Experimentamos a Cristo como las ofrendas para presentarlo en las reuniones de la iglesiapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-1188-5
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el capítulo doce de Juan vemos una fiesta. Tengamos presente que esta fiesta era la ofrenda de paz. Después de que en los once capítulos anteriores se habían mencionado nueve casos, en el capítulo doce se disfruta a Cristo como ofrenda de paz. Ya habían participado de El como su ofrenda por el pecado (Jn. 1:29) y habían participado de la ofrenda por las transgresiones (Jn. 4). Habían disfrutado el holocausto (Jn. 7:16-18) y la ofenda de harina (Jn. 7:45-46). Ahora en aquel hogar disfrutaban la ofrenda de paz (Jn. 12:1-11).
El capítulo trece habla del lavamiento de los pies. Se refiere al lavacro en el que se nos limpia. En el capítulo catorce, El tuvo una conversación maravillosa con ellos para introducirlos al Lugar Santísimo. Habían aplicado todas las ofrendas; habían participado de todas las ofrendas; habían compartido y disfrutado todas las ofrendas. Ahora eran conducido al Lugar Santísimo.
En 14:27, el Señor dice: “La paz os dejo, Mi paz os doy; Yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. Pero en aquel entonces no recibieron paz porque el sacrificio todavía no había sido inmolado; no había sido ofrecido ni había ascendido a los cielos en resurrección. Después de la crucifixión, la sepultura, la resurrección y la ascensión (Jn. 20:17), el Señor fue de noche a Sus discípulos aquel mismo día y dijo: “Paz a vosotros” (Jn. 20:21). En el capítulo veinte, esto no era una promesa de paz, sino el cumplimiento de la promesa que hizo en el capítulo catorce. El trajo la paz consigo, ya que El mismo era la paz. Cuando El vino a ellos, fue paz para ellos. Esta es la ofrenda de paz.
En resumen, el evangelio de Juan contiene veintiún capítulos. Al principio se habla de la gracia, y al final, de la paz. Esta es la razón por la cual muchas epístolas del Nuevo Testamento empiezan con “gracia y paz a vosotros”, y muchas terminan con la expresión “gracia y paz sea a vosotros o con vosotros”. O sea que estos libros son primeramente libros de gracia y luego de paz. ¿Qué es la gracia? La gracia es el propio Dios encarnado para ser la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, el holocausto y la ofrenda de harina. Estas cuatro ofrendas son los componentes mismos de la gracia divina. Entonces ¿cual es el resultado? ¿Qué sale de allí? ¡La paz! Esta es la ofrenda de paz, la cual es el resultado de haber disfrutado las otras cuatro ofrendas. Y todo este deleite es la gracia.
En el recobro del Señor hemos hablado mucho en años pasados de disfrutar al Señor. Hace poco vimos más claramente la manera de disfrutar al Señor. No creamos que estos mensajes son una simple doctrina. Debemos poner todo esto en práctica y aplicar al Señor Jesús como el Cordero y como la serpiente de bronce, levantado sobre la cruz. Lo debemos aplicar cada día como ofrenda por el pecado y como ofrenda por las transgresiones. Si lo practicamos, nos daremos cuenta de que sólo así podemos disfrutar a Cristo. Lo único que nos hace aptos para entrar en el Dios que fijó tabernáculo, viajar en El y permanecer en El, es el disfrute que tenemos de Cristo como ofrenda por el pecado, como ofrenda por las transgresiones culpa, como holocausto, como ofrenda de harina y, finalmente, como ofrenda de paz. El deleite que tenemos de Cristo como las ofrendas es lo único que nos permite entrar en El. El evangelio de Juan nos muestra el tabernáculo y también la manera de aplicar a Cristo como las ofrendas a fin de que podamos participar de El y de que seamos aptos para entrar en Dios.
Después de leer las biografías o autobiografías de algunos hijos del Señor y la historia de la iglesia, descubriremos que todos los santos queridos que han disfrutado a Cristo en el transcurso de los siglos han tenido estas experiencias. Quizás ellos no hayan usado esta terminología, pero sí tuvieron la experiencia; indudablemente pasaron por lo mismo. Primero, confesaron sus culpas, y luego su pecado. Tal vez ellos no hayan tenido una comprensión tan clara como la que tenemos ahora, pero sin duda pasaron por esto. Luego aceptaron y aplicaron a Cristo como su ofrenda por las transgresiones y su ofrenda por el pecado. Cada día confesaban sus transgresiones y su naturaleza pecaminosa. Mientras confesaban sus culpas, disfrutaban al Señor como ofrenda por las transgresiones. Mientras confesaban su naturaleza pecaminosa, disfrutaban al Señor Jesús como su ofrenda por el pecado.
Cada día el Señor Jesús les era más querido, más precioso y más amable. Estaban dispuestos a sacrificarlo todo por el Señor. Se hicieron uno con El, imponiendo sus manos sobre El como holocausto. Cuando leemos la historia de ellos, podemos ver que disfrutaban abundantemente al Señor. Le disfrutaron como ofrenda de harina, muy fino, muy suave, perfecto y muy abundante. Entonces en ellos y entre ellos prevalecía un ambiente de paz. Tenían paz delante de Dios, en El y con El y, al mismo tiempo, uno con otro.
Esto es en realidad lo que presenta el evangelio de Juan. Los discípulos disfrutaban a Cristo como las ofrendas y entraban en el tabernáculo. Finalmente estuvieron en una condición apacible. Esto significa que disfrutaban al Señor plenamente. Por eso tantas epístolas hablan de gracia y paz. El propósito es disfrutar a Cristo como las ofrendas para poder entrar en Dios y morar en El, e incluso permanecer en El como tabernáculo. Es así como disfrutamos a Cristo.
La manera de disfrutar a Cristo nunca ha sido tan clara para los hijos de Dios como lo es ahora. ¿Por qué en todos estos años nadie ha enseñado esto? Debemos ver que se trata de una especie de ciencia, aunque no se trata de una invención, sino de un descubrimiento. Por ejemplo, anteriormente no se sabía lo que eran las vitaminas, pero eso o impedía que disfrutaran los beneficios de las mismas. Aunque no tenían el conocimiento científico, sí tenían el disfrute. Hoy en día la gente habla mucho de las vitaminas y las entiende de manera científica.
Les presento un método “científico” de disfrutar a Cristo. No les digo de manera vaga que tenemos a Jesús y que El es el pan de vida que descendió del cielo. ¡No! les digo que el Señor Jesús es el tabernáculo de Dios y que El es el Dios que fijó tabernáculo entre nosotros y en quien podemos entrar. En la actualidad podemos entrar en Dios. Lo único que nos hace aptos para entrar en El es disfrutar a Cristo como ofrenda por el pecado, como ofrenda por las transgresiones, como su holocausto, como su ofrenda de harina y como ofrenda de paz. Así como aprendimos a orar-leer la Biblia, ahora debemos aprender a tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, como ofrenda por las transgresiones, como holocausto, como ofrenda de harina y como ofrenda de paz.
Al desarrollar la práctica de tomar al Señor Jesús como ofrenda por el pecado y por las transgresiones, muchos descubrieron que el Señor Jesús les es más querido, más precioso, más presente y más práctico. El deleite que tienen del Señor se incrementa grandemente. Ciertamente ésta es mi experiencia. He disfrutado al Señor durante mucho tiempo, pero jamás de manera tan práctica, tan rica ni tan clara como en estos días. Cuanto más confieso mis culpas y lo tomo a El como mi ofrenda por las transgresiones, más le disfruto.
No pensemos que estos asuntos son doctrinas. Aunque son verdades profundas, debemos ponerlas en práctica. Por muy ocupados que estemos, debemos tomar el tiempo, si fuera posible en la madrugada, de aplicar al Señor Jesús como ofrenda por el pecado y como ofrenda por las transgresiones. Para eso, debemos confesarle nuestras faltas y arrepentirnos vez tras vez. Todos los días necesitamos el arrepentimiento y la confesión. Espontáneamente aplicaremos al Señor Jesús como nuestra ofrenda por las transgresiones y como nuestra ofrenda por el pecado a fin de disfrutar abundantemente al Dios que es el tabernáculo.
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