Cristo crucificado, Elpor Witness Lee
ISBN: 978-0-7363-3691-8
Copia impresa: Living Stream Ministry disponible en línea
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María fue también otra que experimentó la resurrección del Señor. Muchos de los que siguieron al Señor no le amaban, pues se marcharon a sus casas después de que vieron que el Señor murió y fue sepultado. Sin embargo, había una mujer entre ellos, María, quien vino a la tumba de madrugada el día en que el Señor resucitó, siendo aún oscuro. ¿No sabía ella que el Señor estaba en la tumba? Claro que sí. ¿Por qué entonces fue allí? Porque amaba al Señor. Ella pensaba que aun cuando no pudiera ver al Señor, al menos sería muy dulce poder ver su tumba. María fue la primera en descubrir que la piedra del sepulcro del Señor había sido quitada. Los sepulcros de los judíos eran cuevas que hacían en un monte, en las cuales acomodaban a los muertos. Cuando María vio que la piedra había sido quitada de la tumba, fue a los discípulos corriendo para decirles que alguien se había llevado al Señor del sepulcro. Entonces Pedro y Juan corrieron a la tumba, pero al no ver allí el cuerpo del Señor, volvieron a sus casas. María fue la única que se quedó llorando afuera, junto al sepulcro (Jn. 20:1-11).
Una persona que verdaderamente ama al Señor lo amará a tal grado que no le importará su posición ni se pondrá a contar el costo. De hecho, el amor que no nos hace sentir confundidos no es el verdadero amor. El amor que muchos santos sienten por el Señor es muy claro, comprensible y calmado, y en consecuencia, no reciben la verdadera luz. Cuando los dos discípulos vieron que el Señor no estaba en la tumba, se marcharon porque interiormente estaban muy calmados y entendieron todo con claridad. Sin embargo, María se quedó allí llorando. Mientras lloraba, vinieron la luz y la revelación, pues primero vio a dos ángeles y luego al Señor Jesús. El Señor le preguntó por qué lloraba, y ella, pensando que era el hortelano, le dijo: “Señor, si Tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré” (vs. 11-15).
Fue en ese momento que Jesús le dijo: “¡María!”. Cuando ella escuchó esta voz, de inmediato supo que era el Señor. Mientras el Señor estuvo en la tierra, Él la había llamado con esa misma voz. La palabra del Señor Jesús era muy preciosa y amada para ella. Él dijo: “No me toques, porque aún no he subido a Mi Padre; mas ve a Mis hermanos, y diles: Subo a Mi Padre y a vuestro Padre, a Mi Dios y a vuestro Dios” (vs. 16-17). En principio, la resurrección del Señor no debió haber sido vista por nadie, pero debido a que María fue tan ferviente en su búsqueda del Señor, Él tuvo que aparecérsele primero a ella.
Muchos cristianos citan Romanos 9:16, que dice: “Así que no es del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia”. Muchos de los que citan este versículo son personas ociosas y negligentes, pues todos los que realmente conocen al Señor, le buscan con resolución. María fue la única que se levantó tan temprano cuando aún era muy oscuro. No debemos pensar que esto fue algo fácil, pues en aquel tiempo las mujeres judías debían permanecer en casa. Debió haber sido muy peligroso para ella correr al sepulcro tan de madrugada. Si algo malo le hubiese pasado ese día, los hermanos habrían dicho que ella se había quedado sin protección por no haberse sujetado a la autoridad. Dios permitirá que únicamente aquellos que le aman conozcan Su nacimiento, Su muerte y Su resurrección. Sólo esta clase de personas puede experimentar a Cristo y conocerle. Únicamente una “María” puede conocer la muerte del Señor y experimentar Su resurrección.
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