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Fe cristiana normal, Lapor Watchman Nee

ISBN: 978-0-87083-779-1
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Actualmente disponible en: Capítulo 17 de 17 Sección 3 de 7

LOS ATEOS INTELECTUALES

¿Quiénes son los ateos intelectuales? Estos son los que quieren razonar. Si uno puede darles razones apropiadas, aceptarán su palabra. Hay alguna justificación y valor en debatir con esta clase de ateos. Pero, ¿cuántos ateos en el mundo son así? Me temo que son muy pocos. No estoy diciendo que no hay ni uno. Estoy diciendo que hay muy pocos; el número no es grande. Hoy yo no debatiría con ellos ni daría muchas razones para probarles que hay un Dios en el universo. La Biblia no ha dirigido el asunto de la existencia de Dios; sólo menciona a Jesucristo, al Espíritu Santo, etc. Esto quiere decir que el asunto de la existencia de Dios no es esencial, porque cada quien sabe la respuesta. La existencia de Dios es un hecho inconmovible; por lo tanto, se asume implícitamente.

¿COMO SE ATREVE ALGUIEN
A DECIR QUE NO HAY DIOS?

Si algún amigo ateo (con quien frecuentemente nos encontramos en nuestra predicación del evangelio) llega hoy y habla acerca de la existencia de Dios, seguramente dirá que no hay Dios. Uno puede preguntarle por qué piensa que no hay Dios, y tal vez le dé una o dos razones. Cada vez que me encuentro con tal persona, no le doy la oportunidad de que termine con sus palabras. En vez de eso digo: “¿Cómo se atreve una persona como usted a decir que no hay Dios?”. Quizás tenga una o dos razones, pero le diré lo mismo: “¿Cómo se atreve una persona como usted a decir que no hay Dios?”. Quizás se pregunte por qué hago eso una y otra vez. Luego le digo que primero debemos aclarar el resultado de su calificación antes de poder discutir lo que está diciendo. “¿Cómo se atreve una persona como usted a decir que no hay Dios?”. Quizás algunos piensen que es presuntuoso contestar de esa manera. Ciertamente, tal palabra quizás ofenda a la persona. Pero el punto importante es qué clase de persona uno es. Uno no está calificado para discutir la existencia de Dios. Haciéndolo más claro, ¿qué sabe usted para que tenga el atrevimiento de decir que no hay Dios? Hay 1,900,000,000 criaturas en la tierra. ¿Quién es usted? Uno ni siquiera conoce su cuerpo ni las cosas que están sucediendo en su alrededor cada día. ¿Cómo puede decir que no hay Dios? ¿Sabe cómo crecen sus uñas y cómo late el corazón? Uno no sabe si va a llover mañana ni aun si va a comer mañana. Ni puede uno conocer algo tan insignificante. ¿Cómo se atreve a decir que no hay Dios? Yo sólo he estudiado química por dos años. Por eso no me atrevo a decir mucho acerca de la química; de otra manera, los que saben más acerca del tema se reirán de mí. Usted es sólo uno de los 1,900,000,000 personas que hay en este mundo, pero se atreve a decir que no hay Dios. Por eso digo que una persona o criatura, tan pequeña como usted, no califica para decir que no hay Dios. ¿Sabe usted qué tan pequeño es? Ahora hay 1,900,000,000 “cosas” como usted en esta tierra. ¿Sabe qué tan grande es la tierra? Quizás sea listo y diga que la tierra no es tan grande. Entonces, ¿cuán grande es el sistema solar? Quizás todavía piense que no es muy grande. ¿Puede uno traer el sol y medir qué tan grande es? Si fuera posible vaciar el interior del sol, ¿cuántas tierras podrían ponerse allí? Una sola tierra no lo llenaría. Dos no lo llenarían. Uno podría seguir poniendo más y más tierras en él, cien, mil, diez mil, cien mil, y aún un millón, y el sol aún estaría bastante vacío. ¿Cuántas tierras puede contener el sol? ¡Por lo menos un millón y medio! Hay muchísimos sistemas solares en los cielos que son tan grandes como el nuestro. Un astrónomo dijo que en el universo había quinientos millones de estrellas del tamaño de nuestro sol. ¿Qué tan grande es usted? ¿Cómo puede decir que no hay Dios?

Déjenme contarles una historia. Tengo un hermano menor. Cuando salió del jardín de infancia a la edad de seis años, trajo un certificado. El estaba muy orgulloso y pensaba que había logrado algo supremo. Se me acercó diciendo: “¡Hoy me gradué!”. Le pregunté de qué se había graduado. Me contestó: “De la universidad del jardín de la infancia”. ¡Hay muchas personas que se han graduado de las universidades del jardín de la infancia hoy! ¡Hay muchos doctorados del jardín de la infancia!

Regresemos a la astronomía. Los astrónomos nos dicen que la velocidad de la luz es de ciento ochenta y seis mil millas por segundo. Una milla es como tres millas chinas. En un segundo, la luz viaja ciento ochenta y seis mil millas. ¿Cuántas millas viaja en un minuto? ¿En un día? ¿En un mes? ¿En un año? No es fácil para nosotros imaginarnos esa velocidad. Aunque la luz viaja a esa tremenda velocidad, los astrónomos nos dicen que la luz de algunas estrellas ha viajado por dos mil años, sin embargo su luz aún no ha llegado a la tierra. ¡Cuán vasto es el universo! Un hombre sólo tiene seis pies de alto, y sólo ocupa un pie cuadrado de tierra. Sin embargo, ¡se atreve a decir que no hay Dios! Eso es lo más presuntuoso y cómico que jamás uno pueda decir. ¿Es apropiado para ese hombre pequeño pararse y anunciar orgullosa, solemne y asertivamente que no hay Dios? No tengo nada que decir; todos ustedes saben la respuesta.


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