Todos pueden hablar la palabra de Diospor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4210-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Todos sabemos que entre nosotros no hay ninguno que no se enoje, pues todos somos humanos. Los seres humanos no somos de madera ni de piedra. ¿Cómo entonces podemos evitar enojarnos? Si una persona que está enojada no puede expresar sus palabras de enojo, explotará. Mi doctor me dijo que cada vez que una persona habla con enojo, destruye más células sanguíneas que cuando está resfriado. Sin embargo, cuando una persona está enojada y se queda callada, es probable que no destruya muchas células sanguíneas; pero si hace esto en repetidas ocasiones y luego le dan úlceras en su estómago, ¿qué debe hacer?
Nosotros, los que hemos sido salvos, tenemos la solución más excelente: hablar con el Señor y hablar por el Señor. Tal vez usted diga: “¿Hablar por el Señor? Mi esposo me hace enojar, los niños se han ido a la escuela y no hay nadie en casa. ¿Con quién debo hablar entonces?”. No es correcto que diga esto, pues aún hay muchos objetos a los que puede hablarles. Los gatos y los perros son sus objetos; los pájaros también son otros objetos, y la hierba y las flores también pueden ser objetos a los que puede hablarles. En primer lugar, usted debe hablarle al Señor. Luego, debe hablarle al gato, al perro, a los pájaros y a las flores, diciendo: “Florecitas y hierba, las amo de verdad. Yo puedo estar enojado pero ustedes no. Sin embargo, deben saber que ustedes no tienen la vida del Señor. Yo sí tengo la vida del Señor. ¡Aleluya!”. Hábleles así, no estoy bromeando.
¿Qué debemos hacer los cristianos cuando estamos enojados? ¿Nos enojaremos con nuestras esposas? ¿Perderemos la paciencia con nuestros hijos? No. El mejor canal por el cual podemos descargar nuestra ira es nuestro Señor. Él jamás se enojará con usted y jamás lo culpará. Tal vez diga: “¡Oh Señor! Mira, estoy enojado otra vez. Oh Señor, como puedes ver, la esposa que me diste es tan poco razonable; ella hace que me enoje”. No les estoy bromeando; cada vez que le hablen al Señor de esta manera, su enojo desaparecerá.
Debemos ver un principio, algo fundamental, una ley: ustedes tienen que hablar si desean estar saludables. Serán las personas más saludables si cada día hablan sin cesar. Sin embargo, deben hablar la palabra del Señor. Cuando hablen la palabra del Señor, se sentirán gozosos. Las personas tal vez le lleven la contraria, pero todos tienen una conciencia en su interior; en el corazón del hombre hay un elemento de justicia. Un hermano que en el pasado trabajaba en una compañía de telégrafo les hablaba de Jesús a sus colegas cada vez que se los encontraba; es decir, les hablaba por Dios. Esto hizo que los demás lo menospreciaran, diciendo de manera despectiva que él era Jesús. Sin embargo, cuando tenían dificultades o necesitaban que alguien se hiciera cargo de ciertos documentos importantes, todos acudían a él. Siempre que los colegas de este hermano afrontaban dificultades, el evangelio que habían escuchado operaba en ellos.
Por consiguiente, debemos saber que lo más saludable es hablar por Dios. Hablar no sólo alegra nuestro corazón, sino que también es beneficioso para nuestro cuerpo. Es por eso que necesitamos respirar profundamente para estar saludables físicamente. Cuando su boca está cerrada, usted no respira profundamente, pero cuando abre su boca, aun cuando no tenga la intención de hacerlo, respirará de manera profunda. Esta mañana hablé por más de una hora en la primera sesión, y ahora les estoy hablando por otra hora. Aun cuando no me propuse respirar profundamente, ya he respirado profundamente. Si estoy cansado, me tomaré una siesta esta tarde. Luego, esta noche después de la cena vendré a hablarles de nuevo, y cuando me sienta agotado de hablar, me iré rápidamente a casa para dormir otra vez. Al vivir de esta manera ciertamente dormiré bien y estaré saludable. Ustedes hermanas que cierran la boca y no hablan, déjenme decirles que esto perjudicará su salud. Pero no deben chismear ni hablar ociosamente; más bien, deben hablar la palabra del Señor en cualquier momento y en todo lugar. Cuando ustedes hablen la palabra del Señor, cuanto más hablen, más contentas se sentirán; y cuanto más hablen, más saludables estarán.
En Taipéi tenemos más de cuatro mil hermanos y hermanas que asisten a las reuniones. Este número tal vez no sea muy grande si lo comparamos al total de la población, pero si más de cuatro mil hermanos y hermanas hablan la palabra del Señor en todo lugar, esto será muy formidable. El Señor Jesús dijo: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y seréis Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hch. 1:8). Nosotros somos los testigos del Señor; como tales, somos personas que hablan. Los miembros de nuestra familia, nuestros parientes, nuestros amigos y nuestros vecinos son nuestra Jerusalén. Debemos hablar todos los días, aunque nuestra audiencia se canse de oírnos. Quizás algún día les sobrevenga una calamidad, y entonces se acordarán de lo que les hemos dicho. Si los cuatro mil hermanos y hermanas de Taipéi hablan todos los días y en todo lugar, ¿no saturarían a todo Taipéi con su hablar al cabo de diez años?
Sin embargo, si únicamente tenemos una reunión grande donde sólo una persona habla y los demás escuchan, cuando usted traiga a sus familiares o amigos a la reunión, ellos dirán: “¿Cuál es la diferencia? Cuando vamos a otros lugares, allí se hace lo mismo, y el pastor habla mucho mejor que ustedes. Él es elocuente, su voz es clara y sonora, y no tiene menos conocimiento que ustedes; él es mejor que ustedes”. Si nos reunimos de esta manera, no será fácil convencer a las personas. Pero si ellas vienen a la reunión y todos hablan —los jóvenes, los viejos, los hermanos y las hermanas— ellos se maravillarán y definitivamente se sentirán conmovidos.
Esta vez cuando regresé a Taiwán, un hermano me dijo que habían invitado a cierta persona a una pequeña reunión de grupo, y cuando ella vio a todos hablar, se sorprendió muchísimo y dijo: “¡Ustedes son verdaderamente maravillosos!”. Por lo tanto, cuando nos reunamos, todos debemos ser capaces de hablar. No simplemente debemos hablar, sino que además debemos hablar con la verdad, con peso espiritual, sin decir tonterías, y cada una de nuestras palabras debe contener oro y cosas preciosas. Esto, por supuesto, impactará a las personas y las conmoverá.
Nota: Esperamos que muchos se beneficien de estas riquezas espirituales. Sin embargo, para evitar cualquier tipo de confusión, les pedimos que ninguno de estos materiales sean descargados o copiados y publicados en otro lugar, sea por medio electrónico o por cualquier otro medio. Living Stream Ministry mantiene todos los derechos de autor en estos materiales, y esperamos que ustedes los que nos visiten respeten esto.