Información del libro

Núcleo de la Biblia, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-4442-5
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 20 Sección 1 de 4

EL ELEMENTO CELESTIAL DEL MANÁ
SE FORJA EN NUESTRA CONSTITUCIÓN

Sin embargo, aún necesitamos que el elemento celestial se añada a nosotros. Aunque fuimos redimidos, liberados, limpiados y purificados, todo esto está relacionado con cosas negativas; aún no tenemos nada positivo. Por consiguiente, aún no somos aptos para ser la morada de Dios. A fin de ser la habitación de Dios, es necesario que algo celestial se forje en nuestro ser. Por lo tanto, debemos comer el maná celestial y beber del agua viva para que algo celestial y viviente se forje en nuestra constitución. Ahora, cada día y aun a cada hora, comemos el maná y bebemos del agua. Cuanto más comemos y bebemos de esta manera, menos olemos a ajo y más olemos a maná. Éxodo 16:31 dice que el sabor del maná era “como de hojuelas con miel”. El sabor del maná es dulce; es un sabor celestial, no mundano. Cuando el elemento del maná se forja en la constitución de nuestro ser, somos aptos para ser la morada de Dios sobre la tierra. De este modo el tabernáculo fue erigido en el desierto, y luego fue lleno de la gloria de Dios (40:34-35).

¿HOJUELAS O PIEDRAS?

Como señalamos en el mensaje anterior, el tabernáculo era bueno, pero no era sólido ni estaba establecido. Al comer el maná, llegamos a ser hojuelas con sabor a miel. Ciertos hermanos son como hojuelas dulces: se quiebran cuando uno los toca. Cuando los santos de Alemania vinieron a Los Ángeles hace varios años, ellos no eran el templo, más bien eran el tabernáculo. Todos ellos eran hojuelas. Sin embargo, desde entonces muchos de ellos han llegado a ser piedras. Si yo vierto agua sobre las hojuelas, se echarán a perder. Pero si echo agua sobre una piedra, ésta seguirá igual. Alabado sea el Señor porque hay muchas piedras en Stuttgart. Esto muestra que la iglesia en Stuttgart ya no es un tabernáculo en el desierto, sino el templo en la buena tierra.

Algunos santos en las iglesias siguen comiendo al Cordero. Un buen número de hermanos nuevos comen al Cordero. Todavía se encuentran en el mundo y no han llegado al desierto. Otros hermanos comen maná. Debido a que los que comen maná son como hojuelas, yo los trato con mucha delicadeza y no me atrevo tocarlos. Pero algunos de los ancianos pueden testificar que no los trato con tanta suavidad porque ellos son piedras. Cuando vierto agua sobre ellos, queda demostrado que ellos son piedras. Algunos en la iglesia comen al Cordero, otros comen maná y otros comen del rico fruto de la buena tierra.

VIVIR Y ANDAR EN CRISTO

Cristo no es solamente el Cordero redentor y nutritivo, sino que también es la tierra todo-inclusiva. Colosenses 2:6 dice: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en Él”. Cristo es la buena tierra en la cual podemos vivir, andar y existir. Cristo es una esfera, un ámbito, en el cual podemos morar. El versículo 7 dice que fuimos arraigados y sobreedificados en Cristo. Ser arraigados en Cristo está relacionado con el crecimiento, y ser sobreedificados en Cristo está relacionado con la edificación. Fuimos puestos en la buena tierra, que es Cristo, y ahora somos plantas que crecen en esta tierra, que lo es todo para nosotros. Cristo es el Cordero, el maná y la tierra espaciosa donde crece toda clase de fruto.

EL AGUA Y EL ALIMENTO EN LA BUENA TIERRA

En Cristo, nuestra tierra, tenemos diferentes clases de agua. Deuteronomio 8:7 menciona tres clases de agua: arroyos, fuentes y manantiales. Además, el versículo 8 enumera siete tipos de alimentos: trigo, cebada, vides, higos, granadas, aceite de oliva y miel. En el Nuevo Testamento el trigo representa al Cristo encarnado y crucificado. El Señor Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). En este versículo Cristo dio a entender que Él era un grano de trigo que caía en la tierra para morir. Esto significa que Él era el Cristo encarnado y crucificado.

El primer grano que madura en la tierra santa es la cebada. Por lo tanto, la cebada representa al Cristo resucitado. Debemos experimentar a Cristo tanto como una persona encarnada y crucificada como una persona resucitada. Cada día podemos disfrutar a Cristo como estos dos elementos básicos: como el trigo y la cebada.

Cristo es también el vino que nos alegra y estimula. Él también es el higo que nos satisface y nos nutre. Las granadas representan la expresión de las riquezas de la vida de Cristo, y el aceite de oliva, la plenitud del Espíritu Santo. Todos estos puntos se abarcan más detalladamente en el libro El Cristo todo-inclusivo.

Deuteronomio 8:8 también menciona la miel como parte de la vida vegetal. La miel mayormente está relacionada con la vida vegetal, pues se obtiene principalmente de las flores y los árboles. Por supuesto, involucra una parte de la vida animal: un animalito llamado abeja. Sin las flores no podríamos tener miel, pero sin las abejas tampoco se produciría la miel. Así que las flores y las abejas cooperan juntamente para producir miel. Estos dos tipos de vida se mezclan y la miel es producida. Cristo es tanto la vida vegetal como la vida animal. La vida vegetal es la vida que genera, y la vida animal es la vida que redime. La vida vegetal no tiene sangre, pero genera y se multiplica. Únicamente la vida animal tiene sangre para la redención. Por consiguiente, Cristo no sólo es la vida que genera, sino también la vida que redime. Diariamente debemos disfrutar a Cristo como una persona encarnada, crucificada y resucitada. Entonces obtendremos el vino que nos alegra y nos estimula. Esto nos traerá la satisfacción que proporciona la higuera, la expresión de las riquezas de la vida y la plenitud del Espíritu Santo. Cuando combinamos todo esto con la vida redentora de Cristo, obtenemos la dulce miel.


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