Experiencia que tenemos de Cristo, Lapor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4619-1
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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En el pasado, constantemente hemos hecho hincapié en el espíritu. Sin embargo, el libro de Filipenses nos muestra la importancia del alma. Los seres humanos no somos un espíritu ni un cuerpo, sino un alma. Por lo tanto, los cristianos no sólo debemos ser uno en el espíritu sino también en el alma. Es muy fácil ser uno en el espíritu, pero es difícil ser uno en el alma, porque en el alma tenemos una mente problemática, una parte emotiva desconcertante y una voluntad obstinada. En el libro de Filipenses Pablo nos exhorta a ser uno en el alma. La unidad en el alma es la unidad perfecta. En cambio, la unidad en el espíritu es temporal y no es muy duradera, pues, mientras oramos, cantamos y alabamos al Señor, somos uno en el espíritu; pero cuando terminamos de alabar, es posible que encontremos que no somos uno en el alma. Así pues, la unidad en el alma es duradera, y ésta se menciona únicamente en Filipenses.
El libro de Filipenses aborda el asunto del disfrute que tenemos de Cristo. Este libro es único y contiene muchas expresiones nuevas e incluso peculiares. Disfrutamos a Cristo en la comunión en el evangelio, al tener un único pensamiento, al amar con el mismo amor y al estar unidos en el alma. Éstas son algunas de las expresiones poco comunes que se hallan en el libro de Filipenses.
Otra expresión poco común se halla en el capítulo 3, versículo 2, donde Pablo dice: “Guardaos de los perros”. Según la Biblia, un perro es un animal inmundo porque no rumia (Lv. 11:26). Para que un animal sea considerado limpio, debe rumiar como la vaca o la oveja, y también debe tener la pezuña hendida. Las pezuñas de los caballos y los burros no tienen hendidura; por lo tanto, estos animales no son limpios. Pero las vacas y las ovejas tienen pezuña hendida, por lo cual son limpias. En cambio, los cerdos tienen pezuña hendida pero no rumian, y los perros no rumian ni tienen pezuña hendida. Tanto el hecho de rumiar como la pezuña hendida son símbolos en la Biblia. Una pezuña hendida nos habla de discernimiento al andar, discernimiento en cuanto a lo que debemos hacer, en cuanto a adónde debemos ir y respecto al camino que debemos seguir. Si tenemos pezuña hendida, sabremos si debemos ir al salón de reunión o al cine. No obstante, alguien que no tiene pezuña hendida no tiene discernimiento con respecto a su andar. Si no tenemos esta facultad de discernimiento, nos ensuciaremos y seremos inmundos. Rumiar significa masticar las palabras de la Biblia. Esto significa que leemos la Biblia rumiándola. Por ejemplo, cuando oramos-leemos las palabras de Juan 3:16, estamos rumiando. Si rumiamos las palabras de la Biblia, ¡cuán limpios vendremos a ser! Si rumiamos y tenemos pezuña hendida, seremos guardados de cualquier contaminación. Debido a que rumiamos y tenemos pezuña hendida, ya no somos perros, sino corderitos.
Filipenses 3:2 dice: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo”. En este versículo Pablo nos exhorta a guardarnos de tres cosas: los perros, los malos obreros y los mutiladores del cuerpo. El hecho de que no se use ninguna conjunción entre las cláusulas de este versículo, indica que estas tres cosas se refieren a una misma clase de personas, a una persona que es un perro, un obrero malo y uno de aquellos que mutilan el cuerpo. La palabra malos en este versículo denota algo que se rebela contra la economía de Dios. Según la Biblia, todo obrero que se opone a la regulación de Dios es un obrero malo. La expresión mutilador del cuerpo es un término despectivo y se refiere a la circuncisión. Originalmente, la palabra circuncisión era un término muy honroso entre los judíos. Pero en esta epístola el apóstol Pablo no usó la palabra circuncisión, sino la expresión mutiladores del cuerpo, un término despectivo. En otras palabras, cuando el apóstol Pablo escribió la Epístola a los Filipenses, la circuncisión de la carne ya no era algo honroso, sino algo deshonroso. Por este motivo, él usó la expresión mutiladores del cuerpo, rebajando así el honor de la circuncisión.
Según el contexto de este versículo, los perros se refieren a malos obreros, y los malos obreros son los mutiladores del cuerpo. Quizás algunos se pregunten cómo podían los judíos, quienes habían sido circuncidados según el mandato de Dios, llegar a ser malos obreros. La respuesta a esta pregunta es que la dispensación de Dios cambió con la venida de Jesucristo. Antes de la época de Juan el Bautista, Dios decretó que Su pueblo fuese circuncidado. En aquel entonces, esta era la administración de Dios, la economía de Dios. Sin embargo, esta economía, esta dispensación, llegó a su fin con la venida de Jesucristo. En la dispensación actual, Dios quiere que las personas crean en Jesucristo, Su Hijo, y lo reciban. Ésta es la economía actual de Dios. Sin embargo, los judíos no abandonaron la vieja dispensación, y prefirieron la economía antigua con la ley de Moisés, antes que creer en Jesucristo y recibirlo. Por lo tanto, todo lo que ellos intentan hacer para Dios es una forma de rebeldía, pues se están rebelando en contra de la economía actual de Dios.
Es rebeldía negarse a creer en el Hijo de Dios. En Su economía actual, Dios ha establecido que Su Hijo sea el objeto de nuestra fe. Es como si Dios dijera: “Escúchenlo a Él y crean en Él. No presten atención a otros”. Sin embargo, la mayoría de judíos prefiere a Moisés y la ley; ellos prefieren permanecer en la vieja dispensación. No hay nada de malo con amar la ley, pero la actitud que se expresa al amar la ley cuando Dios ha cambiado la dispensación es maligna y rebelde.
Bajo la dispensación actual de Dios, la circuncisión no es honorable, sino deshonrosa. Delante de Él, ya no es circuncisión sino una mutilación del cuerpo. Por esta razón, Pablo nos exhorta que nos guardemos de los perros, de los malos obreros y de los mutiladores del cuerpo. Debemos tener cuidado de aquellos que practican la circuncisión en rebeldía contra la economía de Dios.
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