Estudio-vida de Juanpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3245-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el mensaje anterior vimos que Cristo, el Verbo, vino como vida y luz con el fin de producir muchos hijos para Dios, que fuesen Su agrandamiento y Su expresión corporativa. Esto se revela en Juan 1:1-13. Este asunto debe quedar grabado en nuestros corazones.
En este mensaje estudiaremos la segunda sección de Juan 1, la cual consta de los versículos del 14 al 18. Esta sección nos muestra que el mismo Cristo quien es el Verbo, y que vino como vida y luz a fin de producir muchos hijos como el agrandamiento y expresión de Dios, se encarnó para que lo disfrutemos. Juan 1:1-13 dice que Cristo vino con el fin de producir hijos para Dios; y los versículos del 14 al 18 indican que todos los hijos de Dios necesitan el disfrute de Cristo.
¿Cómo podemos disfrutar a Cristo? Por medio de Su encarnación. Encarnarse significa consolidarse. Antes de la encarnación, Cristo, el Verbo, era un misterio. Sin embargo, cuando se encarnó, Él se hizo real para nosotros. Antes de Su encarnación, era intangible, invisible, no se le podía tocar, pero al hacerse carne, Él se hizo sólido, real, visible y tangible. El versículo 14 dice: “Y el Verbo se hizo carne y fijó tabernáculo entre nosotros”. Esto representa algo sólido. Cuando Él se hizo carne y fijó tabernáculo entre los hombres, Él se hizo tangible. La gente lo podía ver y tocar. Por esto Juan dice: “Y contemplamos Su gloria, gloria como del Unigénito del Padre”. En la primera epístola de Juan, él dice que ellos lo palparon (1 Jn. 1:1). Así que, por medio de Su encarnación Cristo se hizo tangible.
Aunque por medio de Su encarnación Él se hizo tangible, necesitábamos algo más antes de poder disfrutarlo. Por lo tanto, 1:14 dice que Él estaba “lleno de gracia y de realidad”. No dice que Él estaba lleno de doctrinas y de dones. Cuando Él se hizo visible y tangible, estaba lleno de gracia y de realidad. Mientras Cristo estaba físicamente con los discípulos, ellos no sólo lo vieron, sino que también lo disfrutaron. Si pudiéramos preguntarle a Pedro o a María por qué amaban al Señor y por qué les gustaba tanto estar con Él, es posible que dijeran: “No podemos expresarlo con palabras. Cuando estamos con Él, tenemos un cierto disfrute. Sólo podemos testificar que Su presencia es muy agradable, es un gozo y una realidad. No sabemos cómo explicarlo, ni definirlo, pero estamos seguros de que lo disfrutamos”. ¿Qué era lo que ellos disfrutaban? Disfrutaban al Verbo encarnado, lleno de gracia y de realidad.
Acabamos de plantear que el Verbo se hizo carne para que lo disfrutáramos. Ahora debemos ver que Él se encarnó a fin de dar a conocer a Dios (v. 18). Dios “fue manifestado en la carne” (1 Ti. 3:16). ¿Cómo Él dio a conocer a Dios? Lo dio a conocer en la carne al presentarse a nosotros para que lo disfrutemos. Él nunca les dijo a los primeros discípulos: “Hijitos, quiero que sepáis que soy el Hijo de Dios y que he venido a vosotros en la carne para manifestarles Dios. Vosotros necesitáis conocer a Dios. Miradme, para que os deis cuenta de quien soy. Si me conocéis a Mí, conoceréis a Dios el Padre”. Si Él hubiese dado a conocer a Dios de esta manera, los discípulos se hubiesen apartado de Él. Tal vez Pedro habría dicho: “Voy a volver a pescar en Galilea”. Y Marta habría dicho: “Señor, yo regreso a mi casa para seguir haciendo mis cosas”. No, Cristo no vino en la carne con el fin de dar a conocer a Dios por medio de enseñanzas, sino que vino lleno de gracia y de realidad. Él no dijo: “Hijitos, debéis buscar a Dios en Mí. Reconoced que vine para dar a conocer a Dios”. Él manifestaba a Dios como un disfrute, al presentarse a Sí mismo como gracia y realidad. Por lo tanto, es posible que Pedro dijera: “Jamás volveré a pescar. Estaré junto a este hombre para siempre. Aunque no sé con seguridad si es el Hijo de Dios, el Padre, el Verbo o el Creador, estoy seguro que Su presencia es muy agradable”. Esta fue la manera en que Jesús, el Hijo de Dios en la carne, dio a conocer a Dios. Él no lo hacía por medio de enseñanzas, sino proporcionando un disfrute. Con sólo mirar a las personas, Él las cautivaba. ¡Cuán disfrutable y agradable era Su presencia! Muchos de los primeros discípulos fueron cautivados por Él. Nadie podía rechazar Su agradable presencia. De esta manera Él dio a conocer a Dios.
Dios no es un Dios de enseñanzas, doctrinas, reglamentos, leyes ni dones. Él es un Dios de disfrute. Dios es nuestra gracia y realidad. Él es nuestro disfrute pleno, y Jesús, el Hijo de Dios, es la corporificación del disfrute de Dios. Cuando Él permanece en nosotros, disfrutamos a Dios. Probamos la dulzura, el amor y la preciosidad de Dios. Con el tiempo, obtenemos Su realidad. No tenemos las palabras adecuadas para expresar esto, pero podemos disfrutarlo hoy. Cuando permanecemos en la presencia del Señor por un periodo de tiempo, invocando Su nombre y diciendo: “Señor Jesús, te amo”, percibimos una dulzura, un consuelo y un descanso, y somos refrescados y fortalecidos. No sólo esto, sino que también recibimos Su realidad. Es posible que otros nos pregunten: ¿Qué clase de realidad tiene usted? Aunque no lo puedo describir, yo sé que tengo realidad. Antes de permanecer en la presencia del Señor, estaba vacío, pero ahora me siento lleno. Tengo realidad, estoy satisfecho y rebosando.
El Verbo se encarnó con el fin de dar a conocer a Dios, haciéndose carne para nuestro disfrute. El Hijo de Dios lo manifiesta ante los hombres por medio del disfrute. Esto es maravilloso.
Cuando el Verbo se hizo carne, Él estaba “en semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3). En la Biblia, la palabra carne no es un término positivo, ya que denota algo caído y pecaminoso. Romanos 7:18 dice que en la carne no mora el bien. Cuándo la Palabra dice que Cristo se hizo carne, ¿estará diciendo que Él se hizo algo pecaminoso? Absolutamente no. Él se hizo carne “en semejanza de carne de pecado”. Este hecho fue tipificado por la serpiente de bronce en el asta que Moisés levantó en el desierto (Nm. 21:4-9). Aunque la serpiente de bronce tenía la forma de una serpiente, no tenía la naturaleza venenosa de la misma. Su naturaleza era pura, limpia y buena. Tenía esta forma a fin de ser un substituto. Veremos más acerca de esto cuando lleguemos a Juan 3:14. Por ahora es suficiente que veamos que cuando Cristo se hizo carne, Él no tenía la naturaleza pecaminosa de la carne, sino sólo la semejanza. Debido a que se encarnó de esta manera, el hombre podía tocarlo, participar de Él y disfrutar de la plenitud de Dios que estaba en Él. Ya que 2 Corintios 5:21 dice que Dios lo hizo pecado, parecería que en Su carne Él tenía pecado. Pero en realidad, Él no tenía la naturaleza pecaminosa, sino sólo la forma, la semejanza de la carne de pecado.
En 2 Corintios 5:21 también dice que Él “no conoció pecado”. No podemos explicar esto con palabras. ¿Cómo podemos decir que el Señor Jesús no conoció pecado, si Él conoce todas las cosas? Ya que Él conoce todas las cosas, conoció el pecado perfectamente. No obstante, 2 Corintios 5:21 dice lo contrario. ¿Qué quiere decir esto? Conforme a mi entendimiento, quiere decir que Jesús no tuvo pecado y que no estaba en nada involucrado con el pecado. En Su naturaleza y sustancia no existía el pecado. Aunque Él fue hecho pecado, en Él no estaba la naturaleza del pecado. Todo lo que podemos decir es que Él tenía la forma, la semejanza, de la carne de pecado.
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