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Manera ordenada por Dios de practicar la economía neotestamentaria, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-329-8
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Actualmente disponible en: Capítulo 4 de 19 Sección 3 de 3

Invocando el nombre del Señor
para disfrutar a Cristo como el todo
para la vida de reunión de la iglesia

Al invocar “Oh Señor Jesús” podemos disfrutarle como todo, como cada punto en 1 Corintios. Cuando decimos: “Oh Señor Jesús”, le disfrutamos como el fundamento. “Oh Señor Jesús”, y le disfrutamos como el primero, el segundo y el postrero. “Oh Señor Jesús”, y le disfrutamos como comida y bebida. Tenemos que aprender a “¡Oh Señor Jesús!”.

El invocar “Oh Señor Jesús” resulta en una presencia constante y calurosa dentro de nosotros. Cuando invocamos al Señor, hay una presencia divina dentro de nosotros que nos abriga y nos trae un gozo rebosante. Necesitamos invocar el nombre del Señor durante toda ocupación, en toda ocasión y en todo lugar, con nuestra boca, en el espíritu y en el corazón. Necesitamos abrir nuestra boca, ejercitar nuestro espíritu y abrir nuestro corazón. Invocar el nombre del Señor es experimentar a la Trinidad divina.

Los problemas en la vida de iglesia no pueden resolverse por medio de ningún método humano. Hace más de cincuenta años que comencé a obrar en el ministerio, y frecuentemente los santos acudían a mí con problemas. La mayoría de estos problemas se relacionaban con el matrimonio. Yo creía que podía dar a los santos algún método de solucionar sus problemas, pero con el tiempo supe que esto no funcionó. Al leer la santa Palabra, me di cuenta de que nosotros no podemos resolver ningún problema. La única manera de solucionar los problemas de la gente es ministrarles este Cristo disfrutable. Comencé a decirle a la gente que tenían que experimentar a Cristo y tomar a Cristo como su vida y suministro de vida.

Aunque compartí esto con los santos por los años de 1940, yo no había visto el asunto de invocar el nombre del Señor. Por los años del 1966 al 1968 empezamos la práctica de orar-leer la Palabra e invocar el nombre del Señor en el local Elden en Los Angeles. El local Elden es un conmemorativo de orar-leer e invocar el nombre del Señor. En una reunión por la tarde, los santos oraron-leyeron todo el libro de Efesios. Eso fue maravilloso. Nuestras reuniones estaban llenas de “¡Oh Señor Jesús! Amén”.

Un día en una reunión me puse de pie y dije a los santos que todos ellos podían decir algo. Cuando dije esto a los santos yo mismo no sabía qué decirles que pudieran decir. Entonces dije: “Todos ustedes pueden decir cuatro palabras”. En aquel momento yo no sabía cuáles eran las palabras que les diría que dijeran. Entonces dije: “Todos ustedes pueden decir: ¡Oh Señor, Amén, Aleluya!” Practicamos diciendo “Oh Señor, Amén, Aleluya” por un rato. Pensé que había cometido un error en el orden de estas palabras al decir a los santos que dijeran “Amén” antes de “Aleluya” en vez de decir “Aleluya, Amén”. Entonces lo verifiqué con el Nuevo Testamento. En realidad, la manera bíblica no es “Aleluya, Amén”, sino “Amén, Aleluya” (Ap. 19:4). En aquellos años cantamos una y otra vez el himno siguiente:

Hoy Cristo Espíritu es;
Espíritu que vida da.
Hoy Cristo Espíritu es,
Pues, con tu espíritu di:

¡Señor, Amén!
¡Señor, Amén, Aleluya!

En esos días, por el año de 1969, estábamos “locos” en el disfrute de Cristo. Todos los días los santos invocaban: “¡Oh Señor Jesús, Amén!”. Antes de aquel tiempo muy pocas veces decíamos: “Amén”. Ahora el decir “Amén” se ha hecho una costumbre entre nosotros. Hoy día, cada vez que se encuentra con un hermano, usted dice: “Amén”. Este hermano responderá diciéndole: “Amén”. Nuestra costumbre de decir “Amén” vino del canto que ya mencioné. Cuando decimos: “Oh Señor, Amén, Aleluya”, tenemos que testificar que disfrutamos al Señor. Nadie puede negar esto.

Algunos discutían conmigo diciendo que lo que enseñábamos era algo meramente psicológico. Respondí diciendo: “Puede ser psicológico. Probémoslo invocando: ‘¡Oh George Washington!’ u ‘¡Oh Confucio!’”. Cuando invocamos estos nombres no hay sensación de que algo se mueva dentro de nosotros ni tampoco hay sensación de disfrute. Pero cada vez que decimos: “Oh Señor Jesús”, algo por dentro nos toca, nos unge y se mueve dentro de nosotros. Lo que sentimos por dentro es muy querido, muy amoroso y muy dulce. En esta clase de oración hay una presencia calurosa dentro de nosotros porque El está viviendo y moviéndose dentro de nosotros. Cuando mantenemos la boca cerrada, es difícil que El se mueva en nosotros. Pero cuando decimos: “Oh Señor Jesús, Amén”, El se mueve dentro de nosotros.

A veces la gente me pregunta: “Hermano Lee, ¿cuál es el secreto de su salud? ¿Cómo puede usted vivir tantos años?” Un secreto es “Oh Señor Jesús”. Si usted tiene indigestión, pruebe el invocar “Oh Señor Jesús” por cinco minutos. El invocar le ayudará a digerir su comida. Invocar al Señor le hará feliz, le quitará sus cargas y especialmente le quitará su ansiedad humana. En la vida humana día tras día hay ansiedad continua. Los que invocan “Oh Señor Jesús” una y otra vez durante el día no tienen ansiedad. Invocando al Señor, toda nuestra ansiedad se irá. El Señor vive dentro de nosotros. Necesitamos abrir nuestra boca, ejercitar nuestro espíritu y abrir nuestro corazón para liberar a Jesús invocando Su nombre. De esta manera le disfrutamos en todos Sus aspectos maravillosos en 1 Corintios. El aspecto final de este libro es que Cristo es el Espíritu vivificante. Cuando invocamos: “Oh Señor Jesús”, disfrutamos al Dios Triuno y todos nuestros problemas se resuelven.

Después de ver este asunto, empecé a ministrar a los santos de manera diferente. Las esposas o los esposos venían a visitarme con problemas, y me preguntaban qué hacer. Yo les decía que simplemente necesitaban invocar: “Oh Señor Jesús”. Les exhortaba que necesitaban aprender a decir: “Oh Señor Jesús, Oh Señor Jesús”. Algunos me preguntaban qué deberían hacer con su mal genio. Yo les decía que cuando estaban a punto de perder la paciencia, que deberían decir: “Oh Señor Jesús, Oh Señor Jesús, Oh Señor Jesús”. Si invocáramos el nombre del Señor una y otra vez, se nos iría el mal genio y vendría el gozo. Hace casi veinte años que tanto practicábamos el invocar, pero hoy lo practicamos muy poco. En el año 1969 cuando llegábamos al local, la reunión estaba llena de “Oh Señor Jesús”. Pero hoy nuestras reuniones están llenas de mudez. Que el Señor recobre el “Oh Señor Jesús” entre nosotros. Todos nosotros tenemos que aprender a decir: “Oh Señor Jesús, Oh Señor Jesús”.

Cuando yo era un creyente joven me enseñaron que tenemos que darnos cuenta de que hemos sido crucificados con Cristo y considerarnos muertos. Yo trataba de darme cuenta de que fui crucificado con Cristo y considerarme muerto con Cristo, pero eso no funcionó. Luego descubrí lo que sí funciona, y esto es el decir: “Oh Señor Jesús”. Cuando usted invoca el nombre del Señor, experimentará Su muerte y Su resurrección. Por los años de 1969 dimos muchos mensajes acerca de invocar el nombre del Señor. Nuestros hogares deben estar llenos del invocar del nombre del Señor.

Cuando salgamos a bautizar a personas y establecer reuniones en sus casas, espero que tomemos la iniciativa en invocar el nombre del Señor, dirigiendo a los nuevos creyentes a invocar el nombre del Señor Jesús. Esto fortalecerá, enriquecerá y establecerá las reuniones en casa. Todos nosotros necesitamos hacer esto. La predicación en letras muertas no funciona. Debemos creer en el Espíritu viviente, quien se mueve cuando invocamos el nombre del Señor Jesús. Cada vez que decimos: “Señor Jesús”, sentimos por dentro que el Espíritu viviente nos toca.

Invocando el nombre del Señor, disfrutamos de todos los aspectos de lo que El es, y tenemos una posición, un terreno, una base y un apoyo fuerte para venir a la reunión. Cuando venimos a la reunión invocando el nombre del Señor, venimos como una persona viviente llena de Cristo. Si somos los que invocamos el nombre del Señor, no nos será necesario tratar de pensar en qué decir en la reunión. Si abrimos nuestra boca, algo de Cristo saldrá de nosotros. Esta es la manera de tener las reuniones de la iglesia. Si todos nosotros estamos dispuestos a ser personas que invocan el nombre del Señor Jesús una y otra vez día tras día, cada vez que nos reunimos, la reunión será rica, viviente y será una exhibición verdadera de Cristo. El himno #75 declara en el coro:

¡A Cristo exhibid!
    ¡A Cristo exhibid!
El excedente a la iglesia trae,
    ¡A Cristo exhibid!

Necesitamos traer el excedente de Cristo a todas las reuniones a fin de exhibir a Cristo. Necesitamos disfrutar a Cristo en nuestra vida diaria, y reunirnos para exhibirle a El.

LOS MINISTROS DEL NUEVO TESTAMENTO
EN LA SEGUNDA EPISTOLA A LOS CORINTIOS

La Segunda Epístola a los Corintios, el octavo libro del Nuevo Testamento, nos muestra los ministros del Nuevo Testamento. Cuando disfrutamos a Cristo en nuestra vida diaria, somos constituidos con Sus riquezas inescrutables. De esta manera, llegamos a ser los ministros del Nuevo Testamento, los cuales imparten las riquezas de Cristo dentro de otros. El Espíritu, quien es la expresión máxima del Dios Triuno procesado como un Espíritu vivificante, imparte la vida divina, aun a Dios mismo, dentro de los creyentes y de los apóstoles, haciéndoles ministros de un nuevo pacto, el pacto de vida (2 Co. 3:6). Por tanto, su ministerio es un ministerio constituido del Dios Triuno de vida por medio de Su Espíritu vivificante. Todas las obras de los apóstoles son para llevar a cabo este ministerio único de ministrar Cristo a la gente para la edificación de Su Cuerpo.


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