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Espíritu en las epístoles, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7707-2
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LA EPÍSTOLA DE 1 PEDRO: EL ESPÍRITU DE GLORIA

En 1 Pedro hay más referencias al Espíritu que mora en nosotros.

El Espíritu que santifica

Escogidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas. (1:2)

Hay una historia en nuestro interior, la cual es la historia de la santificación. Esta historia es la obra que efectúa el Santo, el Espíritu, en nuestro espíritu para separarnos, para hacernos santos. De modo que, la santificación del Espíritu es la obra que efectúa el Espíritu de Dios, el Santo, en nuestro espíritu para separarnos continuamente de todas las cosas que son contrarias a Dios y para forjar continuamente el elemento de Dios en nuestro ser, lo cual nos capacita para ser hechos santos. En la santificación efectuada por el Espíritu, podemos obedecer al Señor.

El Espíritu de Cristo

Acerca de esta salvación los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron, escudriñando qué tiempo y qué clase de época indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos. (vs. 10-11)

La palabra profetas aquí se refiere a los profetas del Antiguo Testamento. Uno podría preguntar, ¿cómo puede hallarse al Espíritu de Cristo en el Antiguo Testamento? Debemos agregar una explicación aquí. Conforme a lo que hemos dicho antes, primero estaba el Espíritu de Dios, luego el Espíritu de Jesús y finalmente el Espíritu de Cristo; esto es con referencia a Su proceso. Pero en otro aspecto, este Espíritu también es eterno, así como la cruz lo es. La crucifixión se cumplió hace dos mil años, pero su eficacia es eterna, no está sujeta al tiempo. De la misma manera, según el proceso de compleción, este Espíritu al principio era el Espíritu de Dios; para el tiempo de la encarnación Él era el Espíritu Santo, es decir, “el Espíritu el Santo”; y después de pasar por la muerte y la resurrección, Él es el Espíritu vivificante, el Espíritu de Jesucristo. No obstante, según Su eficacia, Él es el Espíritu eterno. Por esta razón, aun en el Antiguo Testamento, el Espíritu de Cristo estaba en los profetas, capacitándolos para que entendieran las profecías acerca de Cristo. El Espíritu de Cristo testificó de antemano a los profetas, indicándoles el tiempo y la clase de época que concernían a los sufrimientos y las glorias de Cristo.

Una casa espiritual

Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (2:5)

Este edificio es espiritual, y los sacrificios ofrecidos también son espirituales. Esto nos dice dos cosas. Primero, somos juntamente edificados en el espíritu. Cuando usted está en el espíritu, yo estoy en el espíritu y todos estamos en el espíritu, entonces es posible que seamos juntamente edificados. El último versículo de Efesios 2 dice: “En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu”. La edificación de la iglesia se lleva a cabo en el espíritu. Como piedras vivas, somos juntamente edificados en el espíritu para llegar a ser una casa espiritual. Segundo, este edificio es un sacerdocio. En este sacerdocio somos aptos para rendir el servicio apropiado y ofrecer sacrificios espirituales. Por tanto, la edificación se da en el espíritu, y el servicio también se da en el espíritu. Tanto la edificación como el servicio deben darse en el espíritu. Además, estas dos cosas en realidad son dos aspectos de una sola cosa.

El hombre escondido

El hombre interior escondido en el corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu manso y sosegado. (1 P. 3:4)

Éste es un pasaje muy particular en todo el Nuevo Testamento. Ningún otro pasaje contiene tales palabras. En la frase el hombre interior escondido en el corazón, la palabra corazón es un término de peso, no es nada superficial. Las tres partes del alma —la mente, la parte emotiva y la voluntad— más la conciencia, que es una parte del espíritu, componen el corazón. Aquí el hombre interior escondido en el corazón es el espíritu regenerado. El hombre interior está escondido en el corazón, y el corazón rodea al espíritu. Este hombre debe poseer un ornato, el cual es un espíritu manso y sosegado.

Esto nos muestra dos cosas. Primero, nuestro espíritu es un hombre escondido en nuestro corazón. Segundo, nuestro espíritu está rodeado por nuestro corazón, así que nuestro espíritu viene a ser la fuente escondida en las profundidades de nuestro corazón. La fuente profunda de la mente, la parte emotiva y la voluntad es el espíritu. Por esta razón, si queremos que nuestra mente, parte emotiva y voluntad sean apropiadas, debemos tomar medidas con respecto a ellas desde la fuente, es decir, desde nuestro espíritu en la parte más profunda de nuestro ser. Es por esto que nuestro espíritu debe ser manso y sosegado. Cuando nuestro espíritu es manso y sosegado, es fácil que nuestra mente, parte emotiva y voluntad sean mansas y sosegadas. Muchas veces cuando no podemos hallar sosiego, eso no tiene que ver con nuestra mente, ni con nuestra parte emotiva ni con nuestra voluntad; más bien, se debe a que nuestro espíritu está en confusión. Si el centro está en confusión, las partes que le rodean serán afectadas. Cuando la fuente está en confusión, la mente, la parte emotiva y la voluntad son afectadas. Sabemos que si nuestro espíritu está agitado, nuestra mente, parte emotiva y voluntad se encenderán fácilmente y será muy difícil calmarlas. Por consiguiente, repito, debemos orar en el espíritu para que nuestro espíritu pueda sosegarse, y de esta manera nuestra mente, parte emotiva y voluntad también puedan hallar paz y sosiego.


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