno dice: “¡Ven Deseado de naciones! / ¡Haz Tu hogar en nuestro ser! / Y aplaste a la serpiente / Tú, simiente de mujer. / La fallida semejanza / Cambia a Tu imagen santa, / Y como el postrer Adán / Nos reinstales en Tu plan” (Himnos, #49). El que Cristo hiriera la cabeza de la serpiente no sólo ocurrió en la cruz objetivamente, sino que también está ocurriendo en nosotros subjetivamente. Sin las acciones sutiles cometidas por Satanás en el huerto, Cristo no habría podido ser revelado como la simiente victoriosa de la mujer que hiere la cabeza de la serpiente en nosotros.
Génesis 3 es un maravilloso capítulo porque en él vemos la primera predicación del evangelio elevado. El evangelio inferior le dice al hombre que se va a ir al infierno, pero que si cree, se le permitirá ir al cielo. El evangelio elevado es el evangelio de la simiente de la mujer que hiere la cabeza de la serpiente. En realidad, cuando la cabeza de la serpiente es herida y Satanás es destruido, cualquier lugar es el “cielo”. Si la cabeza de Satanás es herida en nuestra casa, nuestra casa será el “cielo”. Si la cabeza de la serpiente es herida dentro de nosotros, nosotros seremos el “cielo”. Por lo tanto, Génesis 3 es un capítulo maravilloso que nos muestra la simiente victoriosa de la mujer, que hiere la cabeza de la serpiente para que podamos ser llamados “viviente”. Este capítulo revela cómo somos salvos y llegamos a ser vivientes. Sin embargo, Génesis no termina con el capítulo 3.
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