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Práctica del profetizar, Lapor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-0267-8
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CAPÍTULO UNO

EL CONOCIMIENTO BÁSICO

Lectura bíblica: 1 Co. 14:3, 23-24, 4-5, 12, 31, 1, 39

La Biblia es grandiosa, profunda, misteriosa, espiritual y divina. Después que fui salvo comencé a amar la Biblia y a estudiarla. Cuanto más la estudiaba, más me daba cuenta que la Biblia era sumamente profunda y que nadie podría entenderla por completo.

A fines del primer siglo, después que partieron los apóstoles que escribieron el Nuevo Testamento, la segunda generación de cristianos comenzó a estudiar el Nuevo Testamento, comenzando así la historia del estudio del Nuevo Testamento. Desde aquel entonces y a través de los siglos, este estudio nunca se ha detenido, y de este estudio han surgido muchos escritos espirituales. En toda la humanidad, no existe otra escuela de pensamiento que haya producido tantos escritos como el cristianismo. Se pueden agrupar los escritos cristianos en cuatro categorías principales: la Biblia, las exposiciones de la Biblia (las cuales también incluyen la historia del estudio de la Biblia), la historia de la iglesia y las biografías y autobiografías de los santos.

Se ha escrito mucho acerca de ciertas porciones de la Palabra, como por ejemplo los capítulos del 3 al 6 de Romanos y el libro de Gálatas, pero antes que la Asamblea de los Hermanos surgiera, hace más de ciento cincuenta años, existían muy pocas exposiciones escritas acerca de 1 Corintios. Los Hermanos hablaron mucho de 1 Corintios. Especialmente estudiaron los capítulos del 12 al 14, los cuales constituyen una sección que habla de los dones espirituales. El capítulo 12 tiene que ver con los dones de manera general, mientras que el capítulo 14 habla de los dones de manera específica comparando el profetizar con hablar en lenguas. En el capítulo 14 Pablo indicó que profetizar es el don más sobresaliente, el mejor de los dones, mientras que hablar en lenguas es la “cola” de los dones espirituales.

Después de los Hermanos, surgió el movimiento pentecostal. Este movimiento comenzó en Inglaterra a mediados del siglo XIX y se trasladó primero a Massachusetts al principio del siglo XX, y luego, a la calle Azusa en Los Ángeles, California. En la calle Azusa el movimiento pentecostal “ardía” como fuego arrasador, y muchos cristianos espirituales de todo el país que buscaban al Señor fueron atraídos allí, incluyendo a A. B. Simpson, el fundador de la Alianza Cristiana Misionera. Los pentecostales desarrollaron más el entendimiento de 1 Corintios 12—14. Sin embargo, en su interpretación de estos capítulos cometieron varios errores. Ellos interpretaron que profetizar, mencionado en el capítulo 14, era predecir, y practicaron esta clase de profecía en sus reuniones. Normalmente sus profecías comenzaban de cierta manera y terminaban con: “Así dice el Señor”, al estilo de los profetas del Antiguo Testamento. Mientras estuve en China, escuché esta clase de profetizar, y después cuando llegué a los Estados Unidos, visité a varios grupos pentecostales, y escuché a los miembros profetizar usando el mismo tono y el mismo estilo que yo había escuchado en China. En la década de los sesenta, se dieron muchas profecías que predecían que en cierto tiempo un gran terremoto ocurriría en Los Ángeles. No obstante, estas profecías nunca se cumplieron.

LA DENOTACIÓN DE PROFETIZAR EN 1 CORINTIOS

Hablar por Dios y por Cristo, proclamar a Dios
y a Cristo y ministrar e impartir a Dios
y a Cristo en las personas

Comenzando con el hermano Nee hace sesenta años, llegamos a entender claramente que el profetizar mencionado en 1 Corintios 14 no denota vaticinar ni predecir. Profetizar en el sentido de 1 Corintios 14 denota hablar por Dios y por Cristo, y proclamar a Dios y a Cristo. Proclamar a Dios y a Cristo es ministrar e impartir a Dios y a Cristo en la gente. Ministramos a Dios y a Cristo a la gente de la misma manera que un mesero nos sirve comida. Impartir a Dios y a Cristo en las personas puede ser algo diferente que ministrarles Dios y Cristo. Es posible que un mesero ofenda a las personas a tal grado que no coman la comida que les sirve. Tal mesero ministra la comida pero no la imparte en las personas. De la misma manera, es posible que un ministro de la Palabra ministre Cristo a las personas pero que no imparta Cristo en ellos. Por otra parte, una nodriza no sólo ministra alimento a sus pequeños, sino que lo imparte en ellos. A veces los bebés no quieren comer el alimento que se les da, pero las madres tienen cierta manera de hacerlos comer. No sólo debemos aprender a hablar de Dios y de Cristo, sino también a proclamar a Dios y a Cristo. Además, al proclamar a Dios y a Cristo, no sólo debemos ministrar Dios y Cristo a las personas, sino que también debemos impartirles lo que proclamamos.

Los médicos experimentados son muy hábiles en impartir medicina en sus pacientes. Muchas veces, por la misericordia del Señor, tengo la seguridad de que cuando la gente escucha mis mensajes, ellos reciben una impartición. Aun si se alejan oponiéndose, criticando y rechazando, han recibido una “inyección”. Tengo la certeza de que con el tiempo veré el resultado de esa impartición.

Proclamar implica impartir. Pablo era el mejor “impartidor”. Él sabía que mientras hablaba a la gente, él impartía algo en ellos. En Efesios 3:2 él dijo que le fue dada “la mayordomía de la gracia de Dios”. En griego, la palabra que se traduce “mayordomía” en Efesios 3:2 es la misma palabra que se traduce “economía” en 3:9. Esta palabra griega, oikonomía, denota un arreglo hecho con el propósito de impartir. La palabra economía se refiere a este arreglo, mientras que la palabra mayordomía se refiere al servicio de la impartición de Dios. Cuando leemos cualquier porción de los escritos de Pablo, algo es impartido en nosotros. Él tenía una habilidad especial de impartir mientras proclamaba a Cristo. Al proclamar a Cristo, él impartía Cristo en la gente. El ministerio del Señor hoy en día también es un ministerio de impartición. Cuando leemos una página del ministerio, no podemos escaparnos de recibir una “inyección” de Cristo.


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