Solo Cuerpo, un solo Espíritu, y un solo y nuevo hombre, Unpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-4289-6
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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Si queremos entender Efesios 4:13, debemos empezar leyendo a partir de 4:11. De 4:11 a 4:16 tenemos seis versículos. En estos seis versículos, primero vemos que después de que el Señor ascendió a los cielos, Él dio a la iglesia algunas personas especialmente dotadas, tales como los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. Sin embargo, estas personas especialmente dotadas no edifican la iglesia directamente, sino que en vez de ello, perfeccionan a los santos para que edifiquen la iglesia. ¿Qué significa perfeccionar a los santos? Significa alimentar a los santos, uno a uno, hasta que crezcan. Tal vez me pregunten cómo sé que perfeccionar a los santos aquí se refiere a alimentarlos. Lo sé porque según el contexto, ser perfeccionados equivale a crecer. Todas las madres saben que lo más importante para perfeccionar a su pequeño no es la educación, sino la alimentación. Cuando un niño acaba de nacer, lo primero que hacemos es alimentarlo con leche y darle a beber agua; y a medida que crece, aún necesitamos suministrarle alimento, lo cual continuamos haciendo hasta que haya crecido.
Por consiguiente, lo más importante al perfeccionar a los santos es alimentarlos para que ellos crezcan, y en segundo lugar es enseñarles. Todos sabemos que las madres tienen que enseñarles a sus pequeños a comer. Así pues, no estoy diciendo que las doctrinas y las enseñanzas sean innecesarias. Más bien, trato de decirles que no está bien que usted continuamente les enseñe a sus hijos, pero no sepa cómo alimentarlos. Es después de alimentarlos que usted les enseña.
Además, a medida que el niño crece, usted debe equiparlo según el nivel de su crecimiento. Si quiere enseñarle a escribir, debe prepararle un buen lápiz, un buen pincel para escribir o un buen bolígrafo; ésta es la manera de equiparlo. Así pues, perfeccionar a los santos involucra tres asuntos: alimentarlos, enseñarles y equiparlos para que sean útiles.
Cuando visité las diferentes localidades en los Estados Unidos, me hospedé principalmente en los hogares de los santos. En los hogares estadounidenses hay algo que me ha parecido muy admirable, aunque se trata de algo insignificante, es muy práctico al aplicarlo a la iglesia. Esto es que saben cómo perfeccionar a sus hijos. Por ejemplo, en una familia, un niño tenía solamente dos o tres años, pero el papá lo perfeccionaba para que hiciera una sola cosa: todas las mañanas después de que el niño se levantaba y se bañaba, abría la puerta de la casa, traía el periódico y lo ponía en la canasta del periódico. Este niño de dos o tres años había sido perfeccionado para hacer esto. Durante seis meses nada cambió; ésta era su única tarea. Esta familia tenía otro niño, al cual le habían encargado cuidar al perro de la casa. Todos los días él observaba lo que el perro comía y cuánto comía. Los padres alimentaban al niño, y él alimentaba al perro. Ellos también tenían otro niño mayor que éste. Los lunes por la mañana él aspiraba la alfombra de un cuarto, el próximo día aspiraba la alfombra de otro cuarto, y al día siguiente aspiraba la alfombra de un tercer cuarto. El mayor de los hijos tenía que cortar el césped del jardín del frente de la casa y del patio trasero. Cuando me hospedé con esta familia y vi todo esto, me sentí muy conmovido. Aquellos santos verdaderamente sabían perfeccionar a sus hijos. No sólo los alimentaban y enseñaban, sino que además los equipaban. Como resultado los niños de esta familia, grandes y pequeños, todos desempeñaban su propia función. Considero que una iglesia local debe ser como esta familia, en la cual los miembros dotados perfeccionan a los santos uno a uno hasta que todos aprenden a ejercer su propia función.
Sin embargo, esto no significa que todos llegaremos a la meta en un instante, porque el versículo 13 dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un hombre de plena madurez”. Le damos gracias al Señor porque los jóvenes están progresando, pero a mi parecer, ustedes aún están inmaduros y no han crecido plenamente. Aunque van por el camino correcto que los lleva a crecer, no han crecido mucho. Por lo tanto, necesitan seguir creciendo hasta que todos lleguen a un hombre de plena madurez.
No obstante, sabemos que cuanto más elevada sea una especie de vida, más tarda en crecer; y que cuanto más inferior sea una especie de vida, menos tiempo requiere para crecer. La especie de vida más inferior es la más rápida en crecer; mientras que cuanto más elevada sea una especie de vida, más lento crece. Por ejemplo, un perro no necesita siete años para madurar; cuando mucho, sólo tarda tres años. Pero un ser humano, un niño, requiere veintiún años para alcanzar la madurez. ¿Cuánto tardará el nuevo hombre para alcanzar la plena madurez? No lo sé, pero sí quiero que sepan que la vida del nuevo hombre es mucho más elevada que la vida de nuestro viejo hombre. Cuanto más elevada sea una especie de vida, más tarda en madurar. Ustedes, jóvenes, han tomado la decisión de procurar el crecimiento en vida hoy, y esto me hace sentir muy contento, pero no deben tener ciertas expectativas y decir: “El hermano Lee ha venido a darnos un entrenamiento, así que vamos a crecer de forma instantánea”. No, no existe tal cosa. El crecimiento requiere tiempo porque hay una ley que rige la vida. Sin embargo, no deben desanimarse tampoco. De todos modos, tienen que seguir creciendo.
Cuando la iglesia llegue a la etapa de ser un hombre de plena madurez, habrá llegado a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Una persona de plena madurez ciertamente tiene la medida apropiada de la estatura de su plenitud; estas dos cosas son equivalentes. Aquí hay algunos puntos importantes. En este pasaje, la medida de la estatura de la plenitud de Cristo no se menciona primero; más bien, se nos habla primero del hombre de plena madurez. ¿Por qué? Porque el primer requisito que debe cumplir todo el que desee crecer en vida es tomar a Cristo como su persona, y el segundo es tomar a Cristo como su vida. Un hombre de plena madurez necesita a Cristo como su persona, y para tener una estatura con la medida apropiada se necesita a Cristo como vida. Tomar a Cristo como nuestra persona viene primero, y luego, tomar a Cristo como nuestra vida. Todos debemos aprender a acudir al Señor para decirle: “Señor, hoy he recibido misericordia y gracia para aprender a tomarte como mi persona. Además, deseo aprender a recibir gracia y misericordia para que junto con todos los hermanos y hermanas, como el nuevo hombre, te tomemos como la persona que mora en todos nosotros”. Éste es el requisito más elevado.
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