Iglesia gloriosa, Lapor Watchman Nee
ISBN: 978-0-87083-971-9
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Debemos prestar atención a esta expresión: “por el lavamiento del agua en la palabra”. En el Nuevo Testamento se usan dos términos griegos que significan “palabra”. Uno es lógos, y se refiere a la palabra en un sentido general; el otro es réma traducido palabra en las Escrituras, aunque significa algo bastante diferente de lógos.Lógos se refiere tanto a las cosas determinadas eternamente como a las cosas usadas de manera objetiva. Esta es palabra como la usamos habitualmente, y palabra como es conocida generalmente en el cristianismo. Pero réma se refiere a las palabras que son habladas. Esto es más subjetivo que lógos. Miremos varios pasajes en el Nuevo Testamento donde aparece réma.
En Mateo 4:4 Jesús dijo: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. En este versículo, “palabra” es réma, y no lógos. Cuando decimos que la Biblia es la Palabra de Dios, la “palabra” es lógos, y no réma. ¿Podríamos decir que el hombre no vivirá solamente de pan, sino de la Palabra de Dios relatada en la Biblia? No, no estamos diciendo que la Palabra escrita de Dios no tiene ninguna utilidad, sino que lógos, la Palabra de Dios relatada en la Biblia, para nada nos sirve en sí misma. Un día un mensajero dijo a una madre que su hijo fue atropellado por un carro y que estaba a punto de morir. La madre abrió inmediatamente la Biblia y por casualidad fijó su atención en Juan 11:4: “Esta enfermedad no es para muerte”. Gracias a este versículo, se sintió en paz e incluso empezó a regocijarse, pero cuando llegó al lugar del accidente, se enteró de que su hijo ya había muerto. ¿Significa eso que el relato del Evangelio de Juan no es la Palabra de Dios? Sí, es la Palabra de Dios, pero es lógos, y no réma. La palabra que ella asió no era la palabra que Dios le había hablado en esa circunstancia particular. Tanto lógos como réma son la Palabra de Dios, pero el primero es la Palabra de Dios relatada objetivamente en la Biblia, mientras que el último es la palabra que Dios nos habla en una ocasión específica.
Romanos 10:17 dice: “Así que la fe proviene del oír, y el oír, por medio de la palabra de Cristo”. En este versículo, se usa de nuevo réma, y no lógos. Esto significa que podemos creer cuando Cristo habla por primera vez dentro de nosotros.
Juan 3:16 es un versículo que muchos de nosotros podemos citar de memoria. Quizás lo conozcamos desde hace diez o veinte años. ¿Es este versículo la Palabra de Dios? Es ciertamente la Palabra de Dios, pero es lógos. No obstante, llega un día cuando leemos este versículo y nos resulta totalmente diferente de lo que era antes. “Porque de tal manera amó Dios al mundo...” Dios no ama solamente al mundo, sino que me ama a mí. “...que ha dado a Su Hijo unigénito... ”. Dios no ha dado a Su Hijo solamente al mundo, sino a mí. “para que todo aquel que en El cree...” El punto no es que alguien crea en El, sino que yo crea en El. “...no perezca, mas tenga vida eterna”. Soy yo el que no perecerá, y soy el que tiene vida eterna ahora. Esta palabra ahora es réma. Dios nos habla la palabra, y en ese momento recibimos fe. Por consiguiente, debemos pedir a Dios: “Oh Dios, concédeme gracia, Te pido que siempre me des réma”. Esto no significa que lógos no es de ninguna utilidad. Lógos tiene un uso definido, pues sin lógos, nunca podríamos tener réma. Todo el réma de Dios se basa en el lógos. No podemos negar que Juan 3:16 es la Palabra de Dios. Pero cuando el lógos de Dios se hace el réma que Dios nos habla, tenemos fe y todo se aclara.
Juan 6:63 dice: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. ¿Tenían los judíos el lógos de Dios? Sí, lo tenían. Lo conocían muy bien y podían recitar perfectamente los mandamientos del Antiguo Testamento, pero no les servía para nada. Sólo las palabras que el Señor les hablaba eran espíritu y vida. Sólo réma es espíritu y vida.
Marcos 14:72 dice: “Y al instante el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de la palabra que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, comenzó a llorar”. Pedro se acordaba del réma que Jesús le había hablado. El réma es lo que le vino a la memoria. Mientras Pedro estaba mintiendo, el réma apareció repentinamente. La frase misma del Señor le vino a la memoria. Réma es la palabra que el Señor ha hablado, y ahora El la habla nuevamente.
En Lucas 1:38, María dijo: “He aquí la esclava del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de ella”. En este versículo, se usa réma. Esto no era solamente una palabra de profecía en Isaías 7:14: “He aquí, la virgen concebirá, y dará a luz un hijo”, sino una palabra que el ángel habló de manera específica a María “Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz a un hijo” (Lc. 1:31). Por haber oído eso, María recibió fuerza y todo se cumplió.
En Lucas 2:29 Simeón dijo: “Ahora, Soberano Señor, despides a Tu esclavo en paz, conforme a Tu palabra”. En este versículo “palabra” es réma. Antes de la venida del Señor Jesús, Dios habló Su palabra a Simeón y le dijo que no vería la muerte hasta que viera al Cristo del Señor. Pero el día en que vio al Señor Jesús, Simeón dijo: “Ahora, Soberano Señor, despides a Tu esclavo en paz, conforme a Tu palabra”. Simeón tenía réma del Señor. Esto no sucedió por cierto capítulo o versículo de la Biblia, sino que era conforme a la palabra que el Señor le había hablado en aquel día. El simple hecho de recibir la palabra de cierto capítulo y versículo de la Biblia no es suficiente. Sólo la palabra que el Señor nos habla resulta de alguna utilidad. El réma nos revela algo personal y directamente; nos muestra lo que debemos poner bajo la obra de la cruz y lo que debe ser quitado de nuestro ser para que seamos purificados. Debemos buscar de manera específica este asunto, porque nuestra vida cristiana se basa en este réma. ¿Qué palabra nos ha hablado realmente el Señor, y cómo nos la ha hablado? Debemos recordar que el cristianismo actual sigue siendo el cristianismo de la revelación personal. Si el Señor no habla dentro del hombre, eso no forma parte del cristianismo, ni tampoco del Nuevo Testamento.
Lucas 3:2 dice: “Durante el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto”. En este versículo “palabra” es también réma.
Lucas 5:5 relata: “Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas confiado en Tu palabra echaré las redes”. En este versículo, “palabra” era algo que el Señor habló en esa ocasión. Fue el Señor quien habló personalmente a Simón. Esto es réma. El Señor no habló en cierto versículo de cierto capítulo diciendo que Simón debía echar las redes. Si alguien intentara caminar sobre el mar por haber leído Mateo 14:29, se hundiría ciertamente. No es la palabra que el Señor está hablando hoy en día, aunque la habló en aquel día. Es cierto que lo hablado por Dios en el pasado y la palabra que El habla ahora llevan la misma autoridad; no han cambiado jamás. Pero éste es el punto importante: ¿Nos está hablando Dios esta misma palabra ahora?
Lucas 24:8 dice: “Entonces ellas se acordaron de Sus palabras” (réma). ¿Qué es réma?Réma es algo que el Señor ha hablado anteriormente y que El está hablando nuevamente ahora. En otras palabras, réma es la palabra que el Señor habla por segunda vez. Es algo viviente.
En Hechos 11:16 Pedro dijo: “Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo”. Mientras Pedro predicaba a la casa de Cornelio, el Espíritu del Señor cayó sobre ellos, y la palabra del Señor vino a Pedro. Pedro no intentó recordar la palabra de memoria; fue el Señor quien le dijo: “Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo”.
Siempre valoramos mucho el hecho de que el Señor sigue hablando ahora. El no habló solamente en las Escrituras, ni habló solamente a Pablo y a Juan, sino que nos está hablando ahora. La palabra del Señor nunca se ha detenido. Cada vez que un obrero del Señor se levanta y habla por El, debe esperar el réma. Si el Señor no nos habla hoy, somos verdaderos fracasos. ¿Cuántas veces hemos predicado, sin que el Señor pronunciara una sola palabra? No había nada malo con el mensaje, pero contenía solamente la palabra general del Señor; no tenía ningún réma. El problema de la iglesia hoy en día es éste: carece de la palabra viviente del Señor, y en lugar de ella, contiene únicamente doctrinas muertas. Hace falta verdaderamente una comunicación directa de Dios. Todo lo que vemos es una predicación humana. ¡Cuán lamentable es el hecho de que tantas personas han muerto con buenas doctrinas! Que Dios tenga misericordia de nosotros y nos dé el réma. Que El nos hable personal y directamente hoy en día. Podemos avanzar y recibir el agua viva para suplir a los demás únicamente cuando recibimos el réma. Lo que necesitamos es el réma.
En el plan eterno de Dios, la iglesia no tiene pecado. La iglesia no tiene historia de pecado; es totalmente espiritual y procede completamente de Cristo. Pero ¿qué hay de la historia de la iglesia ahora? Sabemos que no ha sido completamente de Cristo, y mucho de su elemento ha sido terrenal. ¿De qué manera Cristo perfeccionará a la iglesia? El lo hará al purificarla por el lavamiento del agua en la palabra: el réma. Hemos mencionado anteriormente que el agua alude a la vida. Tipifica la vida liberada mediante el 1aspecto [1Los dos aspectos de la muerte de Cristo son: (1) acabar con todo lo negativo, y (2) preparar todo lo positivo: todas las cosas en la vida de Cristo. Por tanto, la vida liberada mediante Su muerte no tiene como fin redimirnos. La redención es el aspecto negativo de la muerte de Cristo.] no-redentor de la muerte de Cristo. Cristo está usando Su vida en Su palabra, Su réma, para purificarnos.
¿Qué significa el hecho de que Cristo nos purifique por Su vida y mediante Su palabra? Primero, debemos entender el problema de la iglesia desde el punto de vista de Dios. El defecto de la iglesia no consiste en haber recibido un Cristo demasiado pequeño, sino en tener demasiadas cosas que no son Cristo mismo. En la voluntad de Dios la iglesia en su totalidad procede de Cristo, no tiene ningún pecado, nada carnal, y ninguna vida natural. Pero ¿qué hay de nuestra condición actual? Cada uno de nosotros, los que pertenecemos verdaderamente a Cristo, tiene cierta porción que es única y totalmente Cristo mismo. Damos gracias a Dios por esta porción. Aparte de esta porción, seguimos teniendo muchas cosas que no son de Cristo. Debido a todas estas cosas extrañas debemos ser purificados.
¿Qué significa la purificación? Significa restar, y no sumar. Si la purificación significara añadir algo a nosotros, entonces sería un tinte. En Génesis 2, Eva no necesitaba ser purificada, porque tipificaba a la iglesia del plan eterno de Dios. Pero si consideramos que ahora nosotros no necesitamos la purificación, nos estamos engañando. Dios planea llevarnos al lugar donde la purificación no sea necesaria, pero hoy seguimos necesitando la purificación.
¿Cómo nos purifica Dios? El lo hace con Su vida mediante Su propia palabra. A menudo no sabemos en qué aspecto debemos ser purificados. Pero un día la vida que está en nosotros no nos deja en paz. Poco después Su réma entra en nosotros y nos muestra lo que debemos pasar por la purificación. Por una parte, es la vida que nos toca, y por otra, es la palabra que nos dice. A veces, nos empeñamos en algo que parece bastante bueno según la doctrina, y podemos tener una buena razón para eso, pero en nuestro interior algo nos sigue tocando y no nos deja en paz. Finalmente, el Señor nos habla; viene el réma, la palabra poderosa del Señor. Nos dice que un asunto debe ser puesto bajo la cruz y purificado. Por una parte, es la vida, y por otra, es la palabra del Señor. Con eso somos purificados. A veces, se cambia el orden. Al principio no sentimos nada al emprender una actividad determinada; de hecho, sentimos que todo está bien. Pero cuando viene el réma, primero la palabra del Señor nos habla, diciéndonos que este asunto en particular no está bien del todo, y luego la vida interior nos exige acabar con él. Esta es nuestra vida diaria. Puede ser que la vida del Señor no nos permita hacer nada, y luego la palabra venga, o que la palabra venga primero, y luego venga la vida exigiendo que acabemos con el asunto. Pero siempre la purificación del agua en la palabra es la que viene a nosotros para santificarnos.
Por consiguiente, todo el asunto de nuestro crecimiento y progreso depende de nuestra actitud hacia la vida y el réma. Si tenemos algún sentir interior en vida, nunca deberíamos dejarlo. Debemos orar: “Señor, concédeme el réma para que sepa cómo solucionar la situación”. Si el Señor empieza por darnos el réma, si nos habla primero, aún así necesitamos pedirle que nos supla con vida para solucionar este asunto. Si prestamos atención a estos asuntos y si no los tomamos a la ligera, el Señor nos purificará por el lavamiento del agua en la palabra para santificarnos.
Delante del Señor, éste es el significado de la iglesia purificada por el lavamiento del agua: la vida de Cristo acaba con todo lo que no procede de Cristo. La vida natural y todo lo que no viene de Cristo debe ser depurado. La santificación puede venir únicamente después de la purificación, y la base de la purificación es la palabra del Señor, el réma. Si no conocemos la palabra del Señor, no podremos ser purificados y santificados. Desde el día en que recibimos a Cristo, ¿de dónde ha venido nuestro conocimiento? ¿Ha venido de una fuente exterior o interior? ¿Entendemos la voluntad de Dios desde nuestro interior, o sigue siendo Su voluntad algo que nos es exterior? Muchas dificultades tienen su raíz en este asunto: carecer de la palabra de Dios. El Cuerpo de Cristo no puede ser edificado porque lo que tenemos es exterior, y no interior. Toda la base de la fe cristiana depende del hablar del Señor. El crecimiento de la iglesia depende también de la palabra que el Señor habla. Por lo tanto, el punto central de nuestras oraciones debe ser nuestro anhelo de recibir el hablar del Señor. ¡Oh, que el Señor nos hable! La palabra que el Señor nos habla nos permite alcanzar el propósito eterno de Dios. Hoy en día la iglesia no se parece a Eva en Génesis 2, porque la iglesia ha caído. Por tanto, el Señor debe purificarnos por el lavamiento del agua en la palabra.
La iglesia que es conforme a la voluntad de Dios y la iglesia en experiencia son dos cosas completamente distintas. La iglesia en el plan de Dios no tiene ningún pecado, ni historia de pecado; no ha conocido jamás el pecado. Trasciende más allá del pecado, y no tiene ni siquiera traza de pecado. Es completamente espiritual y procede enteramente de Cristo. No obstante, en la historia la iglesia ha fracasado y caído. Ahora el Señor está obrando entre los hombres caídos para volverlos a la iglesia de Su voluntad original. El Señor desea obrar entre la gente caída, corrupta y desolada, llena de pecados e inmundicia, para obtener una iglesia de en medio de ellos. El quiere restaurarlos y recobrarlos para lo que El se propuso en la eternidad pasada, para que El tenga lo que satisface Su deseo en la eternidad futura. En Su obra magnífica, el Señor usa las palabras que El habla como instrumento para volver la iglesia al propósito original de Dios. Oh, que no estimemos a la ligera las palabras del Señor.
Debemos recordar que el conocimiento es una cosa y otra cosa bastante diferente es la estatura espiritual. Toda doctrina, enseñanza, teología y conocimiento es de poca utilidad si sólo fluye de una persona a otra. El verdadero crecimiento depende de que recibamos la palabra directamente del Señor. Dios usa Su réma para llevar a cabo Su obra, y El desea hablarnos. Por consiguiente, si al leer las Escrituras, nuestro propósito consiste únicamente en conseguir conocimiento, es verdaderamente una lástima. Si éste es el caso, estamos acabados. El verdadero valor de las Escrituras es éste: Dios puede hablar al hombre por medio de ellas. Si deseamos ser útiles en las manos del Señor, El nos debe hablar. Nuestra edificación espiritual depende de que el Señor nos hable o no. El conocimiento y las doctrinas no tienen ninguna utilidad espiritual. El único valor espiritual es el hablar del Señor en nosotros.
¿Cómo podremos estar satisfechos con el conocimiento y las doctrinas mientras la iglesia se encuentra en una condición caída, cuando ha faltado a Dios y está ciega con respecto a Su voluntad? ¡Que Dios nos conceda misericordia y gracia! Que oremos así: “Señor te pedimos que nos hables”. Todo lo que viene de afuera, las palabras que nos fueron dadas por los demás, aun cuando fueron pronunciadas miles de veces, no tienen ninguna utilidad. Sólo el réma tiene valor. Si hacemos algo simplemente porque los demás nos piden hacerlo, estamos observando la ley, y no estamos en el Nuevo Testamento. Una persona de mente clara puede dividir el libro de Romanos en secciones, tales como “salvación”, “justificación”, etc. Pero en su interior, hay una gran deficiencia: Dios no le ha hablado. Un hombre puede tener conocimiento y al mismo tiempo no tener la palabra de Dios. Muchas personas piensan que conocer las Escrituras y entender las doctrinas constituye la espiritualidad. ¡No es cierto! El conocimiento bíblico nunca podrá sustituir la espiritualidad. El verdadero valor es el hablar personal y directo de Dios en nosotros. Cuando Dios nos habla mediante Su palabra, somos iluminados; mediante Su palabra somos santificados, y mediante Su palabra crecemos. Debemos distinguir entre lo muerto y lo vivo, entre el simple conocimiento y lo espiritual. Lo que no es viviente no tiene ningún valor espiritual. Si tenemos el réma, la palabra viva de Dios, podemos ser purificados y santificados.
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