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Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 079-098)por Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7011-0
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F. EL ESPÍRITU DE CRISTO

En Romanos 8:9 Pablo se refiere al Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo está relacionado con la muerte y la resurrección del Señor. El Espíritu de Cristo es el Espíritu de Aquel que pasó por la muerte y entró en resurrección. La muerte del Señor fue un aniquilamiento todo-inclusivo, y Su resurrección fue una germinación todo-inclusiva. El Espíritu de Cristo, por tanto, es la totalidad, el conglomerado, que se compone del Cristo todo-inclusivo con Su muerte y resurrección todo-inclusivas. Debido a que tenemos este Espíritu en nosotros, tenemos al Cristo todo-inclusivo, Su aniquilación todo-inclusiva y Su germinación todo-inclusiva.

El Espíritu de Cristo es la realidad de Cristo, es decir, Cristo mismo en realidad. Debido a que el Espíritu es la realidad de Cristo, podemos decir que este Espíritu es el Cristo pneumático. Es por el Espíritu de Cristo que nosotros participamos de Cristo en Su vida y poder de resurrección, en Su trascendencia y en Su autoridad reinante.

En 1 Pedro 1:11 se nos dice que los profetas del Antiguo Testamento estaban “escudriñando qué tiempo y qué clase de época indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual testificaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. En la revelación del Nuevo Testamento, el Espíritu de Cristo denota al Espíritu después de la resurrección de Cristo (Ro. 8:9-11). Antes de la resurrección de Cristo, “aún no había” el Espíritu que no sólo es el Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Cristo (Jn. 7:39). El Espíritu de Cristo es el Espíritu de Dios que fue constituido mediante la muerte y la resurrección de Cristo y que fue constituido de dicha muerte y resurrección, todo lo cual tiene por finalidad la aplicación y la impartición de la muerte y resurrección de Cristo a los creyentes. Aunque la constitución del Espíritu de Cristo fue un hecho dispensacional, al ser constituido mediante la muerte y la resurrección de Cristo y de dicha muerte y resurrección en tiempos del Nuevo Testamento, Su función es eterna debido a que Él es el Espíritu eterno (He. 9:14). Esto puede compararse con la cruz de Cristo: Su crucifixión fue realizada en el tiempo, cuando Cristo murió, pero en cuanto a su función, es eterna. Por tanto, según la perspectiva eterna de Dios, Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo (Ap. 13:8). En tiempos del Antiguo Testamento, a los profetas que procuraban conocer y escudriñaban los sufrimientos de Cristo y las glorias que vendrían, el Espíritu de Dios —como Espíritu de Cristo— les dio a conocer qué tiempo y qué clase de época corresponderían a la muerte y la resurrección de Cristo.

G. EL ESPÍRITU DE JESÚS

Hechos 16:7 dice: “Cuando llegaron a Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió”. Que en Hechos 16:6-7 se usen intercambiablemente los términos el Espíritu de Jesús y el Espíritu Santo revela que el Espíritu de Jesús es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es un título general referente al Espíritu de Dios en el Nuevo Testamento. El Espíritu de Jesús es una expresión particular que designa al Espíritu de Dios y se refiere al Espíritu del Salvador encarnado quien, como Jesús en Su humanidad, pasó por el vivir humano y por la muerte en la cruz. Esto indica que en el Espíritu de Jesús no solamente está el elemento divino de Dios, sino también el elemento humano y los elementos correspondientes a Su vivir humano y a Su sufrimiento de muerte. Tal Espíritu todo-inclusivo era lo que Pablo necesitaba en su ministerio de predicación, el cual era un ministerio de sufrimiento entre los seres humanos y para los seres humanos en su vida humana.

Tal como el Espíritu de Cristo es la realidad de Cristo, así el Espíritu de Jesús es la realidad de Jesús. Si no tenemos el Espíritu de Jesús, Jesús no será real para nosotros. Pero en la actualidad Jesús es real para nosotros debido a que tenemos al Espíritu de Jesús como realidad, la realización, de Jesús.

H. EL ESPÍRITU DE JESUCRISTO

En Filipenses 1:19 Pablo dice: “Sé que por vuestra petición y la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación”. El Espíritu de Jesucristo es el Espíritu mencionado en Juan 7:39. Éste no es meramente el Espíritu de Dios antes de la encarnación del Señor, sino el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo con divinidad, después de la resurrección del Señor, el cual está compuesto con la encarnación del Señor (Su humanidad), Su vivir humano bajo la cruz, la crucifixión y la resurrección. El ungüento santo para la unción descrito en Éxodo 30:23-25, un compuesto de aceite de oliva con cuatro especias, es un tipo completo de este Espíritu compuesto de Dios, quien ahora es el Espíritu de Jesucristo. Aquí el Espíritu no es el Espíritu de Jesús mencionado en Hechos 16:7 ni el Espíritu de Cristo como en Romanos 8:9, sino el Espíritu de Jesucristo. El Espíritu de Jesús es principalmente para la humanidad del Señor y para Su vivir humano; el Espíritu de Cristo es principalmente para la resurrección del Señor. Para experimentar la humanidad del Señor, necesitamos del Espíritu de Jesús. Para experimentar el poder de la resurrección del Señor, necesitamos del Espíritu de Cristo. En sus sufrimientos, Pablo experimentó tanto los sufrimientos del Señor en Su humanidad como también la resurrección del Señor. Por tanto, para Pablo el Espíritu era el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y vivificante del Dios Triuno. Para una persona que, como Pablo, experimenta y disfruta a Cristo en Su vivir humano y resurrección, tal Espíritu tiene e, incluso, es la abundante suministración. Finalmente, este Espíritu compuesto de Jesucristo llega a ser los siete Espíritus de Dios, los cuales son las siete lámparas de fuego que arden delante de Su trono a fin de ejercer la administración de Dios sobre la tierra con miras al cumplimiento de Su economía con la iglesia, y los cuales asimismo son los siete ojos del Cordero a fin de transfundir a la iglesia todo lo que Él es (Ap. 1:4; 4:5; 5:6).

Debido a que el Espíritu de Jesús hace alusión de manera particular a los sufrimientos del Señor y el Espíritu de Cristo alude a la resurrección de Cristo, entonces, el Espíritu de Jesucristo guarda relación tanto con los padecimientos como con la resurrección. El Espíritu de Jesucristo es el Espíritu de Jesús que llevó una vida de sufrimiento sobre la tierra y también es el Espíritu de Cristo quien ahora está en resurrección. El Espíritu de Jesucristo es la realidad de Aquel que vivió en la tierra en la humanidad y también de Aquel que resucitó de entre los muertos y ahora está tanto en el cielo como morando en los creyentes y, además, que será el centro de la economía de Dios por la eternidad. La realidad de tal Jesús y de tal Cristo es el Espíritu de Jesucristo.

I. EL SEÑOR ESPÍRITU

En el Nuevo Testamento el Espíritu también es llamado el Señor Espíritu (2 Co. 3:18). El título el Señor Espíritu puede considerarse un titulo compuesto, al igual que el Padre Dios y el Señor Cristo. Esta expresión es prueba contundente de que el Señor Cristo es el Espíritu y que el Espíritu es el Señor Cristo.

Después de Su resurrección y en Su resurrección, el Señor llegó a ser el Cristo pneumático. El Cristo pneumático es idéntico al Espíritu. A esto se debe que 2 Corintios 3:17 diga: “El Señor es el Espíritu”. Actualmente en resurrección, Cristo mismo, nuestro Señor, es idéntico al Espíritu dador de vida. El Señor, el Cristo pneumático, es el Espíritu; y el Espíritu todo-inclusivo, vivificante, compuesto, procesado y consumado es, en realidad, el propio Señor. Por tanto, no hay modo de dividir al Señor del Espíritu ni de separar al Señor del Espíritu, pues el Señor y el Espíritu son uno. Por tanto, al Espíritu incluso se le llama el Señor Espíritu.

J. EL ESPÍRITU DEL DIOS VIVO

En 2 Corintios 3:3 se nos dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo”. El Espíritu del Dios vivo es la realidad del Dios vivo. ¿Cómo sabemos que nuestro Dios es el Dios vivo? Lo sabemos porque tenemos al Espíritu como realidad del Dios vivo. Puesto que tenemos al Espíritu del Dios vivo, tenemos al Dios vivo en Su realidad.

Cuando Pablo dice que los apóstoles escribieron una carta con el Espíritu del Dios vivo, esto no significa que el Espíritu del Dios vivo es únicamente el Espíritu y no Dios mismo. No, el Espíritu del Dios vivo es Dios. Aquí el Dios vivo es el Dios Triuno, Aquel que pasó por los procesos de la encarnación, la crucifixión y la resurrección, quien ahora ha alcanzado Su consumación como Espíritu que da vida, que imparte vida y que vivifica. Era con este Espíritu que los apóstoles escribían en los santos para hacer de ellos una carta de Cristo.


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