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Era del nuevo hombre, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-8421-6
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Actualmente disponible en: Capítulo 6 de 7 Sección 2 de 8

VENIR E IR CONSTITUYEN
LA RESPIRACIÓN, EL VIVIR Y LA COMUNIÓN
DEL CRISTIANO

No deberíamos entender esta venida e ida como algo religioso u organizativo. Después que una persona sea salva y reciba la vida del Señor, necesita venir al Señor a diario. Nuestro cuerpo físico necesita respirar, beber y comer todos los días. Igualmente, necesitamos venir al Señor diariamente. Cuanto más vengamos al Señor, más carga tendremos de ir. Nadie viene al Señor y luego no va. Esto es el resultado de recibir una comisión de parte del Señor e ir junto con el Señor y Su salvación. En los últimos dos mil años de la historia de la iglesia, miles de cristianos han tenido un vivir en el cual venían e iban. Estos cristianos tuvieron tal andar.

Si venimos al Señor, Él nos pedirá que vayamos y prediquemos el evangelio, y que vayamos e impartamos Su gracia a las personas. Esta ida no es una tendencia o un movimiento; no es una empresa religiosa, una operación organizativa o un movimiento político. Más bien, esto es una persona que viene a disfrutar al Señor, ganarle y ser llena de Él, y que luego va en virtud de que el Señor está en ella, la carga y la sostiene. Tal ida es espontánea.

En el cristianismo el encargo que el Señor nos hizo de ir y hacer discípulos a todas las naciones ha llegado a ser una empresa religiosa. Por ende, el cristianismo organiza misiones y envía predicadores para que lleven a cabo una obra misionera. Esta clase de ida es una organización y un movimiento, una empresa misionera. Sin embargo, según la Biblia, ir no se refiere a una empresa misionera, una organización o un movimiento. Más bien, ir es tan natural y espontáneo como respirar. Cuando inhalamos, tenemos que exhalar. Venir e ir constituyen nuestra respiración espiritual. Venir y acercarnos al Señor en la mañana pero después no ir y hablarles a las personas acerca de la gracia del Señor es lo mismo que aguantar la respiración. Tenemos que recordar que venir e ir no es un movimiento ni una empresa. Venir e ir es la vida espiritual normal de los cristianos.

No es correcto que nosotros sólo vengamos al Señor, pero que no vayamos; tampoco es correcto que nosotros vayamos sin antes venir. Después de venir, tenemos que ir, y si deseamos ir, tenemos que venir. Venimos al Señor sin importar cuál sea nuestra condición; podríamos estar débiles, en tinieblas, derrotados, pecaminosos o vacíos. Sin embargo, salimos con el Señor y con Su gracia. Venimos con las manos vacías, pero salimos llenos del Señor. Tal venida e ida constituyen la comunión espiritual.

EXPERIMENTAR EL VENIR E IR
Y TENER LA OBRA
DE ORO, PLATA Y PIEDRAS PRECIOSAS

En 1949 salí de la China continental y vine a Taiwán para comenzar la obra del Señor en Taipéi, pero no fui contratado por la iglesia en Taipéi. Aunque fui enviado por la obra a Taiwán, yo no llevaba a cabo una empresa religiosa ni establecía una organización o un movimiento. Puedo testificar que la propagación de la obra del Señor es algo que Él hizo.

Con respecto al terreno en el cual está construido el salón uno en Taipéi, la parte delantera fue un regalo a la iglesia de parte de dos hermanos chinos que, al regresar a Taiwán después de haber vivido en el extranjero, vieron la necesidad del Señor. Edificamos un pequeño salón de reunión en ese pedazo de terreno. El 1 de agosto de 1949 celebramos allí nuestra primera conferencia para comenzar oficialmente la obra del Señor. Bajo la bendición del Señor, el número de creyentes siguió aumentando hasta que el salón de reunión ya no era adecuado para nuestro uso. Luego, el Señor nos permitió comprar el pedazo de terreno adyacente a un bajo precio. Por este motivo derribamos el pequeño salón de reunión existente y edificamos uno más grande. En cierta ocasión, mientras predicábamos el evangelio en Taipéi, algunas personas tuvieron que sentarse en bancos colocados en el terreno vacío que estaba hacia el otro lado del salón de reunión a fin de oír el evangelio, pues no había suficiente espacio en el local. Más adelante construimos una casa para los obreros en ese terreno vacío. Años después, el gobierno planificó expandir las carreteras en Taipéi, así que devolvimos ese pedazo de terreno al gobierno. Todo fue conforme al beneplácito del Señor. Ahora vamos a edificar un salón de reunión grande, y el Señor nos ha provisto con una cantidad de dinero.

Tenemos que recordar que en nuestra obra no tenemos una organización; más bien, vivimos según el principio de “venid e id”, es decir, el principio de venir al Señor y luego ir una vez que hayamos recibido una carga de parte del Señor. Sólo esta clase de obra vale la pena. Esto no es un movimiento ni una organización. Cualquier obra que sea un movimiento o una organización es madera, hierba y hojarasca; sólo la obra que consiste en venir e ir puede producir oro, plata y piedras preciosas (1 Co. 3:12).

Venimos al Señor, y luego vamos llenos de la gracia del Señor a fin de que podamos llevar esta gracia, que es el propio Señor, a las personas. El resultado de tal obra es oro, plata y piedras preciosas. Mi espíritu está entusiasmado y avivado al ver que tantos santos están en el recobro del Señor, pues los santos son mi gozo (1 Ts. 2:19). Quienes están en la vida de iglesia pueden testificar que lo que ellos han ganado es el Señor mismo. Ellos han recibido salvación, así como el amor, la gracia, vida y la luz del Señor, y también han recibido al Señor mismo. Esto es oro, plata y piedras preciosas, los cuales durarán por la eternidad.

Nuestra venida a Taiwán por causa de la obra del Señor ocurrió según el principio de venir e ir. No llevamos a cabo la obra a manera de movimiento, o como organización. En una reunión de colaboradores, el hermano Watchman Nee decidió que yo debía ir a Taiwán. Salí en fe y no recibí sostenimiento de nadie. Tenía una familia de diez, más dos ayudantes a quienes no podía despedir, y sólo tenía trescientos dólares en mi mano. Exteriormente, vinimos a Taiwán con las manos vacías; sin embargo, interiormente vinimos llenos del Cristo que habíamos de compartir con todas las personas. Me parece que los santos pueden testificar que en la iglesia recibimos oro, plata y piedras preciosas.

Permítanme repetir que no tenemos una organización, una campaña evangelista o una misión, y tampoco promovemos movimiento alguno. Compartimos con otros la gracia que hemos recibido mediante el venir e ir. Todos deberíamos venir e ir. Venimos al Señor para recibir gracia, ser iluminados, recibir los debidos tratos ante el Señor, y ser purificados, vaciados y llenos de Él, a fin de que podamos ser enviados por el Señor, e ir juntamente con Él.


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