Vida cristiana, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-0260-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Gálatas 5:24 dice que los que son de Cristo Jesús “han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”. La carne con sus pasiones y concupiscencias ha sido crucificada en la cruz.
Por medio de la muerte de Cristo en la cruz, el cuerpo de pecado quedó anulado, es decir, quedó sin efecto, para que ya no sirvamos más al pecado (Ro. 6:6b). El hermano Nee dijo que la muerte de Cristo dejó sin trabajo o dejó desempleado al cuerpo de pecado. El trabajo de la carne consiste en pecar. Ahora la crucifixión de Cristo ha hecho que nuestro cuerpo de pecado se quede sin trabajo, sin función, para que no sirvamos más al pecado como esclavos. La carne ha perdido su trabajo. Todo esto está relacionado con el hecho de que la muerte de Cristo toma medidas con respecto al viejo hombre.
La muerte de Cristo también toma medidas con respecto a la ley expresada en mandamientos.
Por medio de Su muerte, Cristo abolió las ordenanzas a fin de que de los dos pueblos, es decir, Israel y los gentiles, fuera creado un solo y nuevo hombre en Cristo, haciendo así la paz (Ef. 2:15; Col. 2:14). Las ordenanzas principales entre los judíos eran guardar el Sábado, la circuncisión y las regulaciones dietéticas. La religión judía está fundada en estas tres columnas, las cuales llegaron a ser un factor principal de separación, o sea, el factor que separó a los judíos de todos los gentiles.
Además, todas las distintas culturas tienen sus propias ordenanzas. Los japoneses y los chinos tienen sus ordenanzas específicas. Los tejanos tienen sus ordenanzas y los yanquis tienen las suyas. Pero todas estas ordenanzas han sido crucificadas. La pared intermedia de separación, la pared de división, ha sido derribada por la muerte de Cristo. Ahora, sin importar cuál sea nuestra raza o cultura, podemos ser uno en Cristo.
Con todas las ordenanzas, jamás habríamos podido ser el nuevo hombre. ¿Cómo es posible que los chinos y los japoneses, los blancos y los negros, sean un solo y nuevo hombre? Ellos pueden ser un solo y nuevo hombre porque Cristo aniquiló todas las ordenanzas y crucificó todas las personas naturales en la cruz. Ahora en el nuevo hombre sólo hay lugar para Cristo. En el nuevo hombre, Cristo es el todo y en todos (Col. 3:11).
Por medio de Su muerte todo-inclusiva, Cristo dio muerte a la enemistad que existía entre Israel y los gentiles, a fin de reconciliar con Dios a ambos pueblos en un solo Cuerpo (Ef. 2:16). De los dos pueblos Cristo creó un solo y nuevo hombre, y reconcilió a ambos pueblos en un solo Cuerpo. El nuevo hombre constituye el único Cuerpo. Como el Cuerpo de Cristo, la iglesia necesita que Cristo sea su vida, mientras que como el nuevo hombre, la iglesia necesita que Cristo sea su persona. En el nuevo hombre, la persona es Cristo, y en el Cuerpo, la vida es el Espíritu. Cristo y el Espíritu son uno, y el nuevo hombre y el Cuerpo también son uno. Todas las divisiones han sido crucificadas en la cruz, y nosotros hemos sido reconciliados con Dios en un solo Cuerpo.
Ahora queremos ver dos aspectos del lado positivo con respecto a la muerte de Cristo.
La muerte todo-inclusiva de Cristo liberó la vida divina de la cáscara de Su humanidad (Jn. 12:24). En la encarnación Cristo se puso la humanidad, y la humanidad vino a ser como una cáscara que encerraba a la vida divina. La vida divina estaba escondida, encerrada, en la humanidad de Cristo, y tal humanidad tenía que ser quebrantada en la cruz. La muerte de Cristo liberó de esa cáscara humana a la vida divina. Él era el único grano de trigo que cayó en tierra y murió para liberar Su vida.
Mediante Su muerte, Cristo impartió en los creyentes la vida divina ya liberada, haciendo que ellos sean los muchos granos a fin de que constituyan el Cuerpo de Cristo (Jn. 12:24; Ro. 12:5; 1 Co. 10:17). Éste es el lado positivo de la muerte de Cristo: liberar de Sí mismo, el único grano, la vida divina e impartir esta vida divina en muchos granos con miras a que el Cuerpo sea constituido para que sea el complemento de Cristo.
Ahora tenemos que ver los símbolos de los dos aspectos de la muerte todo-inclusiva de Cristo. Estos dos símbolos mencionados en Juan 19:34 son la sangre y el agua.
La sangre simboliza la muerte redentora de Cristo. La sangre es para la redención. En este sentido la muerte de Cristo es una muerte redentora.
El agua simboliza la muerte de Cristo, la cual libera e imparte vida. El propósito de esto es producir el Cuerpo de Cristo.
Tenemos que meternos de lleno en todos los puntos cruciales de este mensaje a fin de conocer la muerte todo-inclusiva de Cristo. Todo lo negativo en el universo entero ha sido eliminado por la muerte de Cristo. Hoy en día si queremos vivir la vida cristiana, debemos vivirla por medio de la muerte de Cristo. “Muerte vida trae” (véase el coro en Himnos, #297).
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