Vivir en y con la Trinidad Divinapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6188-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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El Dios Triuno estuvo en el vivir y el obrar que tenía Jesús cuando Él estaba en la tierra. En Juan 8:29 el Señor Jesús dijo: “El [Padre] que me envió [el Hijo], conmigo [el Hijo] está”. En el vivir del Hijo y en Su obrar, el Padre estaba con Él (16:32b). Cuando el Hijo hablaba, el Padre hacía Su obra en el Hijo (14:10). Lucas 4:1 dice que Jesús [el Hijo], lleno del Espíritu Santo, fue conducido por el Espíritu. Él estaba con el Padre y estaba lleno del Espíritu. En la vida que llevaba y la obra que hacía, tanto el Espíritu como el Padre estaban con Él. Mateo 12:28 dice que el Hijo echó fuera demonios por medio del Espíritu. El Hijo no echó fuera demonios sin el Espíritu ni habló sin el Padre. Cuando Él hablaba, el Padre hacía Sus obras. Cuando Él echaba fuera demonios lo hacía por medio del Espíritu Santo. La Trinidad Divina estaba completamente involucrada en el vivir y el obrar de Jesús mientras Él estuvo en la tierra.
La Trinidad Divina también se puede ver en la crucifixión de Jesús. En 1 Juan 1:7 y Hechos 20:28 se nos muestra que la sangre de Jesús [el Hijo] era considerada como la sangre de Dios [incluyendo al Padre y al Hijo]. ¿Cómo Dios podía tener sangre? Él podía tener sangre porque se había mezclado con el hombre. Solamente en Dios, como Aquel que sólo tiene divinidad, no hay sangre. Pero en el hombre con quien se estaba mezclado había sangre. Este Dios-hombre es una entidad con dos naturalezas. En la naturaleza divina no hay sangre, pero en la naturaleza humana sí la hay; por lo tanto, la sangre de Jesús es considerada como la sangre de Dios. Hechos 20:28 dice que Dios ganó la iglesia “por Su propia sangre”, y 1 Juan 1:7 alude a la sangre de Jesús, el Hijo de Dios. Cuando Jesús murió en la cruz, Dios murió allí. Una línea de un himno famoso de Charles Wesley dice: “¿Cómo será —qué gran amor— que por mí mueras Tú mi Dios?” (véase Himnos, #141). Charles Wesley fue fuerte al señalar que Dios murió por él. Jesús, el Dios-hombre, murió en la cruz por todos nosotros.
Hebreos 9:14 dice que Cristo se ofreció a Sí mismo mediante el Espíritu eterno. Jesús, sólo por Sí mismo, no hubiera podido llevar a cabo Su crucifixión. A fin de morir en la cruz como una ofrenda a Dios el Hijo necesitaba del Espíritu. Jesús no murió en la cruz solo y separado del Espíritu. El Espíritu era uno con el Hijo. El Hijo murió en la cruz con el Padre y por el Espíritu. El Padre, el Hijo y el Espíritu, todos estaban involucrados en la crucifixión del Hijo. La muerte de Cristo no sólo fue la muerte del hombre Jesús, sino que también fue la muerte del Hijo con el Padre y por el Espíritu. Debido a que Cristo se ofreció a Sí mismo mediante el Espíritu eterno, Su muerte es eternamente efectiva. Nuestra co-crucifixión juntamente con Cristo en la cruz (Ga. 2:20) se lleva a cabo en el Espíritu eterno que mora en nosotros.
Hechos 2:32 dice: “A este Jesús [el Hijo] resucitó Dios [incluyendo el Padre y el Espíritu]”. El Jesús que murió fue resucitado por Dios. Hechos 10:40 y 41 nos muestra que, por un lado, Dios [incluyendo al Padre y al Espíritu] resucitó a éste [el Hijo] al tercer día; por otro lado, Él [el Hijo] resucitó de entre los muertos. Al considerar al Señor como hombre, el Nuevo Testamento dice que Dios lo resucitó de entre los muertos; pero, considerándolo como Dios, dice que Él mismo resucitó de entre los muertos. Romanos 8:11 alude al “Espíritu de aquel [el Dios Triuno] que levantó de los muertos a Jesús [el Hijo]”. Aquel que levantó a Jesús efectuó la resurrección por el Espíritu. Estos versículos nos muestran que la Trinidad Divina estuvo involucrada en la resurrección.
La Trinidad Divina también puede verse en la ascensión del Hijo. De acuerdo a Hechos 1:11 y 1 Pedro 3:22, Jesucristo [el Hijo] fue a los cielos. En Su ascensión [el Triuno] Dios lo exaltó [al Hijo] hasta lo sumo (Fil. 2:9).
[El Triuno] Dios nuestro Salvador nos salvó mediante la renovación del Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por medio de Jesucristo [el Hijo] nuestro Salvador (Tit. 3:4-6). Conforme a Colosenses 1:12-13, el Padre nos ha librado. En 1 Timoteo 1:15 dice que Cristo Jesús [el Hijo] vino al mundo para salvar pecadores. Juan 3:5 dice que a menos que un hombre nazca del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Por lo tanto, el Padre, el Hijo y el Espíritu, todos participaron en nuestra salvación.
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