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Impartición divina de la Trinidad Divina, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6710-3
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CAPÍTULO SIETE

LA IMPARTICIÓN DE DIOS
EN EL MINISTERIO DE PABLO

(1)

Lectura bíblica: 1 Co. 2:2; Ro. 9:5; He. 1:8, 10; 2 Co. 4:5; Ro. 10:12; Ef. 4:5; Ro. 8:3, 32; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17; Col. 2:9; He. 1:3; Col. 1:15; Tit. 2:13; He. 4:14; 7:26

En este mensaje llegamos a la impartición de Dios en el ministerio de Pablo. Pablo nos presentó muchos aspectos de lo que Cristo es. En este mensaje abarcaremos treinta y cuatro aspectos, cada uno de los cuales tiene que ver con Cristo en la impartición de Dios. En el ministerio de Pablo Cristo es el único que es ministrado (1 Co. 2:2).

1. COMO DIOS EL CREADOR

Primeramente Pablo ministró al Cristo que es Dios el Creador (Ro. 9:5; He. 1:8, 10). Dios es Creador no simplemente para cumplir Su obra de creación. Su creación tiene una meta, la cual consiste en que Él se imparta en el hombre que ha creado. Leamos Romanos 9:5: “De quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino el Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén”. Este versículo nos dice que Cristo vino de los patriarcas según la carne. En la carne Él era un descendiente de Abraham, Isaac, Jacob, Judá, David y finalmente de María. Por lo tanto, Él era un hombre en la carne. No obstante, la última parte de este versículo dice: “Quien es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos”. Esta persona que estaba en la carne no era solamente un hombre, sino también Dios, quien está sobre todas las cosas y es bendito por los siglos. Esta misma expresión se usa en Romanos 1:25 donde dice que el Creador es bendito por los siglos.

Nuestro Cristo es el propio Dios, el propio Creador, quien es bendito por los siglos; no obstante, a fin de impartirnos a Dios Él se hizo hombre.

Hebreos 1:8 nos dice que Él es el Hijo de Dios, y que a la vez es Dios mismo. Él no era solamente Dios, sino también el Creador (He. 1:10). Él creó todas las cosas con el propósito de impartirse en el hombre. Los cielos fueron creados para la tierra, la tierra fue creada para el hombre, y el hombre fue creado para que Dios se impartiera en él. El hombre se halla en el centro del universo como un vaso destinado a contener a Dios. La intención de Dios es simplemente infundirse o impartirse en el hombre, Su vaso humano. Si nosotros los seres humanos no tenemos a Dios en nuestro interior, estaríamos vacíos y el universo estaría vacío. Todas las cosas son vanas si no tienen a Dios por contenido. Pero Dios se ha impartido en nosotros para que seamos llenos de Dios. Nosotros, sí tenemos la realidad, y hacemos que el universo sea real. Si no tenemos a Dios como realidad en nuestro interior, el universo entero estaría vacío. Pero hoy el universo no está vacío porque nosotros, que somos el centro del universo, estamos llenos de realidad.

2. COMO SEÑOR DE TODOS

Pablo ministró al Cristo que es Señor de todos (2 Co. 4:5; Ro. 10:12; Ef. 4:5). La frase Señor de todos no significa “Señor de todas las cosas”, sino “Señor de todos los hombres”. Ésta es una cita de Romanos 10:12 que dice que “el mismo Señor es Señor de todos y es rico para con todos los que le invocan”. ¿Cómo puede Él, como Señor de todos, ser rico para usted? Para ello Él tiene que impartirse en usted. Si el Señor Jesús no se impartiera en usted y no estuviera en usted, Él no podría ser rico para usted y, por ende, usted no le podría disfrutar. El Señor que está dentro de usted es el Señor de todos, y es rico para usted.

3. COMO HIJO DE DIOS

En Romanos 8:3 leemos: “Porque lo que la ley no pudo hacer, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. Debido a que la ley no pudo llevar a cabo el propósito de Dios, Él envió a Su Hijo para que cumpliera Su propósito. No olviden jamás que el propósito de Dios es impartirse a Sí mismo en nosotros. La ley no puede darnos vida (Gá. 3:21) con el fin de impartir a Dios en nosotros. La ley únicamente puede exigirnos hacer el bien. Puesto que ésta no podía impartir nada en nuestro ser, Dios envío a Su Hijo para que llevara a cabo la impartición de Dios en nosotros. El propósito principal por el cual Cristo vino era impartirse en nosotros.

Romanos 8:32 dice: “El que no escatimó ni a Su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará gratuitamente también con Él todas las cosas?”. Este versículo nos dice que Dios no escatimó a Su propio Hijo, sino que lo entregó, a fin de impartirse por medio de Él en nuestro ser. Ya que Dios no escatimó a Su propio Hijo, tampoco nos escatimará ninguna otra cosa. Él nos da a Su Hijo a fin de darnos todo lo que tiene. Lo primero que Él tiene para darnos es vida (1 Jn. 5:12-13), lo segundo es Su naturaleza (2 P. 1:4) y lo tercero es la gloria divina (1 P. 5:10). Por lo tanto, Dios nos ha dado a Su Hijo a fin de impartirnos Su vida, Su naturaleza y Su gloria.


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