Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-7893-2
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Los siete sellos, las siete trompetas y las siete copas también son partes que conforman la administración de Dios en Su juicio. Por tanto, en el libro de Apocalipsis el número siete representa la administración en el juicio. Esto nos da el significado de los siete Espíritus. El Espíritu de Dios en Apocalipsis se menciona como los siete Espíritus porque aquí Él no es el Espíritu de gracia, sino el Espíritu que sirve para realizar la administración divina mediante el juicio divino. El Espíritu es los siete ojos del Cordero que puede ver las cosas a profundidad y claramente y también es las siete lámparas que arden y están llenas de luz. Usted puede ocultarme ciertas cosas y yo puedo ocultarle ciertas cosas a usted, pero ninguno de nosotros puede ocultar nada a los siete ojos del Cordero. Cuando el Cordero con los siete ojos nos mira, todo queda al descubierto y escudriñado. Todo lo que es traído a la luz queda al descubierto. Estos ojos del Señor que buscan e iluminan sirven para realizar el juicio. Los siete Espíritus de Dios son fuego ardiente así como ojos que buscan a fin de buscar, iluminar y juzgar.
En 21:23 el Cordero es la lámpara y Dios es la luz contenida en la lámpara. Esto significa que Dios está en el Cordero redentor. El capítulo 5 también nos dice que el Espíritu es los ojos del Cordero, que son las lámparas resplandecientes. Dios está en el Cordero y el Cordero tiene siete ojos. Dios, el Cordero y el Espíritu en calidad de los siete ojos, son las tres personas del Dios Triuno. Nuestros ojos sirven para realizar una “administración”, para dirigirnos. Por tanto, en el Dios Triuno, el Padre es la fuente, el Hijo es la expresión y el Espíritu, los siete ojos, es la administración. Los siete Espíritus han sido enviados por toda la tierra por causa de la administración de Dios. Podríamos comparar los siete Espíritus a los faros de un auto, cuya meta es “administrar”. Donde sea que la luz resplandezca, allí va el auto; el propósito del resplandor de los faros es que manejemos, y manejar es la administración del auto. Actualmente Dios opera en Su administración divina y esta administración se efectúa mediante los siete Espíritus en calidad de las siete lámparas y los siete ojos.
Los capítulos 2 y 3 contienen las epístolas a las siete iglesias. El versículo 1 del capítulo 2 dice: “Escribe al mensajero de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en Su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto”. Sin lugar a dudas, quien habla a la iglesia es Cristo el Señor. Sin embargo, al final de la epístola, el versículo 7 dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias”. Al comienzo de cada una de las siete epístolas, es el Señor quien habla a cierta iglesia (2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14), pero al final de las epístolas, es el Espíritu quien habla a todas las iglesias (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Esto comprueba que el Señor es el Espíritu (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45) y que Él habla en el Espíritu, con el Espíritu y por medio del Espíritu.
Ello también comprueba que el Señor habla como Espíritu no solamente a cierta iglesia, sino a todas las iglesias. El Espíritu, quien es los ojos del Señor, examina la situación de todas las iglesias y Él habla acerca de toda la situación. El Señor como Espíritu habla a las iglesias sin tener limitación alguna de tiempo y espacio. Mientras la iglesia en cierta localidad lee la epístola a Éfeso, el Espíritu examina la iglesia en aquella localidad y les habla a quienes están allí. Los siete Espíritus de Dios son enviados no solamente a Éfeso, sino también a Los Ángeles, a Londres y a toda la tierra. Las siete epístolas en Apocalipsis 2 y 3 son palabras habladas por el Señor Jesús, pero hoy día cuando las leemos, los siete Espíritus de Dios nos hablan estas palabras en nuestro espíritu con el propósito de realizar la administración de Dios. Esto comprueba que el Espíritu es uno con el Señor y que el Señor es uno con el Espíritu. El Señor habla en el Espíritu, por medio del Espíritu y dentro del Espíritu, pues Él es el Espíritu.
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