Carne y el espíritu, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-87083-793-7
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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La carne y el espíritu son la verdadera clave para nuestra vida espiritual y para la vida de la iglesia. Si tenemos una relación seria con el Señor en la vida cristiana y en la vida de la iglesia, tenemos que entender lo que son la carne y el espíritu. Tenemos que darnos cuenta de que nuestra carne fue completamente contaminada y corrompida por la presencia de Satanás. No importa cuán buenos seamos, de todos modos nuestra carne está corrupta por Satanás. Pero damos gracias porque Dios ha reservado al espíritu humano para el propósito que tiene con el género humano caído.
Tal parece que Dios ha dibujado una línea de separación y ha encerrado al espíritu humano dentro de un círculo para protegerlo de la corrupción del diablo. Este principio puede verse claramente en el caso de Job. Dios le permitió a Satanás hacer daño a Job, pero le dijo a Satanás que había un límite. A Satanás se le permitió llegar hasta cierto punto. Dios no le permitió traspasar el límite (Job 2:4-6). Creo que Dios también hizo lo mismo con Satanás en cuanto al linaje humano. Dios le permitió a Satanás hacer daño al género humano hasta cierto límite. Satanás entró en el ser humano y dañó el alma humana, pero Dios preservó el espíritu humano para Sí.
Si consideramos nuestro pasado antes de que fuéramos salvos, nos daremos cuenta de que aunque nuestra carne era tan mala, en lo profundo de nosotros había otra parte preservada por Dios. Cuando la gente obra según la concupiscencia de la carne, algo profundo dentro de ellos está diciendo: “No debes hacer esto. Esto no es correcto”. Esta es la voz que viene de la parte de nuestro ser que ha sido preservada por Dios.
El principio relacionado con nosotros los salvos hoy día, es aún más claro. La lujuria de la carne puede impulsarlo a usted a ir al cine o a la tienda. Mientras usted es motivado a hacer esto, hay otra parte de su ser, en lo más recóndito, que le dice que no vaya. En lo profundo de usted el Señor tal vez le diga: “¿De veras me amas? ¿No recuerdas la reunión en la cual te levantaste y declaraste que te consagrabas a Cristo y la iglesia?” Tenemos esta horrible carne, pero también tenemos este maravilloso espíritu. Parte de nuestro ser, nuestra carne, está completamente poseída por Satanás, mientras que otra parte, nuestro espíritu, es guardado por el Señor y para El.
Debemos tener un discernimiento claro de lo que es la carne y lo que es el espíritu. Es posible que una hermana le prepare a su esposo una comida no muy agradable. Esto puede ofender al hermano. Siendo específicos, esto ofende su carne. Cuando usted está ofendido en su carne, inmediatamente reacciona. Pero la parte interna de este hermano dirá aleluya a su amada esposa. Hay una lucha entre la carne y el espíritu (Gá. 5:16-17). Si un hermano está del lado de su carne, tendrá una discusión con su esposa. Si permanece en su espíritu, dirá: “¡Alabado sea el Señor! Jesús es el Señor, aun cuando mi comida no esté tan buena”.
También debemos ver que Cristo como Hijo de Dios, como Dios mismo, dio dos pasos cruciales. Todo lo que tenemos que decir es “¡Aleluya por los dos pasos que Cristo dio!” El primer paso fue hacerse hombre (1:14). El no fue un hombre espléndido y atractivo externamente. El se hizo lo que somos nosotros. Nosotros somos carne y El se hizo carne. Esta carne en un sentido es terrible. Cristo se hizo algo horrible, no en realidad sino sólo en forma, en semejanza. La naturaleza, la substancia, de Cristo es maravillosa, y no es desagradable. Pero la apariencia de Cristo mientras estuvo en la carne fue desagradable. La Biblia dice que El no tenía externamente ningún atractivo ni belleza (Is. 53:2; 52:14). Nada de El era atractivo en lo externo.
El tomó esa forma con el propósito de llevar nuestra horrible carne a la cruz. El se hizo carne para aplastar la carne y destruir a Satanás en la carne. En el aspecto judicial, tanto Satanás como nuestra carne fueron condenados una sola vez y para siempre. Pero Dios le permitió a la carne permanecer con nosotros para ayudarnos y forzarnos a volvernos a Cristo en nuestro espíritu. Cristo dio el primer paso, el de hacerse carne, para aplastar la carne.
Después de esto, dio otro paso. El postrer Adán, quien estaba en la carne, resucitó y se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Muchos cristianos se oponen a esta verdad. Dicen que Cristo es solamente el Hijo en el Dios Triuno. Pero la Biblia nos dice categóricamente en 1 Corintios 15:45: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. También en 2 Corintios 3:17 tenemos: “Y el Señor es el Espíritu”. Si Cristo no fuera el Espíritu, no podría estar dentro de nosotros. Incluso en nuestra experiencia, el Cristo que está en nosotros es el Espíritu. La Palabra pura nos dice que nuestro Cristo hoy no es simplemente el Cordero de Dios. Hoy El es el Espíritu vivificante. Antes del proceso de Su muerte y resurrección, El era el Cordero de Dios, y actualmente en los cielos, continúa siendo el Cordero de Dios. Pero al pasar por el proceso de Su muerte y resurrección, El llegó a ser algo más. Nuestro Cristo es todo inclusivo. El es el Espíritu vivificante. Ahora el Señor es el Espíritu.
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