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Cuatro elementos cruciales de la Biblia: Cristo, el Espíritu, la vida y la iglesia, Lospor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-6380-8
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EL ESPÍRITU Y LA VIDA

Romanos 8:2 relaciona la vida con el Espíritu. Apocalipsis 2:7 también relaciona la vida con el Espíritu cuando dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios”. Esto significa que a todo el que oiga al Espíritu se le dará a comer del árbol de la vida. La mayoría de los expositores de la Biblia dicen que esto estrictamente se refiere al reino milenario cuando los vencedores comerán del árbol de la vida en el Paraíso de Dios como su recompensa. Sin embargo, hoy nosotros en las iglesias debemos disfrutar a Cristo como el árbol de la vida, a fin de obtener esta recompensa en el futuro. Si no nos ejercitamos para comer hoy, entonces no sabremos cómo comer en el futuro.

En el reino milenario, la Nueva Jerusalén será el Paraíso de Dios (Ap. 3:12; 21:2, 10; 22:1-2, 14, 19), y la iglesia actual, como precursor y anticipo de la Nueva Jerusalén, es el Paraíso de Dios hoy. Por lo tanto, en las iglesias hoy en día debemos ejercitarnos para comer del árbol de la vida. La palabra griega traducida “árbol” en Apocalipsis 2:7, como también en 1 Pedro 2:24, significa madero. No es la palabra que comúnmente se traduce “árbol”; más bien, alude al Cristo crucificado y resucitado. En la Biblia, el árbol de la vida se refiere siempre a Cristo que, como corporificación de todas las riquezas de Dios (Col. 2:9), es nuestro alimento. Por consiguiente, cuando oímos lo que el Espíritu dice a las iglesias, vencemos, y el resultado de ello es que disfrutamos a Cristo como nuestro suministro de vida.

Si queremos disfrutar al Señor Jesús, debemos contactar al Señor constantemente a fin de ser llenos de Él. La manera de ser llenos del Señor es ejercitar nuestro espíritu y leer Su palabra. En Juan 6:63 el Señor Jesús dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Hoy el Señor es el Espíritu que no sólo es nuestra vida en nuestro ser interior, sino también la palabra. Por lo tanto, el Espíritu interno es vida, y la palabra externa es Espíritu y vida. Si queremos disfrutar al Señor, debemos ejercitar nuestro espíritu y leer la palabra del Señor. Al leer la Biblia necesitamos nuestros ojos para ver, nuestra mente para entender y nuestro corazón para recibir, pero, además de esto, necesitamos nuestro espíritu para digerir la palabra. Esto significa que cuando leemos la Biblia, debemos convertir en oración lo que nuestra mente ha entendido y lo que nuestro corazón ha recibido. Cuando oramos, ejercitamos nuestro espíritu, y la palabra entonces llega a ser vida y paz en nosotros para ser nuestro suministro.

Es por ello que nosotros necesitamos acudir al Señor una y otra vez cada día, no para usar nuestra mente para estudiar, sino para usar nuestro espíritu para orar sobre lo que nuestros ojos han visto, nuestra mente ha entendido y nuestro corazón ha recibido. Si nos ejercitamos de esta manera por sólo diez minutos, de inmediato seremos llenos interiormente del Espíritu, y la vida del Señor operará en nosotros, de tal modo que llevaremos una vida que lo trasciende todo. Esto se debe a que no comemos del árbol del conocimiento del bien y del mal, sino del fruto del árbol de la vida. Nuestra comida no es el cristianismo, sino el Cristo vivo, quien es el Espíritu y la vida. El resultado de esto es que no vivimos en el reino de la moralidad, ni vivimos en el reino del pecado, sino en el reino de la vida, que es el reino de la realidad.

Nuestra necesidad hoy en día no es sólo escuchar esta doctrina, sino poner esto en práctica. Una vez que usted activa el interruptor, la luz eléctrica resplandece, pero cuando lo apaga, no ilumina. Esto ejemplifica el secreto de la vida. Cristo ya nos salvó en Su vida, pero si nosotros no lo contactamos a Él de manera constante, estaremos separados de Su vida y espontáneamente estaremos en tinieblas interiormente y sin ejercer ninguna función. Hoy en día la fuente de energía ha sido instalada en nuestro ser, pero la pregunta crucial es si hemos encendido el interruptor para obtener la electricidad celestial.

LA VIDA PRODUCE LA IGLESIA

A fin de sustentar debidamente nuestra vida humana y ser saludables, debemos respirar a cada instante, tomar tres comidas y beber ocho vasos de agua a diario. Además de esto, debemos mantener un buen estado de ánimo y ser amables; no debemos enojarnos, deprimirnos ni desanimarnos. Asimismo, tenemos que ejercitar nuestro espíritu a cada momento y leer la palabra del Señor cada día, si no, contraeremos una enfermedad espiritual y nos debilitaremos en nuestro espíritu. En tal caso, el resultado será que dependeremos únicamente de las conferencias para que nos den una buena “dosis de vitaminas” o nos impartan serias amonestaciones que nos ayuden a seguir adelante por cierto tiempo. Pero al cabo de cierto tiempo, nuestra enfermedad espiritual volverá a molestarnos. Por lo tanto, no debemos depender de las conferencias ni de oír buenos mensajes. Debemos entender que hoy en día el Señor es el Espíritu que está en nosotros como vida. Debemos contactarlo a Él a cada momento y leer Su palabra con frecuencia, no sólo con nuestra mente para entenderla, sino, y más aún, con nuestro corazón para recibirla y con nuestro espíritu para digerirla. De esta manera nuestra vida interior recibirá “aire fresco, nutrientes y agua” a fin de ser vigorosa y saludable, de modo que podamos llevar una vida cristiana normal.

Si hemos de llevar una vida de iglesia apropiada es necesario que primeramente llevemos una vida cristiana normal. Así como no puede haber un buen país sin buenos ciudadanos, tampoco es posible producir una buena iglesia sin buenos cristianos. Cristo es el Espíritu, el Espíritu es la vida, y la vida produce la iglesia. Damos gracias al Señor y lo alabamos porque Él nos ha dado el secreto del Espíritu Santo, que está en nuestro interior, y la Santa Biblia, que está fuera de nosotros. Tenemos Su Espíritu y Su palabra que podemos disfrutar. La manera en que podemos disfrutar es orar, leer la palabra e invocar el nombre del Señor. Mediante estas prácticas, podemos respirar hondo, y comer en plenitud y beber hasta saciarnos a fin de llevar una vida cristiana normal y así traer a la existencia una vida de iglesia apropiada.


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