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Sacerdocio, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0324-8
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SACERDOTES QUE VEMOS EN LA BIBLIA

Adán

Adán, el primer ser humano, fue el primer sacerdote. Algunos tal vez estén en desacuerdo y digan que según el Antiguo Testamento, un sacerdote era el que traía las ofrendas por los pecados, y puesto que Adán no tenía pecado cuando estaba en el Edén, no necesitaba presentar sacrificios por los pecados. ¿Por qué decimos, entonces, que Adán fue el primer sacerdote? Debido a que la función del sacerdote no se limita a ofrecer sacrificios, como los que se ofrecían en el atrio. Eso era sólo parte del servicio sacerdotal; el sacerdote también tenía que entrar al Lugar Santo para poner pan sobre la mesa de la proposición, encender las lámparas del candelero y quemar el incienso sobre el altar de oro, lo cual era una tarea mucho más especializada que la de sacrificar las ofrendas, y estaba relacionada con las experiencias más profundas y detalladas que tenemos de Cristo. Pero, hay algo aún más profundo, y es que después de haber hecho esto, el sacerdote tenía que entrar al Lugar Santísimo, donde no hacía nada. Allí no trabajaba, ya que en ese lugar toda actividad humana cesaba. El Señor no necesita que trabajemos para El, sino que nos detengamos y seamos llenos de El.

Pese a que antes de la caída Adán no tenía necesidad de ofrecer ningún sacrificio, él estaba en la presencia de Dios continuamente. Dios no le pidió que hiciera nada cuando lo creó, salvo que lo puso frente al árbol de la vida. Su deber era pasar todo el tiempo en la presencia de Dios y disfrutarle como el árbol de la vida sin hacer nada para El; solamente debía tomarlo continuamente como el suministro de vida para ser lleno y empapado de Dios. Pero ya sabemos que al final, Adán fracasó.

Abel, Enoc y Noé

Abel fue el segundo sacerdote y tampoco hizo nada para Dios; simplemente se acercaba a Dios y lo adoraba, lo alababa y buscaba Su faz ofreciéndole el sacrificio según el plan de redención.

Después de Abel vivió Enoc, del cual la Biblia dice que caminó con Dios. Hay un gran contraste entre Caín y Enoc. Caín fue echado de la presencia de Dios, mientras que Enoc anduvo en Su presencia, por lo cual afirmamos que era un sacerdote. No hizo nada para Dios; la Biblia solamente dice que caminó con Dios. Andar con Dios equivale a ser uno con El, ser lleno de El y expresarle como sacerdote. Un verdadero sacerdote siempre está en la presencia de Dios.

A continuación tenemos a Noé, el cual sí trabajó para Dios. Aunque construyó el arca, debemos analizar cómo lo hizo. Primero, él caminó con Dios y conoció Su voluntad. Debido a ese andar recibió la revelación de edificar el arca. Así que, su obra fue el producto de la revelación que recibió como sacerdote; en eso consiste precisamente el servicio sacerdotal.

Abraham, Isaac y Jacob

Abraham también vivió en la presencia del Señor. Fue llamado por Dios, pero no sabía adónde ir porque fue llamado a vivir en la presencia de Dios, o sea que Su destino era la presencia de Dios. Aunque no sabía adónde ir, sí sabía en donde estar. El también presentó ofrendas a Dios, al igual que lo hicieron Abel y Noé. Ninguno de éstos fueron llamados “sacerdotes” al comienzo de la Biblia, pero de hecho lo eran. Abraham ofreció a Dios sacrificios y vivió en Su presencia. Si leemos detenidamente su historia, veremos que sí fue un sacerdote porque pasó toda su vida en el Lugar Santísimo ante la gloria shekinah de Dios.

Isaac entró en el Lugar Santísimo en la persona de su padre. Podríamos decir que nació en el Lugar Santísimo, y que simplemente permaneció allí todo el tiempo disfrutando la gloria shekinah de Dios. Por lo tanto, él no sólo fue sacerdote, sino que fue sumo sacerdote que vivió continuamente en el Lugar Santísimo.

Jacob, a diferencia de Isaac, no vivió en el Lugar Santísimo ni en el Lugar Santo y muchas veces se encontraba fuera del atrio, lejos de la entrada del tabernáculo. Pero Dios, en Su misericordia y providencia, lo trajo de regreso reiteradas veces al atrio, al Lugar Santo y, finalmente, al Lugar Santísimo. Fue entonces cuando Jacob el suplantador fue transformado en Israel, el príncipe de Dios, un sacerdote de Dios que vivía en Su presencia en el Lugar Santísimo y, por ser sacerdote, ofrecía sacrificios a Dios.


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