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Cristo maravilloso en el canon del Nuevo Testamento, Elpor Witness Lee

ISBN: 978-0-7363-7796-6
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LA DESCENDENCIA DE ABRAHAM

Luego tenemos otro versículo, el cual nos habla acerca de la descendencia de Abraham: “En tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra” (Gn. 22:18). En la descendencia de Abraham, todas las naciones —y no sólo Israel— serán bendecidas.

EL RENUEVO, EL FRUTO Y LA RAÍZ

Ahora debemos ver que esta simiente, Jesús, finalmente llega a ser el renuevo, y este renuevo es llamado “Jehová, justicia nuestra”. Ya vimos esto en Zacarías 6 y en Jeremías 23. Isaías 4:2 luego nos dice que este renuevo es “el Renuevo de Jehová” y también “el fruto de la tierra”. “En aquel día el Renuevo de Jehová será hermosura y gloria, y el fruto de la tierra, excelencia y esplendor, para los de Israel que hayan escapado”. Jesús es por un lado “el Renuevo de Jehová” y, por otro, “el fruto de la tierra”. Jesús es el renuevo que produce fruto, y también es el fruto producido por el renuevo. El renuevo tiene como propósito producir fruto, y el fruto es para nuestro disfrute.

También vemos que este renuevo es la raíz. “En aquel día, la raíz de Isaí se pondrá por estandarte para los pueblos, y le buscarán las naciones, y la gloria será Su lugar de reposo” (Is. 11:10). Este versículo nos muestra que el renuevo es también la raíz, y que esta raíz es un estandarte, una bandera o un pendón para todos los pueblos de la tierra. Los gentiles, incluyéndonos a usted y a mí, le buscaremos, y Su lugar de reposo estará lleno de gloria.

No sólo esta Persona es la raíz de Isaí, sino que también es descendencia de David. “Cuando tus días sean cumplidos y duermas con tus padres, Yo te levantaré descendencia después de ti, que procederá de tu cuerpo, y estableceré su reino. Él edificará casa a Mi nombre, y Yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo seré su Padre, y él será Mi hijo” (2 S. 7:12-14). Él es la descendencia de David, pero, por otro lado, Él es el Hijo de Dios. Dios dijo que Él sería Su Padre, y que Aquél sería Su Hijo. Él edificaría una casa para Dios, y Dios afirmaría el trono de Su reino para siempre.

LA SIMIENTE DIVINA Y EL SUELO HUMANO

¿Quién es esta persona maravillosa que tiene todos estos nombres y que llevará a cabo la edificación de la casa de Dios? ¡Es Jesús! Pero ahora vemos claramente que Él es mucho más de lo que pensábamos. Primeramente, Jesús es una especie de simiente. Esta simiente es Dios en el Hijo que ha de ser sembrado en la humanidad. El hombre es el suelo fértil para esta simiente. A fin de que esta simiente crezca, necesitamos un suelo. Dios en el Hijo como corporificación de vida es la simiente y nosotros somos el suelo. Nosotros somos el suelo de Dios a fin de que Él crezca.

Éste no es mi propio pensamiento o concepto. Mateo 13 nos muestra que Jesús vino como semilla divina y que sembró esta semilla, o simiente, en el corazón del hombre. Por lo tanto, la humanidad es el suelo donde esta simiente divina puede crecer. ¿Alguna vez vieron esto en la Biblia? Dios en el Hijo es una simiente divina, y nosotros somos el suelo a fin de que Él crezca en nosotros. Es fácil adquirir doctrinas e historias en la Biblia, pero entrar en las profundidades de la Biblia no es tan fácil. Conocer la enseñanza de la Biblia no es tan difícil, pero para captar la vida que nos transmite la Biblia requerimos la revelación divina. Jesús es la simiente divina que fue sembrada en nuestro corazón. Nosotros somos el suelo en el cual Jesús puede crecer. La simiente ha sido sembrada, y algo ha brotado.

LA RAMIFICACIÓN DE DIOS PARA LLEVAR FRUTO

Después de la simiente, vemos que Jesús es también el renuevo, la rama. Estos versículos que hemos leído nos muestran que Él es el renuevo de Jehová. Esto nos permite comprender que este hombre Jesús era la ramificación misma de Dios. Dios se ramifica en Jesús. Jesús es el renuevo de Dios, y nosotros somos el renuevo de Jesús. Jesús ramificó a Dios y ahora nosotros ramificamos a Jesús. Juan 15 nos dice que Jesús es la vid, y que nosotros somos los pámpanos. ¡Aleluya! Jesús es la ramificación de Dios.

Decir que Jesús es el Salvador y Redentor es absolutamente correcto, pero es demasiado superficial. Jesús no es simplemente nuestro Salvador y Redentor, sino que además es la ramificación de Dios, y al ramificarse ha llegado a nosotros. Todos hemos sido cautivados por Jesús. Un día Dios hizo que Jesús se ramificara y entrara en nosotros. Finalmente, esta rama lleva fruto. Jesús como rama no está destinado a ser la columna ni la viga de un edificio. Jesús es la ramificación de Dios con el propósito de llevar fruto para nuestro disfrute. Ahora nosotros somos las ramas de Cristo que ramifican a Cristo para que otros puedan disfrutarlo.

Jesús hoy en día no es solamente la simiente, sino también el renuevo, y este renuevo divino produce el fruto de la tierra. Esto significa que Jesús es la ramificación de Dios en nosotros, la tierra. La divinidad se ramifica en nuestra humanidad, y por medio de la humanidad, este renuevo, produce fruto para el disfrute del hombre. Éste es Jesús. Este Jesús es quien edifica el templo de Dios. La Biblia nos muestra que hoy en día el templo de Dios es un grupo de personas vivientes, las cuales son acopladas y edificadas para ser la morada de Dios en el espíritu. El único que puede edificar este templo es Jesús, y Él lo edifica como simiente, renuevo y fruto.

Por consiguiente, Jesús como simiente es la ramificación de Dios que da fruto para nuestro disfrute. Esta simiente también herirá la cabeza de la serpiente, y en esta simiente todas las naciones serán bendecidas. Es la ramificación de esta simiente lo que edificará el templo de Dios, y este renuevo es el que porta el sacerdocio y el reinado. “Sí, él edificará el templo de Jehová, llevará majestad y se sentará y regirá en su trono; será sacerdote en su trono; y consejo de paz habrá entre ambos” (Zac. 6:13).


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