Dos grandes misterios en la economía de Dios, Lospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-2905-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Mateo 28:19 fue dicho después de la resurrección de Cristo. En otras palabras, Cristo dijo estas palabras en resurrección. Al pronunciar estas palabras, Él ya era el Resucitado. En resurrección y como el Espíritu vivificante, Él es la suprema consumación del Dios Triuno. Ya vimos que Dios —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es triuno, no para efectos doctrinales, sino con la finalidad de impartirse en el hombre. El Padre está en el Hijo, y el Hijo llegó a ser el Espíritu vivificante. Todo lo que el Padre es y tiene se halla corporificado en el Hijo. El Hijo es la corporificación del Padre, y en virtud de un proceso que incluye Su crucifixión y resurrección, el Hijo llegó a ser el Espíritu vivificante y todo-inclusivo.
Si después de Su resurrección el Señor nos hubiese dicho que bautizáramos a las personas en el Padre, el Hijo y el Espíritu, esto ciertamente se hubiera prestado a interpretaciones erróneas. Ello habría dado cabida a que los discípulos pensaran que el Padre, el Hijo y el Espíritu, son entidades separadas. Debido a esta interpretación errónea, algunos cristianos afirman que al bautizar a las personas se las debe sumergir tres veces: una vez en el nombre del Padre, otra en el nombre del Hijo y otra en el nombre del Espíritu. Ellos simplemente no toman en cuenta el hecho de que el Señor jamás dijo que debíamos bautizar a las personas en los nombres, en plural, es decir, que las debíamos bautizar en los nombres del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Si éste hubiera sido el caso, sería correcto sumergir a las personas tres veces, dentro de cada uno de los tres nombres; pero “el nombre” está en singular, es decir, los tres tienen un solo nombre. Mateo 28:19 dice: “En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. ¿Es el nombre del Padre, el nombre del Hijo o el nombre del Espíritu Santo? Si el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo fueran tres personas distintas, ¿cómo podrían estas tres personas tener un solo nombre? Pero el Señor sabiamente habló de esta manera. Si Él hubiera dicho que se debía bautizar a las personas en el Padre, y el Hijo y el Espíritu, esto habría hecho que los discípulos entendieran que estos son tres seres separados.
Además, si sólo contáramos con los pasajes de Romanos 6:3 y de Gálatas 3:27, donde dice que debemos bautizar a las personas en Cristo, podríamos pensar que el bautismo no guarda relación alguna con el Padre. Muchos cristianos piensan que bautizar a las personas en Cristo significa introducirlas solamente en el Hijo, es decir, en el Señor Jesús, y que esto no guarda relación alguna con el Padre ni con el Espíritu. Si no consultamos el texto original en griego de Mateo 28:19, no podremos entender que nuestro bautismo tiene mucho que ver con el Padre, así como también con el Hijo y con el Espíritu. El bautismo consiste en ser introducidos en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu. Ser bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo no es algo insignificante, pues implica que hemos sido introducidos en el Dios Triuno, quien existe desde la eternidad pasada y hasta la eternidad futura. Así pues, no solamente hemos sido bautizados en Cristo, sino en el Dios Triuno. Estos tres tienen un solo nombre.
El nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo equivale a la persona, y la persona es la realidad misma. Por tanto, bautizar a los nuevos creyentes en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu, es introducirlos en la realidad misma del Dios Triuno, en la persona misma del Dios Triuno. Todo esto debe llevarnos a apreciar la sabiduría y la profundidad de las palabras pronunciadas por el Señor. Bautizar a las personas es simplemente introducirlas en la realidad del Dios Triuno, ponerlas dentro de todo cuanto el Dios Triuno es. Así pues, nosotros sumergimos a las personas en todo cuanto el Padre —como la fuente— es, en todo cuanto el Hijo —como el curso— es, y en todo cuanto el Espíritu —como la corriente en sí— es. La totalidad de esta realidad está corporificada en Cristo. Cristo es la realidad del Dios Triuno. En otras palabras, bautizar a las personas en la realidad del Dios Triuno equivale a bautizarlas en Cristo. Ésta es la razón por la que en Mateo se nos revela el bautismo en el nombre del Dios Triuno.
En Romanos se nos habla sobre ser bautizados en Cristo. Bautizar a las personas en Cristo equivale a bautizarlas en el nombre del Dios Triuno, pues Cristo es la realidad del Dios Triuno. El Dios Triuno está corporificado en Cristo. Además, ello equivale a ser introducidos en la muerte de Cristo, pues Su muerte es uno de los elementos del ungüento compuesto. Bautizar a las personas en Cristo, y por ende, en Su muerte, equivale a darle fin a su vida pasada. Pero esto no es todo. Bautizar a las personas en el Dios Triuno no es solamente bautizarlas en Cristo y en Su muerte, sino que también es bautizarlas en el Cuerpo de Cristo. Por consiguiente, al ser bautizados somos introducidos en la realidad del Dios Triuno. Todos nosotros hemos sido puestos dentro de Cristo; todos hemos sido puestos dentro de Su muerte a fin de que se nos diera fin. Pero por otro lado, también fuimos puestos dentro de Su Cuerpo. ¡Todo esto ocurre en el maravilloso Espíritu!
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