Puente y canal de Dios, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3840-0
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Procedamos ahora a considerar la vida de los creyentes en la segunda etapa: la etapa de la caída.
La Biblia revela que debido a la caída del hombre, además de la vida humana, también está presente en el hombre la vida de Satanás. Por tanto, Romanos 7:18 y 20 dicen que en el hombre, esto es, en su carne, mora el pecado. Aquí el pecado se refiere a la vida de Satanás. Esta carne, la cual contiene la vida de Satanás, según Gálatas 5:17, permanece en el hombre aun después que éste es salvo y a menudo manifiesta deseos contrarios al Espíritu. Por tanto, después que una persona es salva, continúa teniendo la vida de Satanás en ella.
En Adán todos llegamos a ser seres caídos. La caída produjo un gran cambio en nuestra vida, pues en la caída nuestra vida se mezcló con la vida diabólica. Cuando Eva aceptó la propuesta satánica de comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, el elemento de Satanás entró en su alma y la contaminó. Por tanto, el primer resultado de la caída fue que el alma del hombre se contaminó cuando Eva recibió los pensamientos del diablo y sus palabras. Eva no debía haber conversado con el maligno. Mientras ella conversaba con él, sus pensamientos malignos penetraron la mente de ella y la corrompieron. Esto significa que incluso antes que ella participara del árbol del conocimiento, su mente había sido contaminada por el concepto del enemigo. La propuesta satánica envenenó el alma del hombre, con lo cual hizo que ésta se mezclara con la vida del diablo.
Además, cuando Adán comió del fruto del árbol del conocimiento, su cuerpo, así como su alma, fue envenenado por Satanás. Entonces su espíritu quedó sumido en muerte en el sentido de que fue separado de todo contacto con Dios. Debido a la caída, la mente y el cuerpo del hombre fueron envenenados, y su espíritu, el órgano creado con el propósito de contactar a Dios y recibirle, fue sumido en muerte. Éste es un verdadero cuadro de la vida del hombre en la caída.
Tanto Dios como Satanás desean ganar al hombre para sí. Dios desea ganar al hombre con miras a llevar a cabo Su voluntad, y Satanás desea ganar al hombre a fin de lograr su deseo maligno. El método que usan tanto Satanás como Dios consiste en ganar al hombre mediante la vida. La intención de Dios era que el hombre comiera del árbol de la vida y, de este modo, obtuviera Su vida increada y fuera uno con Él. Sin embargo, Satanás sedujo al hombre para que comiera del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, con lo cual hizo que el hombre obtuviera su vida caída y se mezclara con él. Cuando Adán comió del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, la vida de Satanás entró en él, lo cual hizo que se volviera corrupto. Como resultado de ello, además de su propia vida original, su vida creada, el hombre también obtuvo la vida caída de Satanás.
Después que Adán pecó y cayó, el hombre no solamente ofendió a Dios en comportamiento, lo cual resultó en que fuera instaurada una situación pecaminosa, sino que peor aún, él fue envenenado por Satanás en vida, lo cual hizo que su vida se contaminara y corrompiera. Adán no solamente había desobedecido la prohibición expresa de Dios, sino que además había recibido dentro de sí la vida de Satanás. Por tanto, el hombre ha llegado a ser internamente muy complejo; él posee la vida original del hombre, una vida recta y buena, así como también la vida de Satanás, una vida maligna y corrupta.
La vida de Satanás, al estar llena de toda clase de pecados, contiene la semilla de toda corrupción y de todos los factores causantes de maldad. Satanás vive dentro del hombre y produce en él las concupiscencias (Jn. 8:44) y hace que cometa pecados (1 Jn. 3:8). Por tanto, la vida de Satanás es la raíz de los pecados, los cuales hacen que el hombre exprese en su vivir el pecado. Los diversos pecados cometidos por el hombre se derivan de la vida de Satanás presente en su interior. Desde que esta vida diabólica entró en el hombre, aunque a veces éste exprese en su vivir algo de la bondad humana acorde con su vida humana, la mayor parte del tiempo, en concordancia con la vida diabólica, el hombre expresa en su vivir las maldades diabólicas.
En 1 Juan 3:8 se nos dice: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio”. La vida caída del hombre procede del diablo, cuya vida es una vida de pecado y quien peca habitualmente desde el principio. El pecado es su naturaleza, y pecar es su carácter.
En 1 Juan 3:10a se añade: “En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo”. Practicar o no practicar el pecado, es decir, vivir o no vivir en pecado, no concierne a la conducta, sino a nuestra filiación, nuestra condición de hijos de Dios o hijos del diablo. Esto guarda relación con la vida. Los hombres, como descendientes caídos de Adán, al nacer son hijos del diablo, el maligno, y poseen su vida y viven en el pecado de modo automático y habitual. Practicar el pecado caracteriza su vida.
Juan 8:44 dice: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de lo suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”. Puesto que el diablo es el padre de los pecadores, los pecadores son hijos del diablo. El diablo es la serpiente antigua (Ap. 12:9; 20:2), y los pecadores también son “serpientes, cría de víboras” (Mt. 23:33; 3:7). Por tanto, ellos necesitan que el Señor Jesús sea levantado en la cruz con la forma de la serpiente por el bien de ellos (Jn. 3:14). El diablo es el padre maligno que generó hijos pecaminosos. Estos hijos pecaminosos son todos seguidores del diablo. La vida maligna del diablo, que opera como pecado en el hombre, esclaviza al hombre al pecado.
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