Llevar fruto que permanece, tomo 1por Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-6314-3
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Tercero, cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, debemos ser fervientes en espíritu. Ser fervientes en espíritu es la moral entre nosotros. Por ejemplo, si un hermano y una hermana del entrenamiento se casaran, todos nos sentiríamos llenos de gozo. No obstante, debemos considerar en términos prácticos si es apropiado o no que los entrenantes se casen durante el semestre del entrenamiento. ¿Tendrá esto un efecto adverso en nuestra moral? El propósito del entrenamiento es encender y avivar el fuego en nosotros. Todos los días avivamos este fuego. Una vez avivado el fuego, el anuncio de una boda sería como si nos echaran “agua fría”, y nuestra moral decaería. Si después de esto saliéramos a tocar a las puertas, no tendríamos ningún poder porque no seríamos fervientes en espíritu.
Esperamos que todos los entrenantes pospongan sus planes de matrimonio hasta que terminen su entrenamiento para que puedan consagrar todo su tiempo al entrenamiento y la moral en el entrenamiento no se vea afectada. En la era de los jueces en el Antiguo Testamento, hubo más de treinta mil que escucharon las trompetas de Gedeón y se unieron al ejército, pero Dios dijo que eran demasiados, y los puso a prueba por la manera en que bebían el agua. Dios rechazó a los que se arrodillaron para beber, y aceptó a los que permanecieron en una posición en la que estaban listos para pelear mientras lamían el agua. Él necesitaba a este tipo de personas. Aunque sólo quedaron trescientos, ellos pudieron pelear (Jue. 7:2-7). Ésta fue su moral. Cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, debemos tener esta clase de moral.
Cuando muchos de los jóvenes recién salvos ven a los entrenantes de tiempo completo, quienes aún son jóvenes, en su interior desean lo mismo. Ésta es la moral que constriñe a otros a proceder de la misma manera. La obra tradicional de predicación que se halla en el cristianismo no tiene ningún efecto porque carece de esta moral. Los que llegan a ser predicadores creen que la carrera de ser predicador simplemente consiste en traer a algunas personas al culto dominical; si logran esto, entonces piensan que han cumplido su misión. En esta práctica no hay ninguna moral. Hoy en día nosotros, quienes servimos al Señor, no sólo somos soldados que prestan un servicio voluntario, sino guerreros que con desesperación sirven arriesgando sus propias vidas. Esto es lo que genera la moral entre nosotros.
Sin embargo, es imposible fingir esta clase de moral. Si no somos esta clase de personas, cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, no tendremos mucho impacto. Sin embargo, si somos esta clase de personas, cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, todos los miembros de la familia serán perfeccionados. Cierta señora anciana que había adorado a Buda toda su vida jamás se imaginó que su nieta creería en el Señor y sería salva. Aunque amaba a su nieta, no era fácil para una persona anciana como ella abandonar los ídolos que adoraba. Esta nieta tenía un prometido que era muy ferviente en espíritu, el cual le habló a la abuela acerca de creer en el Señor. Después de poco tiempo, ella creyó en el Señor y fue bautizada en la bañera de su casa, e inmediatamente quemó todos los ídolos que había adorado por décadas. Esto demuestra nuestra moral. Cuando vayamos a la casa de alguien a perfeccionar una reunión allí, necesitamos tener esta clase de moral mediante la cual los demás puedan ver que pertenecemos a Jesús, que para nosotros el vivir es Jesús y que no pensamos en otra cosa que Jesús y estamos completamente ocupados por sólo Él. Una vez que vean esta moral, aunque no digamos mucho, los demás serán beneficiados. Ésta es la clase de moral que necesitamos tener.
Los tres asuntos mencionados anteriormente nos permiten avivar el fuego en las personas, de modo que sean fervientes en espíritu. Sin embargo, cuando somos así de fervientes nos es fácil ser frívolos. Es por eso que la Biblia nos dice que seamos sensatos. Quienes sirven al Señor no deben ser frívolos. Cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, si bien no debemos ser rígidos ni severos, tampoco debemos jugar ni bromear; en lugar de ello, debemos inspirar respeto y admiración. La palabra traducida sensato es difícil de explicar. En Tito 1:8 la versión Chinese Union la traduce “serio”, mientras que la Versión Recobro la traduce “sensato”, lo cual implica que debemos tener una mente sensata, es decir, ser sobrios y disciplinados. Una persona atolondrada no puede ser seria. Si una persona es indisciplinada y atolondrada, riéndose cuando no debe reír y llorando cuando no debe llorar, es una persona frívola, no sensata. Es necesario que tengamos una mente clara y lúcida, y seamos sensatos.
Podemos mostrar con un ejemplo lo que significa ser sensato. Si usted está en su propio cuarto, puede acostarse en su cama. Sin embargo, supongamos que usted entra a la sala de una casa ajena y encuentra el sofá muy cómodo, por lo cual decide acostarse. Luego, cuando el dueño de casa llega y lo ve allí, usted sigue acostado. En lugar de sentarse correctamente, usted le dice: “Hermano, me siento muy contento de que la gracia del Señor nos basta”. Si usted actúa de esa manera, los demás ciertamente pensarán que usted no es normal. Pero si somos personas que inspiran respeto y son sensatas, nos comportaremos apropiadamente y con sensatez, expresándonos de una manera correcta en todo aspecto. Por consiguiente, la palabra sensato incluye la noción de seriedad, dominio propio y autodisciplina. Cuando estamos solos en nuestro cuarto, quizás no sea tan evidente si ejercitamos dominio propio o no, pero cuando estamos en la sala de una casa ajena, debemos comportarnos con sensatez.
Después de hablarnos de ser sensatos, Tito 1:8 añade: “Justo, santo, dueño de sí mismo”. De hecho, todos estos asuntos están relacionados con el hecho de ser “sensato”. Si hemos de ser justos, santos y dueños de nosotros mismos, debemos ser personas sensatas, capaces de controlarnos a nosotros mismos, restringirnos y no permitirnos actuar de manera descuidada. No sólo debemos practicar esto en los asuntos de mayor importancia, sino también en asuntos que podrían parecer insignificantes. Si nos rascamos los pies de manera despreocupada mientras hablamos en una reunión de hogar no somos sensatos. Una persona que es sensata debe ser justa, santa y dueña de sí misma. Una persona sensata y seria es una persona que no es frívola.
No sólo eso, pues una persona que es seria y sensata tiene una mente lúcida y una visión aguda. Sabe cuándo debe reír y cuándo debe llorar. Se relaciona con los ancianos de una manera y con los jóvenes de otra manera. Trata a los hombres de una manera y de una manera distinta a las mujeres. Cuando las hermanas salgan a contactar a las personas y el dueño de casa resulta ser un hombre, ellas deben guardar cierta distancia cuando le den la mano. Deben estrechar la mano a una persona del mismo sexo de cierta manera y estrechar de manera distinta la mano a las personas de sexo opuesto. Eso es lo que significa ser serio. Si alguien se relaciona con todo el mundo de la misma manera, sin distinción alguna, esto muestra que es frívolo, pues no discierne la verdadera situación.
En la práctica usted no debe fingir ser serio simplemente por causa de la reunión de hogar; más bien, debe ejercitarse para ser serio en su vivir diario. No debe fingir ser lo que no es, ni tampoco debe ser una persona atolondrada. En vez de ello, debe tener una visión clara, ser sensato y ser mesurado. Ser sensato significa ser disciplinado, restringirse a sí mismo y tener dominio propio en todo. Sin embargo, esto no significa mostrarse altivo, dando a los demás la impresión de que nosotros los que servimos al Señor somos personas especiales. Esto es completamente falso. Tenemos que ser personas de gravedad y peso, aquellos que no hablan descuidadamente, que no expresan su opinión con demasiada informalidad ni demuestran una actitud frívola. Al contrario, debemos ser frescos, vivientes y espontáneos. Debemos mantenernos dentro de nuestro límite y nuestra medida, tener modales apropiados y también hablar y conducirnos de manera seria y adecuada.
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