Impartición divina par ala economía divina, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6586-4
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Hemos visto que la impartición divina efectuada por la elección y predestinación del Padre, la obra redentora del Hijo y el sellar del Espíritu nos permite tener la naturaleza santa del Padre y Su vida divina. Por medio de la naturaleza santa del Padre y Su vida divina y por medio del elemento divino del Hijo, somos constituidos un tesoro que el Padre puede heredar. Llegamos a ser la herencia del Padre mediante la redención del Hijo, en la cual somos introducidos en Su elemento divino. Por último, mediante la impartición divina también recibimos el sellar del Espíritu. El Espíritu Santo, quien es la consumación del Dios Triuno, es la tinta que nos sella continuamente durante toda nuestra vida cristiana hasta el día de la redención de nuestro cuerpo (Ef. 1:14). Así, pues, la naturaleza santa, la vida divina, la herencia divina que es fruto del elemento divino de Cristo y la tinta que sella, redundan en el Cuerpo orgánico de Cristo.
El Evangelio de Juan es un libro que trata acerca de la impartición divina. El primer punto de la impartición de Dios que se presenta en el Evangelio de Juan es la encarnación. El versículo más crucial en el capítulo 1 es el versículo 14, que dice: “Y la Palabra se hizo carne...”. Desde mi juventud, me dijeron que el tema del Evangelio de Juan era Cristo y Su persona divina, y que este libro nos presenta a Cristo como el propio Dios. Esto se debe a que el evangelio tiene que ver con el hecho de recibir la vida divina, la cual es Cristo mismo. Cristo llegó a ser la corporificación de la vida divina (Jn. 1:4) mediante la encarnación. Aunque recibí esta enseñanza hace sesenta años, no me llevé una profunda impresión de que la encarnación fue el primer paso de la impartición de Dios. Ahora comprendo que el propósito de la encarnación era que Dios se impartiera en el hombre. El hombre fue creado por Dios a Su imagen con el propósito específico de que llegara a ser uno con Dios.
Un ejemplo que nos permite ver la unidad que Dios desea tener con el hombre es el proceso que ocurre cada vez que comemos, digerimos y asimilamos los alimentos. Cuando usted se come un sándwich, su estómago opera para digerir y asimilar el contenido de ese sándwich. Otra palabra con la cual podemos definir este proceso es impartición. La digestión y asimilación son una especie de impartición. Después de unas cuantas horas, el sándwich desaparece dentro de usted y llega a ser uno con usted. Finalmente, ese sándwich se mezcla con usted. Ésta es la clase de unidad que Dios desea tener con el hombre. A fin de lograr esta clase de unidad, Dios se hizo comestible. Él es el pan de vida (Jn. 6:35, 57). La primera estrofa y el coro de Himnos, #226 dice así:
Su Hijo a todo hombre, Dios,
Como árbol de la vida dio,
Para que pruebe y vea hoy
Que Dios comida es.
¡Sí, Dios comida es!
¡Sí, Dios comida es!
Probamos y muy cierto es,
¡Que Dios comida es!
Nuestro Dios es bueno para comer. Él no es solamente bueno para salvarnos o redimirnos, sino también bueno para comer. En Juan 6:51 Jesús dijo: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre”. En el desierto los hijos de Israel comieron maná todos los días (Éx. 16:14-15, 21). Ellos vivieron de ese suministro de maná por cuarenta años. En el Evangelio de Juan, el Señor Jesús se reveló a Sí mismo como el verdadero maná. No debemos comerle a Él sólo una vez al año sino cada día. Jesús es nuestro maná diario; cada día debemos comerle.
Debemos comer de Él cada día, y necesitamos ser avivados por Él cada día. En la antigüedad, los israelitas tenían que recoger el maná antes del amanecer porque cuando el sol calentaba, el maná se derretía (Éx. 16:21). Sucede lo mismo con nuestra práctica del avivamiento matutino. Debemos levantarnos temprano. Si usted es perezoso y prefiere quedarse dormido hasta tarde, se perderá el maná. Necesita levantarse un poco más temprano, antes del amanecer, a fin de recoger a Cristo como su maná diario. Usted tiene que comer a Cristo. Éste es el pensamiento divino hallado en la Palabra divina.
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