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Dios-hombres, Lospor Witness Lee

ISBN: 978-0-87083-877-4
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Actualmente disponible en: Capítulo 3 de 6 Sección 4 de 5

B. También vencen:

1. A Satanás

Los Dios-hombres también necesitan vencer a Satanás, el acusador de los hermanos (Ap. 12:11a).

2. El amor por la vida del alma

En Apocalipsis 2:10b el Señor exhortó a los santos perseguidos que estaban en la iglesia en Esmirna a ser fieles hasta la muerte. En 12:11b los vencedores derrotan a Satanás, el acusador, por causa de tres cosas: por causa de la sangre del Cordero, de la palabra del testimonio de ellos y por haber despreciado la vida de su alma hasta la muerte. Necesitamos vencer el amor por la vida del alma sacrificando todos los deleites, placeres y entretenimientos del alma. Algunos santos tal vez deseen manejar un buen automóvil, llevar ropa costosa y vivir en una casa magnífica. Este es el deleite que halla el alma en vivir lujosamente.

La razón por la cual no estamos dispuestos a tocar puertas para salvar a los pecadores y hacerlos miembros de Cristo tal vez sea que nos guste descansar y no nos guste quedar mal siendo rechazados por las personas. Esto es amar la vida del alma.

Muy pocos están dispuestos a pagar el precio y sacrificarse para seguir este camino. Por esto el Señor llamó este camino el camino estrecho, en contraste con el camino ancho (Mt. 7:13-14). El Señor le guiará a usted a cambiar en muchos aspectos para que venza el amor por la vida del alma. El le guiará a dejar los deleites del alma.

3. Al anticristo que ha de venir
y a su falso profeta durante la gran tribulación

Al final de esta era habrá un período de gran tribulación (Mt. 24:21). Durante este período el anticristo se levantará (Ap. 13:1), y también su falso profeta (v. 11). Ellos perseguirán a todos los hijos de Dios (vs. 7, 15). Los vencedores tienen que vencer esa persecución (15:2; 17:14).

III. LA MANERA EN QUE LOS DIOS-HOMBRES
LLEGAN A SER VENCEDORES

La manera en que los Dios-hombres pueden ser vencedores es primero amar a Cristo y seguirlo (Jn. 21:15-17, 19b). Los Dios-hombres como vencedores también deben proseguir a Cristo y obtenerlo (Fil. 3:12-15), y deben ser conformados a la muerte de Cristo por el poder de Su resurrección (v. 10). En todo debemos ser conformados a la muerte de Cristo. En todo debemos ser crucificados. El caso debe ser “ya no ... yo”, porque la cruz fue aplicado al “yo” (Gá. 2:20a). Es imposible conformarnos a la muerte de Cristo por nuestros propios medios. Pero el Cristo resucitado vive en nosotros. Debemos poner toda nuestra confianza en el poder de Su resurrección para ser conformados a Su muerte en todo. En muchas ocasiones me di cuenta de que no estuve conformado a la muerte del Señor en mi actitud para con mi esposa. Después de expresar una frase corta en un tono desagradable, me di cuenta de que no estaba conformado a la muerte de Cristo. Me he arrepentido por pecados como éstos casi todos los días durante muchos años.

Los vencedores también necesitan vivir a Cristo y magnificarlo por la suministración abundante del Espíritu todo-inclusivo de Jesucristo (Fil. 1:19-21). Hoy el Espíritu no es sólo el Espíritu de Dios, sino también el Espíritu de Jesucristo, quien tiene la suministración abundante por la cual vivimos a Cristo y lo magnificamos.

Para vencer, los Dios-hombres también deben vivir con Cristo y laborar con El (Gá. 2:20a; Col. 1:29). Finalmente, no deben llevar una vida cristiana sólo como individuos, sino que deben llevar la vida del Cuerpo, una vida corporativa, y edificar el Cuerpo de Cristo para que se cumpla la economía neotestamentaria de Dios (Ef. 4:12, 16; 1:10).

IV. EL GALARDON PARA
LOS DIOS-HOMBRES QUE VENZAN,
LOS VENCEDORES, EN EL REINO MILENARIO

Dios preparó muchas clases de bendiciones en la Nueva Jerusalén. Cada parte, cada aspecto y cada objeto de la Nueva Jerusalén es una bendición preparada por Dios para Sus escogidos y salvos. Sin embargo, Dios sabe que muchos de Sus escogidos y salvos no le son fieles. Por tanto, estableció el principio de los vencedores. Dios el Señor llamó a los salvos para que vencieran todo lo que se opone a El. La mayoría de los creyentes que llamó y salvó no escuchan este llamamiento. Por consiguiente, en el milenio los creyentes vencedores recibirán un galardón y participarán en el disfrute del reino, pero todos los derrotados perderán el galardón. Además, ya que no son maduros en la vida, Dios tendrá que perfeccionarlos disciplinándolos y castigándolos durante los mil años. Los vencedores disfrutarán la bendición de la completa obra salvadora de Dios mil años antes como galardón. Los que no venzan perderán la oportunidad de disfrutar por mil años la bendición de la obra salvadora de Dios, y también serán castigados por el Señor durante ese período para ser perfeccionados y llevados a la madurez.

A algunos queridos santos no les gusta seguir este camino estrecho. Tal vez a ellos no les guste ahora, pero tarde o temprano el Señor les obligará a quererlo. Fuimos escogidos por El (Ef. 1:4; 1 P. 1:2); así que no depende de nosotros. Tenemos que vencer. Si no vencemos hoy, tendremos que vencer mañana. En la escuela, todos los estudiantes tienen que graduarse. Si no estudian lo suficiente, no se gradúan con el resto de su clase. No obstante, tarde o temprano tienen que graduarse. Así que, deben quedarse en la escuela por un período adicional y ser obligados a estudiar hasta que se gradúen.

Durante el milenio los aspectos de la bendición eterna de la completa obra salvadora de Dios serán un galardón para los vencedores. En la era actual los vencedores cenan con el Señor, es decir, festejan con El, como galardón (Ap. 3:20b). En la manifestación temprana de Cristo, los vencedores recibirán la estrella de la mañana, que representa al Cristo precioso en Su manifestación temprana (2:28).

En el reino milenario los vencedores obtendrán rica entrada al reino de Cristo (2 P. 1:11; Mt. 19:23; Hch. 14:22; 2 Ts. 1:5; He. 12:28; Jac. 2:5; cfr. 1 Co. 6:9; Gá. 5:21; Ef. 5:5), y participarán de la fiesta de bodas de Cristo, la cual durará un día de mil años (Ap. 19:9; Mt. 25:10). El Señor confesará sus nombres ante el Padre y Sus ángeles (Ap. 3:5c), y los nombres de ellos no serán borrados del libro de la vida, lo cual sería una especie de castigo en la edad del reino (v. 5b). No sufrirán daño de la segunda muerte, lo cual sería probablemente otra especie de castigo en la edad del reino (2:11).

En la edad del reino los Dios-hombres vencedores recibirán el galardón de poder participar de la consumación y el deleite de la Nueva Jerusalén, el Paraíso de Dios en su etapa inicial durante el milenio (2:7). La Nueva Jerusalén tendrá dos etapas, a saber, la etapa inicial de mil años, que será el galardón para los vencedores, y la etapa de consumación en el nuevo cielo y en la nueva tierra por la eternidad para los creyentes completos, perfeccionados y maduros.

En el milenio los vencedores participarán del gozo del Señor (Mt. 25:21, 23), y serán coronados, es decir, recibirán la corona de la vida y la corona de la justicia (Ap. 3:11; 1 Co. 9:25; Ap. 2:10; Jac. 1:12; 2 Ti. 4:8). También se sentarán con el Señor en Su trono (Ap. 3:21) y recibirán autoridad sobre las naciones (2:26-27). Además, llegarán a ser sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Cristo (20:4-6; 2 Ti. 2:12) y comerán del árbol de la vida en la Nueva Jerusalén durante su etapa inicial en el reino milenario (Ap. 2:7). Los vencedores también comerán del maná escondido (2:17a) y recibirán vestiduras blancas (3:4-5a). Llegarán a ser columnas en el templo de Dios y jamás volverán a salir de allí (3:12a) y recibirán una piedra blanca con un nombre nuevo escrito en ella (2:17b). Se escribirá en los Dios-hombres vencedores el nombre de Dios y el nombre de la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, y el nuevo nombre del Señor (3:12b). Se les asignará responsabilidades en el reino venidero (Mt. 24:47; 25:21a, 23a) y disfrutarán el reposo del reino (He. 4:1, 9-11).

En el reino milenario los vencedores disfrutarán la salvación del alma, que es la suma de todos los puntos anteriores (Mt. 16:25; Lc. 9:24; He. 10:39; 1 P. 1:9-10). Esta salvación será la porción común a todos los santos, no en el reino de mil años sino en la Nueva Jerusalén en el nuevo cielo y la nueva tierra.


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